Cómo no empezar por Marrakech, también llamada la Perla roja, quizás la ciudad más visitada de Marruecos y la más idealizada del país. Es imposible en este primer artículo conseguir hablar de ella al completo, pero iremos conociéndola poco a poco. Marrakech significa ‘Tierra de Dios’ y es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Fue fundada en 1062 por los almorávides. La ciudad nació dada su importancia geográfica, ya que era zona de paso de la ruta caravanera proveniente del África.
La ciudad -a partir de ahora medina- básicamente está compuesta de 5 barrios. La medina antigua, que es dónde se ubican los zocos y la famosa plaza del Yamaa el Fna, Gueliz, el barrio nuevo y moderno construido durante la década de los años 30 por los franceses, el Hivernage, que es un barrio residencial, el Palmeraie, que vendría a ser el Beverly Hills de Marrakech, y por último el barrio judío, llamado la Mellah.
Vamos a centrarnos en la famosa plaza del Yamaa el Fna, el monumento más visitado de Marruecos. Es el lugar más emblemático y se levanta a escasos metros de la mezquita de la Koutubia, dejando expuesto su minarete desde cualquier rincón de la plaza. En 2001 se declara Patrimonio de la Humanidad. No queda claro de donde proviene su nombre, hay alguna hipótesis que dice que significa 'asamblea de aniquilación' y era el lugar dónde se condenaba a los que delinquían.
La plaza hay que vivirla, durante el día tiene una dinámica y por la tarde se transforma totalmente. La medina tarda en despertarse pero en el momento en el que lo hace no para. Durante las mañanas nos vamos a encontrar con las paradas de zumos, las tatuadoras de henna, los adiestradores de monos, los encantadores de serpientes, los aguadores, los músicos gnawa, vendedores de aceites e inciensos… La plaza tiene un sonido particular, es una ebullición continua. A partir de las tres de la tarde, empieza a generarse otro tipo de movimiento, llegan los puestos ambulantes de comida, puestos efímeros que cada día se montan y se desmontan. A partir de las cinco de la tarde, aproximadamente, la plaza empieza a humear, los olores se entremezclan: cordero asado, caracoles, cabezas de cordero, pescado… y los espectáculos van cambiando poco a poco, se empieza a llenar de atracciones, como la pesca de la botella, trileros, cuenta cuentos, combates de boxeo, acróbatas y muchos músicos gnawa. Es un estímulo continuo para todos los sentidos.
Es mi responsabilidad decir que la plaza es una trampa, está pervertida. En un primer momento embauca por su exotismo, especialmente a los que venimos de occidente, pero la plaza es un parque temático que da trabajo a mucha gente. Es invasiva y hay momentos en los que sin tú quererlo te encuentras con 3 monos encima, 2 boas y un tatuaje de henna que tú no has pedido, y 3 marroquíes gritándote para que les pagues. Los músicos, en cuanto detectan que hay una cámara de hacer fotos, paran la música y te piden la friolera de 50 dh -5 euros-. El acoso cuando pasas por las paradas de comida llega a ser surrealista, pueden llegar a insultarte y todo si no paras a comer.
Todo esto ha cambiado recientemente por la denuncia de un turista al que pidieron 45 euros por hacer una foto a un encantador de serpientes. Tuvo que pagar, dada la intimidación al que lo sometieron, y después denunció a las autoridades y al consulado, de tal manera que las autoridades marroquíes se han puesto las pilas y han establecido unas normas. A partir de ahora, en la plaza y alrededores los precios tienen que estar escritos, las tatuadoras de henna no pueden ir con el jihab y su cara tiene que estar descubierta.
Los alrededores de la plaza están llenos de cafés y de terrazas panorámicas, lugares donde los precios están muy inflados, cosa que es normal, ya que la ubicación bien lo merece y, la verdad, estar en una terraza tomando un té a la menta o un café no tiene precio. Los más míticos son el Café du France, el Argana y el Gran Balcón Café Glacier, pero hay muchos más con unas panorámicas increíbles. Una de las horas más bonitas es el atardecer, porque la plaza está en su máxima ebullición y la caída del sol detrás de la Koutubia es espectacular.
Así que armaos de paciencia en la plaza, sentaos tranquilamente a tomar un café y observad el movimiento: vendedores de relojes, gafas de sol, camisetas, imanes, limpiadores de zapatos y un largo sinfín. La experiencia es única. No os dejéis intimidar por los actores de la plaza y todo irá la mar de bien. Tampoco os recomiendo que os hagáis un tatuaje de henna, ya que proviene de una planta natural y las señoras de la plaza lo mezclan con algo que es muy corrosivo para la piel. Y qué deciros de los puestos de comida… pues que en Marrakech tenéis muchas más opciones para comer.
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