Nuestros pasos se dirigen a Kastoriá, una pequeña ciudad situada en el norte de Grecia, ubicada en una bonita península envuelta por las aguas del lago Orestiada y rodeada de bellas montañas. Esta pintoresca población se mantiene alejada del bullicio del turismo de masas y es considerada por los griegos como uno de los lugares más bellos del país heleno. Sus barrios conservan el sabor de antaño y está repleta de pequeñas callejuelas con encanto, casas nobles y muchas iglesias bizantinas, algunas de ellas se remontan al siglo IX y conservan frescos excepcionales.
En el siglo XVII existía una gran población de castores en la zona –de ahí el nombre de la ciudad-, por lo que el comercio y la artesanía de la piel se convirtieron en la base de la floreciente economía de Kastoriá. Sin embargo, dos siglos más tarde el número de estos animales disminuyó considerablemente. A pesar de esto, hoy en día la población sigue ligada a la industria de la piel, aunque con un volumen de producción mucho más local.
Existe una fusión evidente entre la población y el lago Orestiada. Ambos forman un conjunto fascinante. En torno a las aguas del lago se concentra un buen número de restaurantes, cafés y pequeñas tiendas que proporcionan al lugar un ambiente encantador y lleno de vida. Cuando llega el invierno, la visión del lago y la nieve ofrecen una imagen de postal bellísima.
En Kastoriá la tradición navideña está marcada por una antigua ceremonia llamada Ragoutsaria, una especie de carnaval cuyos orígenes se remontan a las antiguas fiestas dedicadas a Dionisos, el dios griego del vino y del placer. La fiesta tiene sus días grandes entre el 6 y el 8 de enero, jornadas que representan un punto culminante tras la celebración de los doce días dedicados al tiempo de Navidad. Participan todos los barrios de la ciudad, que van formando sus grupos acompañados de bandas de música con las que desfilan por toda la población, yendo de casa en casa, pidiendo dulces y vino. Todo el mundo luce sus disfraces entre bailes y cantos.
Ragoutsaria, la palabra que da nombre a esta antigua fiesta, significa mendigo, cuestión que nos remonta a los orígenes, cuando los más pobres de la población se vestían con extraños ropajes y cantaban ante las puertas de las casas pidiendo comida.
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