Castellón, una ciudad arraigada en la herencia mediterránea, se erige como un destino donde los monumentos históricos narran siglos de legado y tradición, con un patrimonio arquitectónico excepcional y una atmósfera que confluyen para atraer a los viajeros a sumergirse en sus encantos centenarios.
La Plaza Mayor
En el corazón de la Plaza Mayor de Castellón, rodeada por la majestuosidad del ayuntamiento barroco y la imponente silueta de la Concatedral de Santa María, se abre un pequeño callejón, apenas visible entre la multitud de turistas y lugareños que deambulan por la zona. Esta calle, conocida como Ecce Homo en honor al oscuro suceso que marcó su historia, guarda un misterio que ha perdurado a lo largo de los siglos.
En el siglo XVII, en los mismos pasillos de esta calle estrecha, se apagó la vida del sacerdote Vicent Tort, víctima de un crimen que estremeció a toda la sociedad castellonense de la época. El aura de misterio que envuelve su muerte, ocurrida a escasos metros de la Concatedral donde solía oficiar sus misas, persiste hasta el día de hoy, sin que la justicia de aquel entonces lograra esclarecer completamente lo sucedido.
La tragedia no solo dejó una huella de dolor en la memoria de la ciudad, sino también un legado de fe y devoción. Como un tributo al sacrificio del sacerdote, se establecieron las imágenes de Jesús y la Virgen Dolorosa en los alrededores de la calle, recordatorios perpetuos de la pasión y el sufrimiento. Estas figuras sagradas, testigos silenciosos de la historia, continúan vigilando los pasos de quienes transitan por la calle Ecce Homo, recordando el valor de la fe en tiempos de adversidad.
La Concatedral de Santa María
Flanqueada por el ayuntamiento y la imponente torre campanario de El Fadrí, esta catedral data del siglo XII, aunque su reconstrucción tras un incendio en el siglo XIV la culminó en 1549 bajo la dirección del maestro Miguel García de Segorbe.
Su historia está marcada por un episodio oscuro durante la Guerra Civil española. En 1931, fue declarada Monumento Histórico-Artístico, pero en julio de 1936, en los primeros días del conflicto, fue incendiada con premeditación. Meses después, fue derribada. La reconstrucción, bajo el proyecto de Vicente Traver Tomás, comenzó en 1939, pero no fue hasta 1999 que las obras concluyeron, devolviendo a la ciudad su tesoro arquitectónico.
El Fadrí
El campanario de El Fadrí, uno de los más emblemáticos de la ciudad, se alza imponente en la Plaza Mayor con una columna gigantesca que se eleva 60 metros, convirtiéndose en un testigo silente de la historia de Castellón.
Este edificio alberga una fascinante particularidad que la distingue: su independencia. Todo comenzó cuando el "maestro de las horas" advirtió que el constante tintineo de las campanas de la concatedral ejercía una presión perjudicial sobre su estructura. Por ello, en 1457 se emprendió la construcción de una nueva torre campanario, esta vez separada. El maestro cantero Saera, encargado inicial, abandonó Castellón apenas doce años después de iniciar la obra, dejando apenas los primeros ocho metros. Así, la construcción quedó en pausa durante más de un siglo. No fue hasta 1591 que, bajo la dirección del portugués Damián Méndez, se retomaron los trabajos. La torre, reconocible por su piedra picada y su decoración sobria, reflejaba los principios del estilo desornamentado que caracterizaba la arquitectura española a finales del siglo XVI.
El edificio de Correos y Telégrafos
La ciudad guarda más secretos arquitectónicos que sorprenden a quienes la visitan como los edificios de Correos y Telégrafos. Diseñados por los arquitectos Demetrio Ribes y Joaquín Dicenta, ocupan una manzana completa en el centro de la ciudad, entre la Plaza Tetuán, la Plaza Rei Don Jaime y la Calle Zaragoza. Sus fachadas neomudéjares, construidas con ladrillo, cerámica y vidrio, fusionan el estilo modernista con la tradición local, convirtiéndolo en un emblema arquitectónico de Castellón.
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