Puedes andar cuanto quieras en Cap Sizun, siempre por los acantilados con la vista sobre el mar. Una buena ruta de senderismo es el tramo entre Pointe du Teron y Pointe du Van. Si te gusta hacer fotos y disfrutar del paisaje, te llevará unas tres horas aunque podrías pasar todo el día en este enclave maravilloso. Yo fui a más y me quedé una semana.
Incluso en verano tendrás la sensación de estar solo. Caminarás sobre una alfombra verde y a tu derecha tendrás el inmenso azul marino. Es buena idea vestir un cortaviento y ponerse las gafas de sol, pues probablemente el día sea muy luminoso con fuertes corrientes de aire. Frecuentemente, te sorprenderán los pájaros cazando en los acantilados y la visión de una pequeña playa, un escenario natural lleno de belleza y a menudo inaccesible.
Encantado por la naturaleza y tu regreso a ella, detendrás tus pies para descubrir qué extrañas formas te revelan las gigantescas rocas o admirar cómo las olas rompen contra éstas provocando una explosión de radiante espuma blanca. Sería un magnífico jacuzzi de no ser por la frialdad de las aguas y la fuerza de sus corrientes.
En nuestro camino, tropezamos con Saint They, la pequeña iglesia de piedra que domina Pointe du Van. Muchos eligen casarse allí debido a la belleza del entorno. En este punto avistamos la bahía de Trepasses. Esta enorme playa de fina arena blanca es el paraíso de los surfistas, aunque en verano sus aguas tienden a estar más tranquilas. La aparición de esta inmensa bahía te robará algunos minutos mientras la observas.
Situada entre Pointe du Van y Pointe du Raz, su gran lengua blanca se adentra en la tierra verde y en el mar azul. Hasta llegar a la orilla podemos andar más de mil metros y curiosear la superficie de las rocas, plagadas de mejillones y lapas, que desaparecen totalmente bajo las aguas cuando sube la marea. El agua de esta bahía está menos fría que las demás y la zona vigilada por el salvavidas está delimitada con banderas azules. Aunque vigilada, no debemos olvidar que se trata de una playa de fuertes corrientes y engañosa calma. Su peligrosidad la hace ganar en belleza.
Después de esta hermosa ruta, podrás disfrutar de un refresco o comida en uno de los dos únicos restaurantes de la zona, pues todo el entorno está protegido y las edificaciones son escasas. El plato típico son los mejillones al vapor con patatas fritas, también sirven bocadillos y pizzas.
Pointe du Raz: La última península de Bretaña
La escultura de Notre Dame des Naufragés (Nuestra Señora de los Náufragos) nos recibe encarada al fuerte viento y nos revela que muchos pescadores encontraron la muerte en este enclave. Esta escultura, obra de Godebski, fue erigida en reconocimiento a la caridad católica que recibieron durante la crisis de la sardina en 1903.
Pointe du Raz es el extremo de Cap Sizun más occidental. Sus aguas de un azul intenso frecuentemente agitadas por un fuerte viento, son conocidas por su peligrosidad. Además de las corrientes, Pointe du Raz está salpicado por rocas en todo su contorno y hasta el faro de 26 metros de alto que alerta a los marinos de la presencia de la península.
Puedes empezar esta ruta desde la bahía de Trepasses o acceder hasta el aparcamiento (en el que deberás pagar 5 euros por tu coche) y la zona de restaurantes. Desde aquí la ruta se reduce a una hora, dependiendo de lo que te detengas para admirar el paisaje.
Esta ancha península tiene varios senderos. Los hay que discurren por el centro sin posibilidad de ver el mar y también los hay en los laterales. Al aproximarse a la punta el terreno se convierte en roca gris. Diversos carteles nos anuncian que partir de este punto, la responsabilidad es absolutamente del visitante, dado que el camino se retuerce por la verticalidad del entorno y es fácil precipitarse al océano.
Colonias de gaviotas descansan sobre las templadas rocas al nivel del mar. Pequeñas embarcaciones de pescadores se atreven a anclarse en la zona de más corriente, donde las crestas blancas de las olas anuncian que hay rocas a muy poca profundidad, cerca del faro.
Si te atreves a trepar y no sufres de vértigo, puedes prolongar tu ruta hasta la última roca, pero no te olvides de la advertencia que te hacían los carteles.
En este punto, el viajero se deja abordar por la fuerza y la belleza de la naturaleza, con sus intensos agentes y colores, y podría convertirse en roca y descansar para siempre frente al mar. Una parte de mí sigue todavía allí, entre el viento y el océano.
Desde este enlace puedes acceder a la primera parte del reportaje.
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Lydia González Zapata es directora de www.periodistafreelance.net
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