Viajamos al diamante más exótico de los Emiratos Árabes Unidos. El paraíso del lujo. Con una población de tres millones de habitantes, Dubái es un lugar rodeado por desierto, aunque con la visión de tantos rascacielos es posible que se nos olvide. Hace menos de un siglo era una aldea de pescadores, frecuentada por alguna que otra tribu, y en la actualidad se ha convertido en una metrópoli extremadamente moderna y tecnológica que, a pesar de esta circunstancia, convive con las más honda tradición de la cultura islámica. Los contrastes extremos son un denominador común en esta ciudad tocada por la barita mágica del petróleo. La construcción de diseños imposibles y de obras faraónicas, colosales y desmesuradas, ha proliferado tanto en los últimos años en este punto del planeta que vive envuelto en un lujo casi fantástico.
Aquí todo es posible. Incluso esquiar entre las dunas. Resulta muy curioso comprobar cómo la mano del hombre ha transformado un desolado desierto en un lugar en el que podemos practicar surf. Dubái parece empeñada en no parar de construir lo que sea, cuanto más grande, caro, diferente y avanzado mucho mejor: parques temáticos, montañas acuáticas, edificios excepcionales, hoteles de un lujo desorbitado… De hecho, en este emirato se encuentra el único hotel del mundo catalogado con siete estrellas. Se trata del Burj Al Arab, construido en su propia isla artificial. Calificado por muchos como el mejor hotel del mundo, cuenta con una recepción de exquisito mármol y unas habitaciones de un selecto lujo y refinamiento en las que cualquiera de nuestros deseos se puede ver cumplido al instante. Como se puede imaginar, hospedarse aquí no está al alcance de cualquier bolsillo.
Esta ciudad es una habitual del Libro Guinness de los Récords. En Dubái se construye el edificio más grande del mundo, el hotel más grande y lujoso del mundo, el complejo residencial más grande y original del mundo y cualquier otra cosa que sea la más grande y diferente del mundo. En este sentido, la última genialidad se llama Dubái Frame, un edificio impresionante con una forma que se asemeja al gigantesco marco de un cuadro que deja ver a su través la ciudad. Conocido popularmente como el rascacielos ventana, esta construcción se eleva 150 metros sobre el nivel del mar y en su base se encuentra un museo y diversos espacios culturales.
Esta tierra combina el nuevo dinero del petróleo con el arte y la cultura antigua. Aparentemente, la vida tradicional continúa sin verse afectada por el aumento de las grandes empresas en plena actividad dentro de los rascacielos que han ocupado la zona. Afortunadamente, entre tanta modernidad y cifras que dan vértigo, aún queda espacio para las mezquitas y los mercados árabes llenos de sabor. Buenos ejemplo son la Gran Mezquita, con sus características cúpulas, y la mezquita Jumeirah, construida al más puro estilo árabe tradicional. Esta última es uno de los puntos más emblemáticos de Dubái y la única que abre las puertas a los visitantes no musulmanes. Ahora es momento de la oración, así que mejor no molestamos y cambiamos de escenario.
En nuestro camino por la Dubái más tradicional también nos encontramos con encantadores mercados de especias, en los que se comercia siguiendo las costumbres de siempre. Es todo un placer pasear por callejuelas estrechas y disfrutar del color y los miles de aromas que llenan el ambiente. Al Bastakiya es uno de los barrios que mejor representan la parte más clásica de la ciudad. En esta zona antigua nos van saludando las tiendas, los numerosos cafés, las galerías de arte y las tradicionales torres del viento dubaitíes que nos recuerdan la primera forma de aire acondicionado que utilizaban las casas de la zona.
Ya que hablamos de la cara más tradicional de Dubái, cabe destacar que dos de las aficiones más apreciadas por sus habitantes son las carreras de camellos y la cetrería. Ver a los halcones perfectamente adiestrados es todo un acontecimiento en Dubái.
Llegamos al final de nuestro paseo por esta peculiar metrópoli visitando el Museo Dubái. Se encuentra en la Fortaleza Al Fahidi, la construcción más antigua de la ciudad, y nos ofrece un interesante repaso por la historia de Dubái, desde sus orígenes humildes y prácticamente desérticos, hasta el momento en el que el petróleo cambió radicalmente la fisonomía de este fascinante emirato árabe.
Revista Viajes y Lugares
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