Célebre, famoso, envidiado, premiado o admirado son palabras que pueden aplicarse a uno de los más conocidos quesos del mundo. Me refiero al Gruyère, sin lugar a dudas uno de los más sobresalientes quesos de leche de vaca que he probado en mi vida.
Esta delicia suiza, procedente del cantón de Friburgo, es el resultado final de numerosas circunstancias. Entre ellas, la calidad de la leche de las vacas, el cuidado de estos animales, los pastos de esas tierras, el tiempo de cocción de la leche, el proceso de maduración o la centenaria tradición quesera que con el transcurso del tiempo se ha ido puliendo, perfeccionando y mejorando. En definitiva, todo parece aliarse para entrar en este olimpo gastronómico degustando tan inigualable producto.
Su peculiar forma redonda, su grosor y dimensiones, ese característico sabor intenso (especialmente el más curado), la finura de su aroma, su particular color amarillo pálido y el mimo con el que se trabaja hasta que llega a la boca del comensal hacen que este producto sea realmente único.
Ahora bien, si hay, además de acercarse a una quesería tradicional de toda la vida, un lugar en el que empaparnos de esta filosofía gastronómica llamada Gruyère es “La Maison du Gruyère”.
Desde esta página os invito que a que conozcáis este museo dedicado íntegramente a uno de los más famosos productos lácteos. Por apenas 10 francos suizos te sumergirás, gracias a las últimas tecnologías (videos, exposiciones, presentaciones, etc.), en este “mundo Gruyère” para conocer su pasado, su presente y el prometedor futuro que le espera. Todo de ello, naturalmente, acompañado de una buena degustación que no puedes pasar por alto para apreciar los diferentes matices y aromas que van aflorando según avanza su maduración.
Además, podrás ver in situ cómo se elabora. Desde el proceso de cocción de la leche hasta el lugar donde descansan en el más absoluto silencio durante meses (con controles constantes de humedad y luminosidad).
Unas audio/guías de apoyo en varios idiomas (entre ellos, el castellano) te harán más cómodo el trayecto permitiendo, a la vez, conocer simpáticas curiosidades como los kilos de hierba que come una vaca al día por estas tierras, la cantidad de leche que se necesita para conseguir un kilo de este queso o los tiempos que se consideran óptimos para la maduración en función del tipo que se elabore.
Se trata de un museo muy frecuentado por los turistas que, según me comentaron, va a sufrir un gran proceso de ampliación. Ha tenido tanto éxito que, al parecer, se está quedando pequeño.
Suiza es uno de esos países donde el queso es parte de su forma de vida y el Gruyère tiene un lugar privilegiado en ese altar gastronómico.
Por cierto, combina perfectamente con un buen vino. En esta ocasión, voy a recomendarte un blanco de estas tierras. Concretamente, ya que estamos en este cantón, un blanco de la zona vitivinícola de Vully.
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