El malagueño Ignacio Dean, de 35 años, ha sido el primer español en realizar la aventura, por no decir proeza, de dar la vuelta al mundo caminando. Una apasionante travesía de 33.000 kilómetros que le llevó por 31 países “viviendo con lo que cabe en un carrito”, lavando la ropa “a mano”, “durmiendo en el suelo” y duchándose “con agua fría”.
En la entrevista, Dean nos comenta que en los tres años que duró su viaje entre los meses de marzo de 2013 y de 2016 llegó a “temer” por su vida y a plantearse “seguir jugándosela por un sueño”. “Me asaltaron en Lima, contraje la fiebre chikungunya en Chiapas, mi viaje estuvo a punto de acabar en la frontera entre Armenia e Irán (…) Sin embargo, siempre tuve muy claro que hasta que no alcanzara mi objetivo no iba a cejar en el empeño.”
Para el protagonista de esta historia, “el mayor tesoro” del viaje ha sido haber conocido a “la Humanidad”, con mayúscula: “Es un privilegio comprobar cómo, independientemente de la nacionalidad, la religión y las ideologías políticas, la inmensa mayoría de la gente es buena”.
Tras “miles de experiencias” únicas, Dean se ha convertido en “una persona mucho más consciente de quién es, qué quiere, de lo valioso que es el tiempo y el regalo que es la vida”. Su principal conclusión tras dar la vuelta al planeta es que “el mundo es un hermoso lugar que merece la pena cuidar”.
Fruto de su azaña y de las incontables vivencias que ha tenido, ha escrito el libro “Libre y salvaje. La gran aventura de la vuelta al mundo a pie” (Zenith, abril de 2017), que presenta estos días en toda España.
Una entrevista de Daniel Laseca y Guillermo Peris.
Guillermo: ¿En qué momento de tu vida decides que quieres dar la vuelta al mundo caminando? ¿Qué te motivó a llevar a cabo semejante reto?
Tras un año dándole vueltas, en verano de 2012 tomé la decisión con la convicción y la determinación que requiere un viaje de esta envergadura. Este viaje es mi canto a la vida y la libertad, es un milagro estar vivos y creo que el sentido de la vida es luchar por nuestros sueños.
Daniel: ¿Tenías la ruta y el tiempo preestablecidos desde el principio, o como buen caminante has hecho camino al andar?
Antes de comenzar, elaboré un itinerario y un calendario provisionales que sobre la marcha fui modificando.
Daniel: Has hecho 33.000 km, pero ¿todos caminados? ¿Cuánto te ayudaste de vehículos?
Absolutamente todos recorridos con mis pies. Esa es la dificultad y el reto, sin coches, ni trenes, ni motos, ni bicicletas…Guillermo: Dices que en Australia viviste la auténtica aventura “libre y salvaje” que esperabas. Cuéntanos un poco cómo fue tu experiencia por allí.
Fueron más de 4.000 kilómetros de Darwin a Sidney en menos de tres meses, que era el tiempo de mi visado, lo que me obligó a realizar jornadas de 50 kilómetros todos los días sin descanso y en cualquier circunstancia. Las especies más venenosas de serpiente y araña están en Australia, varias noches me despertaba en mitad de la madrugada con dingos aullando alrededor de mi tienda de campaña, aborígenes, cielos estrellados, soledad por inmensas llanuras, desierto… Partía de Darwin aseado y con mis zapatillas nuevas, y llegaba a Sidney sólo tres días antes de que expirara mi visado con barba, las manos con sabañones y la ropa raída como un auténtico naúfrago.
Daniel: Por lo que he leído, te quedaste casi dos meses en México DF en casa de un amigo y escribiste que te dio tiempo a conocer el país mejor que muchos nativos. ¿Crees que el mejicano medio conoce bien su país o que sus verdaderas preocupaciones son otras?
En el país de México estuve seis meses. Cuatro los empleé en atravesar el país a pie y recorrer los estados de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Veracruz, Tabasco, Quintana Roo… Los otros dos meses que estuve en DF los aproveché para conocer infinidad de lugares como Puerto Escondido, Real de Catorce, Morelia en Michoacán, ascender al volcán Paricutín y Nevado de Toluca, visitar Teotihuacán, el museo de Frida Khalo… Viajar a pie es la mejor manera de conocer los países y regiones que atraviesas, pues reparas en infinidad de detalles que pasan desapercibidos en otros medios de trasporte: comes en los puestos por la calle, hablas con la gente, te invitan a sus casas, visitas lugares de interés turístico, documentas el estado medioambiental de los ecosistemas que atraviesas, duermes en templos, comisarías de policía… México es un país de 120 millones de habitantes con una gran variedad y riqueza cultural, gastronómica, y como en todos los lugares hay gente más y menos conocedora de su tierra. De lo que no me cabe duda es de que el mexicano es una persona orgullosa de su tierra, su origen y sus raíces.
Guillermo: Comentas que presenciaste un atentado terrorista en Bangladesh y que enfermaste defiebre chikungunya en el viaje. ¿Llegaste a temer por tu vida? ¿Pensaste en tirar la toalla en algún momento?
Es imposible dar una vuelta al mundo a pie y que no te pase nada. Esta aventura tiene un lado muy romántico y otro muy duro y sacrificado. Es un viaje peligroso en el que un pequeño error te puede salir muy caro, por lo que apenas puedes relajarte. Cuando lo hice, me asaltaron en Lima, contraje la fiebre chikungunya en Chiapas, mi viaje estuvo a punto de acabar en la frontera entre Armenia e Irán… Vives situaciones delicadas en las que temes por tu vida y que en ocasiones te hacen pensar qué sentido tiene seguir jugándose la vida por un sueño. Sin embargo, siempre he tenido muy claro que hasta que no alcanzara mi objetivo no iba a cejar en el empeño.
Daniel: Para mí tu viaje representa la esencia de la diferencia entre el “ser” y el “estar”. Has estado en muchos sitios, ¿pero en cuántos has “sido”?
El buen viajero ha de fundirse con las costumbres de los lugares que recorre, desde el respeto y el interés. Caminar es la manera más auténtica de realizar esa inmersión, fundirte con las culturas y mimetizarte con el entorno, en parte, porque en ocasiones es la única manera de sobrevivir. He comido sentado en el suelo en hogares persas, me han abierto las puertas de sus casas refugiados de la guerra de Siria en Armenia, he dormido en templos budistas, he probado la ayahuasca con una chamana shipiba en Perú, un monje hindú me ha pintado un lunar rojo en la frente para protegerme de los espíritus por la noche en la India, he hablado con aborígenes australianos, he pasado noches bajo los inmensos cielos estrellados del desierto de Atacama, estuve frente a un rinoceronte en las junglas del sur de Nepal, he caminado rodeado por niños entre las cabañas de Bangladesh… y miles de experiencias que hacen que cada momento, cada persona, cada paisaje, sean únicos y te encuentres en un constante estado de conmoción, donde el “ser” y el “estar” van de la mano.
Daniel: Tras leer tu hoja de ruta, veo que en la mayoría de los sitios has estado un día, posiblemente unas horas, ¿qué te aporta eso?
La medida del tiempo es muy subjetiva. Cada día es una aventura, sé donde me levanto pero no dónde me voy a acostar, qué gente voy a conocer o qué peligros van a acechar en el camino. Cada día tiene una intensidad jamás imaginada. Los días son meses, y los meses años. No es la duración del tiempo, sino las cosas que te ocurren y la intensidad con que lo vives. El tiempo se dilata tumbado bajo la noche estrellada, y en apenas un segundo te pueden quitar la vida.
Daniel: Hace unos meses un empresario chino gratificó a sus empleados con un viaje a España. Estaba todo organizado y estuvieron apenas cuatro horas en Toledo. Se ve la imagen de miles de chinos sacando fotos a la vez. ¿Qué te aparece esa forma de viajar?
Horrible. Contemplamos el mundo como espectadores a través de una pantalla y no como un lugar al que pertenecemos. Sin duda, España es un destino muy interesante, pero no creo que ir corriendo y sacando fotos sea la mejor manera de conocer un lugar.
Daniel: ¿No crees que la gente suele viajar demasiado más pendiente de coleccionar sellos y fotos que de relacionarse y conocer realmente el lugar y su gente?
Hay muchas formas de viajar. En Europa hay con frecuencia un cierto etnocentrismo que nos hace visitar los lugares con aires de superioridad. Pero a mi me interesa un turismo responsable, respetuoso con el lugar que se visita, sus tradiciones, costumbres y paisajes.
Daniel: ¿Crees que tu experiencia puede fomentar esa forma cuantitativa de viajar?
Mi aventura es un retorno a la sencillez y a las raíces, otro tiempo, una manera diferente no sólo de viajar, sino de vivir, de demostrar que se puede ser feliz con muy poco. Mi reto no tiene nada que ver con hacer turismo, sueles estar en zonas muy inhóspitas y rurales donde te fundes con la naturaleza y las culturas, un camino por el que va aflorando el instinto y el espíritu de supervivencia.
Daniel: Muchos se sorprenderán y admirarán tu viaje, ¿pero realmente a cuánta gente has podido conocer, con cuánta has podido relacionarte, de cuánta has podido escuchar sus problemas, sus sueños, como seguramente ellos hayan escuchado y visto el tuyo?
Miles de personas. Ni te imaginas la cantidad de gente que he conocido, cuántas se han acercado a saludarme, hablar conmigo, contarme su vida, algunas incluso han caminado a mi lado. La Humanidad es el mayor tesoro de mi viaje. Es un privilegio comprobar cómo, independientemente de la nacionalidad, religión y las ideologías políticas, la inmensa mayoría de la gente es buena. He compartido mesa con médicos, cónsules, periodistas, chamanes, obreros, curas, abogados, músicos, ingenieros, vagabundos, empresarios, escritores, viajeros…
Daniel: No sé si recuerdas el Don Juan de Zorrilla, dónde decía “tres días para enamorarlas, y unas horas para olvidarlas…”. Lo que transmite Don Juan según Gregorio Marañón es el mito de la indeterminación. ¿Tú has podido, te ha dado tiempo a profundizar en algún lugar, persona, cultura?
Yo siempre digo que “difícil es llegar a los sitios, pero en ocasiones más difícil es marcharse”. Te conviertes en ave de paso y has de aprender a no retener y dejar las cosas fluir, lo cual no quiere decir que no te encariñes, te enamores y profundices en las personas y regiones que atraviesas. Hay personas que en apenas unas horas o días te dan mucho más que otras en años.
Guillermo: ¿Cuándo y cómo surge la idea de escribir el libro? ¿Lo tenías previsto antes de partir?
Ya antes de emprender esta aventura fantaseaba con la idea de escribir un libro. Sin embargo, era algo remoto, pues me embarcaba en un viaje del que no sabía ni siquiera si iba a volver. Durante el viaje fui escribiendo diarios y, una vez completada la vuelta al mundo a pie, me retiré a una casita en la montaña al norte de España a escribir mi libro Libre y Salvaje.
Daniel: Decía Marx que todo se explica por causas económicas. Tu viaje, por cosas que te he escuchado o leído, pretendía ser un desprendimiento, un encuentro contigo mismo y una liberación del materialismo. Sin embargo, en tu blog no te olvidas ni de pedir donaciones ni de recoger colaboradores y/o promotores, ahora publicas un libro… No es ni mucho menos malo ganar dinero y menos con lo que se disfruta pero, ¿no hay cierta incongruencia, cierta perversión del deseo original? ¿Al final el viaje ha sido un negocio?
No voy a entrar a discutir ni realizar un ensayo sobre la naturaleza del dinero, pero menos mal que Marx no tenía razón. Hay muchas cosas que mueven el mundo y empujan a la acción que no son el dinero, como la amistad, la pasión, la libertad, los sueños, el amor, sentimientos más puros y desinteresados que hacen del planeta un lugar mucho más hermoso. De hecho, la mayoría de los problemas que hay en el mundo son por el dinero, la avaricia y el poder. Ahora, si durante mi viaje me dejé ayudar, o si después de estar cuatro años de mi vida viviendo con lo que cabe en un carrito, lavando mi ropa a mano, durmiendo en el suelo en una tienda de campaña y duchándome con agua fría, lejos de mi familia y en ocasiones poniendo mi vida en juego, decido escribir un libro no creo que sea algo en absoluto criticable, más bien es un comentario inoportuno y desatinado propio de alguien que no ha entendido muy bien lo que he hecho y lleva una vida demasiado cómoda.
Guillermo: ¿Cómo es Ignacio Dean después de dar la vuelta al mundo? ¿En qué has evolucionado? ¿Cómo ha cambiado tu mirada hacia el mundo?
Vuelve una persona mucho más consciente de quién es, qué quiere, consciente de lo valioso que es el tiempo y el regalo que es la vida. Aprendes que no hay nada imposible, de lo que somos capaces cuando nos proponemos un objetivo y luchamos por él, que tenemos el poder de crear la realidad y escribir la historia, y que no hay frontera más infranqueable que la que nos impide creer en algo. El mundo es un hermoso lugar que merece la pena cuidar.
Guillermo/Daniel: ¿Y a partir de ahora, qué? ¿Tienes algún nuevo reto en mente?
Ignacio: Ahora centrado en la promoción de mi libro “Libre y Salvaje”. Tengo nuevos retos en mente, que haré públicos a su debido tiempo.
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