​Paseando por Kamakura bajo la sombra de su Gran Buda

Esta ciudad costera de Japón se encuentra en la prefectura de Kanagawa, a aproximadamente una hora de distancia de Tokio, la capital del país
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Nos acercamos hasta Japón, tierra de contrastes y maravillas, un atractivo país que nos conquista con su fusión única de tradición y modernidad. Desde la bulliciosa metrópolis de Tokio hasta los serenos jardines zen, cada rincón del país nipón ofrece una experiencia fascinante. En el corazón de la región de Kanto, a aproximadamente una hora de la vibrante capital japonesa, encontramos a Kamakura, una ciudad costera en la prefectura de Kanagawa

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Kamakura, a menudo denominada la "Kioto del este", no solo ofrece un refugio sereno para huir de la agitación de Tokio, sino que también deslumbra con su rica herencia histórica y espiritual. En este rincón pintoresco de Japón, podemos sumergirnos en una atmósfera única donde el pasado y el presente se entrelazan armoniosamente. 

El nombre "Kamakura" encierra un significado fascinante. Se traduce como "un lugar de refugio para Buda", evocando la idea de que Kamakura es un santuario, un espacio donde la armonía entre lo divino y lo terrenal se manifiesta en cada templo, callejón y rincón de la ciudad. 

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El Gran Buda es, sin duda, su monumento más emblemático.  Majestuoso y contemplativo, esta colosal imagen se erige como uno de los símbolos de Kamakura. Levantada en el siglo XIII, esta monumental escultura de bronce posee una altura de trece metros. Contemplarla es una experiencia única. La inmensidad y la serenidad que emanan de esta figura histórica son elementos que definen la esencia espiritual de la ciudad. 

Cerca de allí, el templo de Hase-dera se presenta como otro tesoro cultural de Kamakura. También conocido como el ‘Templo de la flor de loto’, este santuario budista se enclava en la ladera de una colina y ofrece vistas panorámicas del océano. Los jardines y estanques que rodean el templo añaden una dimensión extra de belleza y tranquilidad a la experiencia. La estatua de Kannon, la diosa de la compasión, se alza como una presencia benevolente, infundiendo al lugar con una sensación de calma y serenidad. 

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En el área circundante, vamos a encontrarnos con un buen número de estatuas Jizo, consideradas protectoras de las almas, así como otras representaciones que enriquecen la experiencia espiritual y cultural de los visitantes. Cada figura y estatua en el templo Hase-dera tiene su propio significado y contribuye a la atmósfera única y reverente del lugar. 

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El santuario de Tsurugaoka Hachimangu, ubicado en el centro de Kamakura, es otro punto de referencia ineludible. Este santuario sintoísta, con sus impresionantes escalinatas y ‘torii’ majestuosos, es un testimonio del sincretismo religioso que ha caracterizado a Japón a lo largo de los siglos. Resulta todo un placer salir a explorar sus jardines exquisitos y participar en rituales tradicionales, para sumergirnos en la rica tradición espiritual del país. 

El encanto de Kamakura se extiende más allá de sus sitios religiosos. Los callejones estrechos y pintorescos del distrito comercial de Komachi-dori nos invitan a explorar tiendas locales, degustar exquisiteces regionales y disfrutar de la atmósfera acogedora de esta ciudad costera. Desde pequeñas tiendas de artesanía hasta cafeterías tradicionales, Kamakura ofrece una experiencia auténtica que refleja la vida cotidiana japonesa. 

Adentrándonos en los rincones más íntimos de Kamakura, descubrimos no solo su riqueza espiritual y cultural, sino también su exquisita oferta gastronómica. La ciudad, con su proximidad al mar, nos deleita con recetas que incorporan los tesoros del océano. Desde platos de pescado fresco hasta delicias locales como el ‘shirasu-don’, un bol de arroz cubierto con diminutos peces plateados, la cocina de Kamakura es un festín para los amantes de la gastronomía. 

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En Komachi-dori, los aromas tentadores de ‘takoyaki’ (bolas de pulpo) y ‘dorayaki’ (pastelitos rellenos de judía roja) flotan en el aire, y no podemos resistirnos a saborear estas delicias callejeras que capturan la esencia de la cocina japonesa tradicional. 

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Para los amantes de la naturaleza, la playa de Yuigahama ofrece un remanso de paz y belleza natural. Las olas suaves y la arena dorada brindan el escenario perfecto para relajarse y disfrutar de la serenidad del océano. 

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En nuestra visita a Kamakura, la encantadora ciudad costera donde la brisa del mar se funde con la espiritualidad del ambiente, nos hemos encontrado con un refugio apacible repleto de sorpresas que nos hablan del rico legado cultural que se despliega en cada rincón de Japón.

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