Nos adentrarnos en un territorio desbordante de vida y belleza. Estamos en el destino ideal para todos aquellos que quieren experimentar una nueva cultura, que adoran la naturaleza y que buscan nuevas experiencias y aventuras. Es la tierra de los mil paisajes y todos ellos nos dejarán boquiabiertos: selvas tropicales, impactantes montañas, volcanes, playas de postal…
Visitamos Nueva Zelanda, la cuna de la cultura maorí, de la impactante danza Haka de los Alls Blacks y de los pájaros kiwi. Queremos explorar uno de los paisajes más curiosos de este punto del planeta. Para ello nos acercamos a la península de Otago, aunque en esta ocasión no vamos buscando la contemplación de los simpáticos pingüinos que por allí residen. En realidad queremos pasear por la bonita playa de Koekohe, situada en el sureste del país. Nuestra intención es comprobar en primera persona cómo es el aspecto de las famosas piedras de Moeraki.
Moeraki es una pequeña localidad en cuya playa, la de Koekohe, residen unas curiosas formaciones de rocosas de forma esférica que salpican la arena en este punto de Nueva Zelanda. Si ponemos a funcionar nuestra imaginación, a primera vista pueden parecernos grandes huevos de dinosaurio, de dragón o de algún voluminoso animal prehistórico.
Según una leyenda maorí, las enormes y redondas piedras son elementos sagrados que corresponden a las cestas que contenían los alimentos en una canoa mítica que un antiguo pueblo de aquel territorio construyó con el fin de embarcarse y explorar las tierras cercanas. La canoa naufragó y las cestas y algunas calabazas que había en ellas quedaron repartidas por la playa.
Pero los balones pétreos de Moeraki son en realidad unas concentraciones cálcicas que datan de hace millones de años y que han sido labradas por el efecto de los elementos siguiendo un proceso similar al que se produce en la formación de una perla.
Estas singulares rocas, con aspecto de mayúsculas canicas que algún gigante dejó olvidadas sobre la arena, pesan varias toneladas y pueden alcanzar una altura de más de dos metros. Se encuentran protegidas dentro de los límites de una reserva natural y son un exótico espectáculo visual que se ha convertido en uno de los mayores reclamos turísticos de este territorio.
Revista Viajes y Lugares
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