El invierno llega a Bretaña y con él los paseos revitalizantes por su costa o sus senderos. Su naturaleza protegida se despierta entre grandes mareas y tempestades compartiendo su fuerza con los visitantes que se acercan a la región para recargar pilas. Tanto para disfrutar de una estancia relajante como para desconectar en un entorno excepcional, el invierno permite disfrutar de una Bretaña en la que uno se reencuentra consigo mismo en el fin del mundo.
El faro de Petit Minou se encuentra en Bretaña, reposando sobre una gran roca que se adentra en el mar en el departamento francés de Finisterre. Este monumento en activo, construido a mediados del siglo XIX, guía con sus destellos blancos y rojos a los barcos que se dirigen al puerto de la ciudad de Brest, el segundo puerto militar más importante del país.
Esta fortaleza, situada a menos de 40 kilómetros de Saint Malo, data del siglo XIV y fue construida para defender el territorio de posibles invasiones de los vecinos ingleses. Está junto al mar sobre una gran roca y su situación, abrazada por acantilados, es absolutamente estratégica y segura, circunstancia que se refuerza con la gran y sólida muralla que la rodea. Muy cerca, el cabo Fréhel ofrece también una visita imprescindible.
Puedes andar cuanto quieras en Cap Sizun, siempre por los acantilados con la vista sobre el mar. Una buena ruta de senderismo es el tramo entre Pointe du Teron y Pointe du Van. Si te gusta hacer fotos y disfrutar del paisaje, te llevará unas tres horas aunque podrías pasar todo el día en este enclave maravilloso. Yo fui a más y me quedé una semana.
El azul intenso contrasta con el verde vivo de la tupida alfombra que cubre las lomas, y se funde en la mente del que observa creando una unidad, sólo interrumpida por las pinceladas amarillas de las pequeñas flores o el púrpura de los matorrales.