Kinderdijk se encuentra en los Países Bajos, a menos de hora y media de distancia por carretera de Ámsterdam, la capital del país. Este pintoresco rincón neerlandés no solo es famoso por su belleza natural, sino también por su sistema de gestión del agua, crucial para la supervivencia de sus pobladores a lo largo de los siglos, del que permanecen como testigos 19 molinos de viento construidos en el siglo XVIII.
Hace tres siglos Formentera era conocida como la ‘isla del trigo'. Y es que –a sus paradisíacas playas de aguas cristalinas, sus dos mágicos faros y su salvaje entorno que tanto atrapan al visitante– une media docena de molinos de viento perfectamente integrados en su paisaje. Forman parte del patrimonio etnográfico de la menor de las Pitiusas y son testimonio de la importancia que tuvo el trigo, para obtener el pan. Un paseo para descubrirlos es otra manera de inhalar la más pura esencia rural de una isla respetuosa con el medio ambiente.
Los molinos de viento de Consuegra, declarados Bien de Interés Cultural, fueron en su día útiles construcciones que se utilizaban para moler el grano y convertirlo en harina. Hoy nos ofrecen una encantadora imagen, una romántica estampa que forma parte de la Ruta del Quijote.