El pueblo cacereño de Granadilla, en el norte de la provincia, ubicado sobre un cerro de pizarras, a 116 kilómetros de Cáceres, a 290 de Madrid, a 114 de Salamanca, se ofrece como uno de los más encantadores, hermosos y sugestivos de Cáceres y España, que frecuentemente aparece en las listas de los rincones más atractivos. Un pueblo como fortaleza de estructura medieval, con la belleza de su raigambre enraizada con la historia.
Granadilla fue fundado en el siglo IX, durante el avance del califato, como recinto defensivo, en un enclave estratégico como el de la calzada romana conocida como Ruta de la Plata, una vía comercial entre lo que hoy es Asturias y Andalucía, rodeándolo de murallas. El pueblo fue conquistado en el año 1160 por las tropas cristianas del rey Fernando II de León, otorgándole el título de Villa.
Un pueblo que surgió con señalado carácter defensivo, por el que pareciera que no transcurre el tiempo. Una joya medieval, para el deleite de sus visitantes.
Su nombre inicial era el de Granada por la figura que se distinguía en la estructura física del pueblo con forma del fruto, y que, tras la conquista de la Granada andaluza por los Reyes Católicos, experimentó el cambio de denominación por el que es conocido desde finales del siglo XV.
Granadilla se encuentra cuajada de rincones recónditos, acaso fantasmales, por su completa despoblación, y hasta envuelto en un hálito de misterio. Una tierra de silencio y soledades, desde que el 24 de junio de 1955 el consejo de ministros decretara “la expropiación de la mayor parte del término municipal de Granadilla, incluido el casco urbano, a causa de la construcción del embalse de Gabriel y Galán”. Unas aguas que, según se expuso, anegarían el pueblo cacereño y sus tierras. Lo que provocó la indignación de los paisanos.
En 1961 comenzó el proceso de llenado del embalse. Con lo que se inició el cruel proceso del éxodo de sus vecinos, que finalizó en 1964 con el adiós del último habitante.
Sin embargo, con el paso del tiempo, como las aguas no llegaban a cubrir el pueblo, el mismo fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1980. Y en 1984 pasó a formar parte del Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados.
De ese modo Granadilla se fue rehabilitando paulatina y parcialmente. Al principio con una manifiesta polémica entre los nativos, partidarios de regresar a su pueblo, con Eugenio Jiménez a la cabeza, recientemente fallecido, y quienes trataban de revitalizar sus estructuras de reforma, pero sin su gente.
Así, con sus genuinos atractivos medievales, sitiado por las aguas del embalse, Granadilla se ofrece como un lugar turístico al que acuden numerosos visitantes ante la oferta de sus encantos, atractivos, misterios y la fascinante sinfonía simbólica de un pueblo deshabitado, en el que se escucha el latido del viento, se admira la fisonomía medieval del pueblo, se contempla el colorido y el fervor de los atardeceres y amaneceres.
Una villa que posee una fuerza admirable desde el pulso de las piedras y los paisajes, con sus bellezas a los cuatro vientos. De tal forma que, poco a poco, comenzó a iniciarse un desfile turístico con cientos de imágenes que llaman la atención entre el castillo, la muralla, la iglesia, y el recinto del pueblo amurallado, con miles de miradas sorprendidas, de estampas, panorámicas, fotografías, videos de un pueblo que algunos denominan fantasma, pero que se había convertido en el pueblo medieval más bonito de España.
Las gentes recorren las calles, la plaza, los espacios de Granadilla, a caballo de 1964 y la villa rehabilitada, asido a la historia su auge y esplendor medieval. Aunque, antes, el viajero, sorprendentemente, tiene que pedir cita y saber que, como los antiguos colmados, cierra un día por semana, y abre de martes a domingo, y, también desde el atardecer.
A raíz de la visita de cuantos se acercan a conocer Granadilla, la sorpresa y admiración aumentan por la hermosura que alberga en su interior, por las impresionantes panorámicas que emanan desde las almenas del castillo, por el vacío humano, por el silencio que se ofrece a todos en un hechizante abanico de sorpresas, enigmas, maravillas y, a la vez, como un museo palpitante de magia recorriendo sus espacios, lugares y rincones. Granadilla, un lujo de la historia medieval.
EL CASTILLO
El castillo de Granadilla se alza sobre una antigua alcazaba árabe y su construcción fue ordenada por García Álvarez de Toledo y Carrillo de Toledo, duque de Alba, en la segunda mitad del siglo XV, a cuya familia perteneció hasta 1893. El castillo cuenta con una torre central cuatro estructuras semicirculares, se encuentra protegido por una barbacana, dispone de escalera de caracol, es un tipo de castillo único en España, fue cárcel, tiene mazmorra, mereciendo la pena recorrer todo su interior. Supone una delicia sentarse en los graníticos bancos junto a los ventanales y observar el encanto de la inmensidad de la naturaleza, que se pincela en una acuarela gigantesca de colores que emanan del entorno.
LA IGLESIA
El siguiente paso para el deleite de los visitantes de Granadilla puede ser la iglesia de la Asunción, también reconstruida, en 1991, del siglo XV, en mampostería y sillería, con dos puertas. Una de estilo herreriano, y la otra, gótica, denominada “Puerta del Cierzo”. Un templo que solo se abre dos veces al año, gracias al empeño de Eugenio Jiménez, que logró reunir a algunos nativos el 15 de agosto, el día grande del pueblo, y el 1 de noviembre, día de los difuntos, para recordar a los familiares desaparecidos.
LA MURALLA
La muralla oval, de siete metros de altitud, levantada durante la dominación almohade, que rodea el pueblo, constituye la primera construcción defensiva del pueblo, siendo una de las mejor conservadas de España, con dos entradas: La principal, junto al Castillo; la otra, conocida como la Puerta de Coria. Merece la pena subir al adarve y recorrerla observando las panorámicas. Una muralla que se mantiene en pie con todo su sabor medieval.
LA PLAZA Y LAS CASAS SEÑORIALES
Posteriormente el viajero puede encaminar sus pasos a la Plaza Mayor, de la que parten o llegan todas las calles de la villa, en la que se levantan las mejores edificaciones de Granadilla, Allí se erigen unas casas señoriales y de raigambre, como es, por ejemplo, la Consistorial. Y ya, al tiempo, pasar la vista y contemplar otros edificios como el Juzgado de Primera Instancia, la Casa Rectoral, la Casa de los Arcos o la Casa de las Conchas, que solo sostiene la fachada.
LAS CALLES REHABILITADAS Y LAS CALLES ABANDONADAS
Recorriendo toda la villa, como echando un pulso a las emociones y al impacto del paso del tiempo, el viajero puede encontrarse con una serie de calles empedradas con cantos rodados, rehabilitadas, y con fachadas tintadas de vivos colores, que ofrecen una imagen llamativa y atractiva, con el sueño viajero de incorporarse, siquiera fuese un par de días, a disfrutar del sosiego y de la serenidad que transmiten esas viviendas envuelto entre la soledad de soledades.
También debe de visitarse la zona abandonada, deteriorada, misteriosa y rota de Granadilla, en la que la radiografía muestra las heridas de gravedad que asoman por sus paredes, sus balcones, sus ventanales, desgarrados.
DESDE LO ALTO DEL CASTILLO
El visitante no debiera irse de Granadilla sin subir hasta lo más alto del castillo y admirar y sorprenderse con unas espectaculares vistas con las aguas del embalse, los infinitos horizontes del entorno natural en medio de un arco iris de colores, los cielos, eternos, el variado muestrario de la arquitectura popular de la villa…
Y disparar decenas de veces su cámara fotográfica para llevarse consigo una serie de estampas como las vistas con los campos cuajados de olivares, segmentados de eucaliptos, barnizados de encinares, los atardeceres, los amaneceres, el vuelo del ánade real, del gavilán, de la calandria, del alimoche, del rico vergel de la naturaleza de la villa, de todo el pueblo, el galope huidizo del ciervo o el jabalí…
EL SILENCIO DE GRANADILLA
En Granadilla suele reinar el silencio. Un enriquecedor y misterioso silencio de un pueblo sin habitantes, sitiado por su marcada simbología. Del mismo modo que impone escuchar el silencio continuado, el silbido del viento, las pisadas del caminante, la magia de la soledad, entre lo fantasmal y lo enigmático.
Un lugar en el que, lamentablemente, tampoco se escucha una sola voz del paisanaje. Ni tan siquiera el chirriar de una puerta, la cháchara de unos paisanos, el rebuzno de un asno, el sabor de una partida de tute subastado, junto a un vaso de vino, ni el murmullo de los pequeños pueblos. Tan solo el canto de las aves, el silencio espiritual, impresionante, de la noche…
Cuando llega la hora del cierre del pueblo, qué contraste, los visitantes se marchan encantados de Granadilla.
Diríase, inclusive, que, en la villa medieval, a pesar del atronador silencio, emana,siempre, a cada instante, la inmensidad de la magia y hechizo medieval que asoma por todos sus rincones.
EUGENIO JIMÉNEZ, DEFENSOR DE GRANADILLA
Mientras el pueblo se rehabilitaba, con la presión del paisanaje que no podía regresar a su pueblo, Eugenio Jiménez, que emigró de Granadilla con once años, sentía las calles de sus correrías, el castillo misterioso, el aliento vital y niño, los ratos jugando al marro, las piedras lanzadas con el tirador a los gorriatos, el aula escolar, donde aprendió las primeras letras, los huertos familiares, el toque de la flauta y el tamboril en las fiestas… “Un proceso traumático no exento de polémica que aún perdura en el ánimo de quienes lo vivieron y sus descendientes”, como señala la página web oficial de Granadilla.
Hace veintitantos años Eugenio Jiménez creó la asociación “Hijos de Granadilla”, con el objetivo de aunar al paisanaje y reivindicar su derecho para regresar al pueblo, apelando a la injusticia que se cometió con ellos y señalando que “nos echaron alegando que el pueblo está más alto que la presa. Eran tiempos de dictadura y no teníamos derechos. Pero lo que de verdad me frustra es que en tiempos democráticos he estado luchando por la recuperación de Granadilla, y ningún gobierno nos ha escuchado”.
Llevó a cabo numerosas gestiones, destacando sus conversaciones con políticos extremeños, que le prometieron ayuda, pero que le defraudaron “completamente todos, por su falta de palabra, por su carencia de compromiso, porque al final, el cargo tira más que la tierra”, se lamentaba.
También alzó su voz en medios de comunicación que se llegaron hasta Granadilla interesándose por el pueblo más bonito de Cáceres. Inclusive la televisión inglesa BBC emitió en 2022 un reportaje con Eugenio como interlocutor de la queja colectiva sobre el fascinante pueblo fantasma.
En una de sus últimas entrevistas exponía: “Cómo ocurrió todo que, antes de desalojarnos, avisaron a los que tenían enterrados a familiares muertos hacía poco tiempo para que los trasladaran al cementerio nuevo, porque el antiguo se iba a inundar…!”. Y finaliza “tuvimos que emigrar los vivos y los muertos”.
En ese nuevo cementerio hace unos días se quedaba, para la eternidad, Eugenio Jiménez Rodríguez.
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Fotografías: Turismo de Extremadura, web oficial de Granadilla, Ministerio de Transición Ecológica, Canal Extremadura.
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