Dirigimos nuestros pasos a la cuna de la moussaka y el sirtaki. Estas pistas no nos dejan duda del destino que nos espera. Viajamos a Grecia, concretamente a un punto del país heleno que nos saluda rodeado por las cristalinas aguas del mar Egeo. Visitamos la tierra que vio nacer al gran pintor Doménikos Theotokopoulos, El Greco.
La isla de Creta, con capital en Heraklion, es la más grande de las islas griegas. Con una superficie de más de 8.000 kilómetros cuadrados, cuenta con una población aproximada de 700.000 habitantes.
Disfruta de un clima típicamente mediterráneo, que favorece la proliferación de los olivos en la zona, y sus preciosas playas han propiciado que la isla se haya desarrollado como una importante industria turística que mueve anualmente a millones de visitantes.
Un pequeño vistazo histórico
Creta fue el centro de una próspera civilización llamada "minoica", contemporánea de Egipto y Mesopotamia. La especial situación geográfica de este territorio y el paso de diferentes culturas han determinado su historia, sus mitos y sus tradiciones.
Esta zona de Grecia conoció su esplendor durante la época de los venecianos y su decadencia coincidiendo con el dominio turco, etapas de su historia que quedan reflejadas en las preciosas calles de la ciudad de Heraklion, convirtiéndola en una de las capitales más atractivas del Mediterráneo.
Heraklion: a la búsqueda del minotauro
La capital de Creta está llena de vitalidad y es el centro económico de la isla. Su núcleo histórico está rodeado de murallas venecianas y su animado puerto es una antigua fortaleza del siglo XVI, que en época de los turcos fue utilizada como prisión y que actualmente es uno de los puntos más activos y bulliciosos de la ciudad.
Es obligada una visita al Museo Arqueológico, que conserva objetos y obras clave del período minoico. Después de contemplar estas piezas imprescindibles que nos ayudarán a entender la esencia de la antigua civilización minoica, que lamentablemente fue arrasada por la pavorosa erupción del volcán de Santorini alrededor de 1.600 años antes de Cristo, no podemos dejar de acercarnos al maravilloso palacio de Cnosos, a unos cinco kilómetros al sur de Heraklion, el punto más representativo de la desaparecida civilización.
Según la mitología minoica, el rey Minos encerró en los laberintos del palacio de Cnosos al terrible minotauro, un monstruo con un apetito voraz que cada cierto tiempo reclamaba el sacrificio de algún ateniense.
El valiente joven Teseo se ofreció para acabar con la vida del minotauro, tarea nada fácil si tenemos en cuenta que resultaba imposible escapar del laberinto. Ariadna, hija del rey Minos, ofreció al joven su ayuda a cambio de que éste se casara con ella. La princesa entregó un ovillo a Teseo y, tras matar al minotauro, lo fue enrollando hasta encontrar la salida del laberinto.
En este punto de la historia todo nos invita a pensar que ambos se casaron y fueron felices, pero no fue así porque el héroe Teseo acabó abandonando a Ariadna. Afortunadamente, ésta no se amilanó y rápidamente buscó el amor entre los brazos del gran Dionisos, el dios del vino, las fiestas y los excesos. Sin lugar a dudas, la joven princesa salió ganando.
Rethymnon y Agios Nikolaos
Rethymnon es una antigua ciudad de calles estrechas, palacios venecianos y minaretes turcos. Es la tercera ciudad más poblada de la isla. Su casco antiguo se nos presenta muy bien conservado y su acogedor puerto veneciano luce orgulloso pequeñas barcas y veleros de llamativos colores. Además, goza de un bonito paseo marítimo en el que encontramos diferentes hoteles y restaurantes.
Esta ciudad está llena de encanto y se considera uno de los centros culturales de la isla. Es un placer pasear por sus mercadillos de frutas, verduras y alimentos frescos y pasarse por sus típicas tabernas en las que se puede disfrutar de algunos de los platos más típicos de la zona.
A lo largo de su historia Rethymnon ha sido asaltada y saqueada en varias ocasiones, una de ellas a cargo del mismísimo pirata Barbarroja.
Seguimos paseando por Creta para llegar a la zona oriental de la isla. Allí nos espera Agios Nikolaos (San Nicolás), encantadora ciudad situada junto a la magnífica Bahía de Mirabello. Esta población disfruta de un pintoresco puerto y un pequeño y coqueto lago circular en medio de la población llamado Voulismeni. Cuentan las leyendas mitológicas que las diosas Atenea y Artemisa se bañaron en las aguas de este magnífico lago.
Agios Nikolaos está llena de vida. Lo comprobaremos recorriendo sus calles llenas de tabernas, restaurantes y tiendas. Aquí los más noctámbulos están de suerte, porque la actividad nocturna de la ciudad es muy intensa y animada.
Isla: porción de tierra rodeada por agua por todas partes
No olvidamos que Creta es una isla, es decir, que el mar nos rodea y las playas se configuran como otro de los grandes atractivos de nuestra aventura helena.
En Creta hay playas para todos los gustos. La de Vai es una de las más exóticas. Se encuentra a unos 90 kilómetros de Agios Nikolaos y está rodeada por un extenso palmeral que se ha convertido en un ecosistema único en Europa.
En otra región de la isla, la de Chania, también nos aguardan playas sorprendentes. Las de la Bahía de Balos nos ofrecen una arena de color rosado y un increíble mar turquesa.
Por cierto, Creta cuenta con muy buena combinación con la bella isla de Santorini. Este lugar es como un pequeño paraíso mediterráneo en el que predominan los colores blanco y azul. Una maravilla que bien merece una excursión en alguno de los pequeños cruceros que salen constantemente para conectar ambas islas.
Un lugar para comer como dioses
La dieta mediterránea exhibe todos sus encantos en esta isla griega. El aceite de oliva, el perfume de las hierbas aromáticas, el toque ácido del limón, el apetitoso cordero o el suave yogur son algunos de los sabores que llegarán a nuestro paladar en este punto del planeta. También hemos de saborear una buena moussaka, por supuesto. Es uno de los platos tradicionales del país y se elabora con capas de pasta en las que se intercala berenjena, salsa bechamel y carne. Para terminar, nada mejor que un buen café al estilo griego: fresquito y con mucha espuma, al estilo frapé, muy negro y en vaso generoso. ¡Una delicia!
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Con el estómago bien saciado nos despedimos de Creta prometiendo volver. Para que la despedida sea más llevadera, bailamos al ritmo de un sirtaki y brindamos con una copita de ouzo, un licor típico de considerable graduación. ¡Yásas!
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