Al iniciar la maniobra de acercamiento al aeropuerto, penetra en nuestra mente la inmensa bahía de Argel. Brilla la superficie del agua por la acción generosa del sol. Los barcos parecen carecer de interés en moverse por la superficie de plata abrigada por los extremos protectores de ese arco de mar. Hércules estaría orgulloso de la ciudad que fundara, según la leyenda. Algo especial ofrecerá si un portentoso héroe la apadrinó.