Dormirse conduciendo, aunque sean unos escasos segundos, puede poner en serio peligro al conductor y a sus acompañantes. Ir por una autopista a 120 km/h y pegar una cabezada de dos segundos, por ejemplo, supone recorrer una distancia equivalente a dos campos de fútbol sin control. Por lo tanto, el sueño es uno de nuestros principales enemigos cuando nos ponemos al volante.