Las islas Gambier conforman el archipiélago más remoto, menos poblado y más virgen de las islas de Tahití. Los lugareños han preservado en este recóndito paraíso su modo de vida tradicional y su patrimonio natural. Entre sus tesoros culturales se encuentra, por ejemplo, la imponente catedral de San Miguel, construida con bloques de coral y decorada con nácar y perlas. Además, aquí se cultivan las perlas más cotizadas del mundo.
© Grégoire Le Bacon
Al sureste de las islas de Tahití se alza un enclave remoto y prácticamente desconocido: el archipiélago de las islas Gambier. A 1.600 kilómetros del bullicio de Tahití, estas cinco islas, rodeadas por una docena de 'motu' (pequeños islotes de arena coralina) ofrecen una experiencia única, donde la autenticidad, la cultura y la naturaleza virgen se entrelazan en un entorno de belleza incomparable
Las perlas más codiciadas del Pacífico
Llegar a las islas Gambier es toda una aventura. Desde Papeete es posible volar directamente hasta el motu Totegegie, donde se encuentra el aeropuerto. De allí, un corto viaje en barco trasladará al visitante hasta el pintoresco pueblo de Rikitea, ubicado en la isla principal de Mangareva. Al sobrevolar el archipiélago, el visitante puede disfrutar de unas vistas asombrosas: playas de arena blanca, montañas exuberantes y una laguna de un azul cristalino que dan la bienvenida a este paraíso único en el mundo.
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Mangareva, la mayor de las islas, alberga una rica historia y es famosa por la perla de Rikitea, uno de los tesoros más codiciados del Pacífico. El cultivo de perlas, junto con la pesca, son el principal modo de vida de sus lugareños, y ambas actividades forman parte de sus costumbres ancestrales. Visitar las granjas de perlas es una actividad imprescindible para conocer los singulares detalles de su cultivo y la calidad excepcional del producto resultante.
Esnórquel, senderismo y playas vírgenes
Para los amantes de la naturaleza, las islas Gambier son un sueño hecho realidad. Las rutas de senderismo en Mangareva culminan en los picos de las montañas Duff y Mokoto, dos de los puntos más altos de todo el archipiélago. Desde sus cimas es posible vislumbrar unas vistas panorámicas sobre la isla y la laguna.
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Otra forma de descubrir el archipiélago es embarcarse en una excursión en barco por la laguna para visitar las islas de Taravai, Mekerio y Aukena. Sus acantilados escarpados y sus playas desiertas son el escenario perfecto para relajarse y practicar esnórquel, mientras se admira la rica vida marina que albergan sus aguas cristalinas.
La iglesia más grande de las islas de Tahiti
Las islas Gambier no son solo un paraíso natural, sino también un baluarte de los vestigios coloniales de las islas de Tahití. En Rikitea destaca la majestuosa Catedral de San Miguel, construida en 1848 con bloques de coral, decorada con nácar y perlas. Esta iglesia, la más grande de toda la Polinesia Francesa, es un testimonio vivo de la influencia de los misioneros católicos que llegaron al archipiélago en el siglo XIX.
Además, los isleños conservan con celo sus tradiciones artesanales. Generación tras generación, se ha transmitido el arte del tejido de 'kaka’o', una técnica de trenzado que utiliza hojas de pandano para elaborar sombreros y cestas adornadas con perlas negras.
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Un destino para viajeros en busca de autenticidad
Lejos de las rutas turísticas habituales, en las islas Gambier los turistas se hospedan en pensiones familiares, donde viven en primera persona la genuina y cálida hospitalidad de los tahitianos. En ellas pueden degustarse las especialidades locales, preparadas de forma casera, como el 'korori' (músculo de la ostra perla) y el 'poison cru' (pescado crudo), toda una delicia.
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