Los Países Bajos, con sus extensos campos de tulipanes, encantadores canales y ciudades pintorescas, nos esperan. En este fascinante rincón de Europa, la provincia de Holanda Meridional guarda un tesoro que ha resistido el paso del tiempo y las mareas: Kinderdijk, un pintoresco pueblo neerlandés que nos recibe cautivándonos con su combinación única de historia, tradición y una colección impresionante de molinos de viento.
Kinderdijk se encuentra estratégicamente ubicado en la confluencia de los ríos Lek y Noord, en la región de Alblasserwaard, a menos de hora y media de distancia por carretera de Ámsterdam, la capital del país. Este pequeño rincón de los Países Bajos no solo es famoso por su belleza natural, sino también por su sistema de gestión del agua, que ha sido crucial para la supervivencia de sus pobladores a lo largo de los siglos.
La historia de Kinderdijk se remonta al siglo XIII, cuando los residentes locales comenzaron a construir diques y canales para controlar el agua que amenazaba constantemente sus tierras bajas. Estos valientes esfuerzos dieron lugar a un ingenioso sistema de gestión del agua que ha sido crucial para la protección de la región contra las inundaciones.
Pero lo que realmente distingue a Kinderdijk y le confiere un encanto único son sus molinos de viento. En este punto del planeta, 19 molinos majestuosos, construidos entre 1738 y 1740, se alzan como testigos silenciosos de la tenacidad humana y la lucha contra las fuerzas de la naturaleza. Estos molinos fueron levantados con un propósito claro: bombear el exceso de agua de los pólderes circundantes hacia el río, evitando así inundaciones catastróficas.
El nombre "Kinderdijk" tiene un significado realmente curioso. Se traduce literalmente como "la colina de los niños". La leyenda detrás de este nombre nos cuenta que, después de una gran inundación en el siglo XV, un bebé fue encontrado en una cuna flotante en este lugar. Este hallazgo milagroso llevó a la comunidad a nombrar la zona como "Kinderdijk", en honor al niño que sobrevivió a las turbulentas aguas.
Pasear por Kinderdijk es un auténtico placer y toda una experiencia. Los molinos de viento, con sus velas giratorias, danzan al ritmo de la brisa, creando un espectáculo visual que nos transporta a otros tiempos. La rueda de paletas, el corazón de estos gigantes de madera, se mueve con eficiencia, mostrando la maestría de la ingeniería neerlandesa de la época.
Durante la primavera, en Kinderdijk se celebra un evento que permite a los visitantes explorar el interior de varios molinos de viento. Es una oportunidad única para sumergirse en la historia y la funcionalidad de estas emblemáticas estructuras, ofreciendo una experiencia más íntima con el pasado de Kinderdijk.
En 1997, Kinderdijk y sus molinos fueron reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un merecido tributo a la importancia histórica y cultural de este lugar único. Este título no solo consagra la destreza arquitectónica de los molinos, sino también su papel vital en la preservación de la identidad neerlandesa.
Más allá de la ingeniería y la historia, Kinderdijk nos ofrece la oportunidad de sumergirnos en la cultura local. La hospitalidad neerlandesa se manifiesta en los encantadores cafés y tiendas del pueblo, donde podemos degustar delicias locales y adquirir recuerdos para guardar la esencia de este lugar en nuestra memoria.
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