Carlos Díaz Marquina es un madrileño apasionado por los viajes y un prolífico escritor de libros viajeros. Gracias a su personalidad polifacética, además de ejercer la abogacía, compartir su conocimiento como profesor en la Escuela de Organización Industrial (EOI) y el Centro de Estudios Financieros (CEF), también encuentra tiempo para centrarse en su gran afición: la creación de relatos cortos y escritos de viajes que nos transportan a lugares lejanos y mágicos.
A lo largo de su trayectoria, Carlos ha llevado a sus lectores a través de aventuras fascinantes en destinos tan diversos como Jordania, China, Nueva York, India, Australia y muchos otros rincones del mundo. Su habilidad para tejer narrativas cautivadoras ha hecho que sus libros sean una fuente inagotable de inspiración para viajeros y amantes de la literatura por igual. Ahora, tenemos la suerte de explorar el mundo a través de sus palabras y descubrir los secretos detrás de sus viajes y escritos.
Abogado, profesor, viajero y escritor. Pensamos que las cuatro palabras te identifican, pero, ¿en qué orden las colocarías para definirte?
Creo que todas ellas forman un equilibrio en mi personalidad. Cada una ayuda a las demás para mejorar. He amado mi profesión de abogado. Mi actividad como profesor ha contribuido a tener una perspectiva más amplia del derecho. Cuando he viajado he aprendido otras formas de hacer las cosas, otras tradiciones, tanto jurídicas como de la vida misma. Igual que he transmitido mi conocimiento en textos especializados relacionados con el derecho, he transmitido mi pasión por esos otros mundos y culturas. Con la edad, el tiempo dedicado a lo profesional ha disminuido y me ha permitido dedicarme más a la literatura, de viajes y de otros géneros.
Carlos, cuéntanos cómo nació tu amor por los viajes y cuándo comenzó la apasionante aventura de lanzarte a plasmar tus experiencias sobre el papel.
No sabría concretar cuándo nació mi deseo de viajar. Quizá estaba ahí a la espera de que alguien me lo propusiera. Una vez que se inocula el gusanillo de viajar es difícil resistirse. Lejos de resistirme me entregué con pasión, por España o por el extranjero, a lugares remotos o a pueblos cercanos. Y cuando a alguien le entusiasma algo lo normal es que quiera compartirlo con los demás.
Durante años escribí, pero publiqué muy poco sobre viajes. Mis artículos jurídicos tuvieron bastante éxito. Hasta que mis sobrinos, que preparaban sus viajes con mis notas, consejos y relatos, o me acompañaban en los míos, me animaron e insistieron para que publicara. Y así nacieron mis primeros libros de viajes.
¿Cómo compatibilizas tus ocupaciones profesionales con tu pasión por los viajes y la literatura?
Cuando te gusta algo apasionadamente buscas tiempo de cualquier forma, haces un hueco en tu día a día para encajar tu afición hasta convertirla en algo necesario para tu vida. La ventaja es que siempre he sido una persona bastante ordenada, lo que me ha permitido ahorrar tiempo que he podido invertir en los viajes y la literatura. Y, desde luego, sacrificando una parte de mi tiempo para el ocio. He dedicado muchas noches y mucho tiempo de mis fines de semana o vacaciones para mis pasiones. La satisfacción personal ha sido inmensa.
Tienes una buena cantidad de títulos publicados. ¿Cuántos? ¿Escribes durante el viaje o inicias el libro cuando estás de vuelta en casa?
Mi libro “Los saris son el color de la India”, es mi décimo quinta publicación. Tengo en lista de espera varios libros más que iré dosificando para mis lectores. A veces siento ese bloqueo previo a la publicación por el temor a no haber perfeccionado al máximo el texto. Pero un libro está concluido cuando el autor se cansa de corregir.
En los viajes suelo llevar una libreta para apuntar lo que se me ocurre, lo que me llama la atención, las sensaciones, los sentimientos, lo que puede convertir un relato en un texto con alma. No lo hago de forma compulsiva. Primero necesito disfrutar del viaje, que penetre en mí, que gane mi espíritu para que luego mi espíritu lo pueda transmitir. En otras ocasiones dejo que mis recuerdos maceren con el tiempo, que el olvido sea quien seleccione lo que merece llegar al texto. Me dejo llevar por la intuición, por los sentimientos, por lo que mi interior quiere arrastrar al papel.
Suelo publicar una primera versión en mi blog de viajes (www.diazmarquina.com), por entregas, con una entrada diaria. Algunos lectores me trasladan sus impresiones y me ayudan para conformar la versión definitiva, que es la que sale para el gran público.
¿Qué te resulta más enriquecedor del hecho de viajar?
Viajar no es solo transportarse, cambiar de lugar. Hay que preparar a la mente para enriquecerse con algo diferente, con otras culturas, otras formas de pensar, otras leyendas, otras historias. Otras personas. Viajar es un acto total que implica todo el ser del viajero. Es incómodo, pero muy satisfactorio. Si viajamos porque está de moda o sólo para subir fotos a las redes sociales el viaje puede ser bastante frustrante.
Cada uno debe de establecer qué busca al viajar, aunque sea un tópico. Viajar es vivir con una mayor intensidad. Es disfrutar y permitir que el viaje nos transforme. Es conocer a otras personas con tus mismas aficiones.
Viajar me ha permitido conocer otros mundos que de otra forma nunca hubiera imaginado.
¿Qué grandes viajeros y viajeras son tus referentes? ¿Con cuál de ellos te animarías a viajar y qué ruta escogerías?
Uno de mis grandes referentes es Javier Reverte, un gran maestro que nos dejó recientemente. Me influyó mucho “Viaje a la Alcarria”, de Cela. Me gusta el estilo divertido de Bill Bryson.
Es esencial la elección de un buen compañero de viajes. Unos buenos compañeros pueden transformar una castaña de viaje en una hermosa experiencia. Eso no excluye viajar sólo. Viajar sólo implica un ejercicio de búsqueda interior muy importante.
Me iría de viaje con cualquier escritor, o que no lo sea, con espíritu abierto y viajero. Mi familia y amigos cumplen ampliamente con esos requisitos básicos. Mis sobrinos han sido una cantera imprescindible. No me suelo resistir a sus propuestas.
Me gustaría viajar a Nueva Zelanda, uno de mis destinos pendientes. O a la Antártida, con Javier Cacho, por supuesto.
Si pudieras retroceder en el tiempo, ¿a qué época te trasladarías y a qué lugar del mundo viajarías?
Siempre me ha apasionado la Edad Media, quizá por ser una época aún necesitada de un estudio más profundo. O la España de los siglos XVI y XVII, nuestra Edad de Oro. Seguro que una reunión en una taberna con Lope de Vega sería apasionante. Merecería la pena el viaje en el tiempo.
La historia de España es tan magnífica que es difícil elegir sólo un momento. Me gustaría compartir las épocas y los lugares de todos esos exploradores legendarios (y sufridos soldados) que en nuestro país son poco conocidos y que si hubieran nacido en otros países hubieran sido grandes héroes: Blas de Lezo, Pedro Páez (Etiopía), Bernardo de Gálvez (México), Bodega y Quadra (el Pacífico Norte) y muchos más.
China es un destino que ha fascinado a muchos. Cuéntanos más sobre tu experiencia escribiendo "Mientras florecen los cerezos" sobre este interesante país. ¿Hubo algún lugar o momento que destaque como el más memorable de tu viaje?
Cuando preparábamos el viaje hace dos décadas, nos comentaron que a China se viajaba para conocer la arquitectura más vanguardista, en Shanghái y Beijing, cuando nosotros buscábamos la China tradicional. La Gran Muralla China o el Gran Canal impresionan a cualquiera. O la tumba de aquel emperador, Qin Shi Huangdi, que nos legó los guerreros de Xian. Sin embargo, me dejaron huella los jardines, todo un compendio de filosofía tradicional.
En el viaje nos acompañó la poesía china, su pensamiento antiguo, una forma de pensar que no pudo destruir la Revolución Cultural de Mao. Es una de las grandes civilizaciones antiguas y eso la convierte en un destino necesario, aunque en los últimos años el turismo interior ha masificado los puntos más destacados.
Australia parece tener un lugar especial en tu corazón. De esta experiencia vio la luz tu libro "Paisajes de vida y de frontera". ¿Qué es lo que destacarías de este país y su cultura?
Australia siempre será especial para mí. Me siento muy “aussie”. Durante tres décadas he sido socio de ASBA (Australia Spain Business Association) y su secretario durante 25 años. Conocí el país inicialmente a través de las anécdotas de mis amigos de la asociación, que insistían en “mi deber” de visitar el país, un país que cautiva desde el primer instante por sus gentes, sus paisajes, por la cultura aborigen.
Aquel era un mundo diferente, fascinante. Es el primer mundo con retazos salvajes. Sídney o Melbourne son ciudades modernas, aparentemente similares a otras del mundo occidental. Al analizar sus orígenes descubres una historia apasionante: los establecimientos penitenciarios, la difícil armonía con los aborígenes, la emigración, el espíritu pionero. Y, además, una vinculación con España. Hay más de 200 nombres españoles en Australia. En todos mis libros procuro escribir sobre esos vínculos de nuestro país con otros mundos. Es impresionante la huella de nuestro país en otros territorios. Y es triste que esas hazañas no sean conocidas por los españoles.
Australia es un continente, inmenso. En el Territorio del Norte, en la zona de Darwin y el Parque Nacional Kakadú, o en Cairns y la costa que alberga la Gran Barrera de Coral, el clima era tropical, los paisajes impresionantes, las leyendas más cercanas. De pronto, tomabas un avión y después de cuatro horas de vuelo aterrizabas en Melbourne y te dirigías a Great Ocean Road y el clima era tremendamente frío. En todos los lugares tuvimos la impresión de estar en un mundo primigenio, en un confín del mundo, a kilómetros de un mundo moderno.
Esta aventura australiana la compartiste con tu sobrino José Joaquín. ¿Cómo fue viajar en familia?
Mi sobrino Jose Joaquín era en aquel entonces encargado de comunicación de la asociación, de ASBA, con lo cual no me planteé viajar con otra persona. Ya habíamos viajado juntos, aunque con otros miembros de la familia. Ésta fue nuestra gran prueba de fuego. Y fue tan enriquecedora que hemos seguido viajando juntos y procuramos hacerlo al menos una vez al año. La edad nunca ha sido un inconveniente. Viajamos juntos como dos amigos, simplemente.
De esa colaboración nació nuestro libro de fotografías “Por qué saltan los canguros”. Posteriormente, volvimos a colaborar en otro libro de fotografías de Islandia, “Entre icebergs y volcanes”, en que participaron también su hermano Javier y mi sobrina política Lucía, la mujer de mi sobrino Carlos, otro de mis compañeros de viajes habituales, en particular, en el de la India.
Me encanta viajar con mi familia, donde hay grandes viajeros. Lo he hecho con todos mis sobrinos, incluso con mi sobrina-nieta Ana, cuando aún no había cumplido un año.
En "La llama del futuro se derrama por el desierto" exploras Dubái. ¿Qué aspecto de este destino moderno y lujoso te sorprendió más?
Aquel año, mi sobrino Carlos me dio como alternativa de viaje de febrero ir a Florencia o a Dubái. No lo dudé. Fuimos dos años después a Florencia. De esta forma conoceríamos el mundo árabe, aunque sea muy matizado por esa eclosión de lujo. Los edificios de acero y cristal eran alucinantes. Lo tradicional había quedado algo arrinconado. Ese tremendo contraste entre lo tradicional, sencillo y pobre, y lo moderno y lujoso, constituye su principal atractivo. En esos días comimos o cenamos en restaurantes afganos, sirios, indios, y de otras tradiciones culinarias. Un viaje por la gastronomía oriental sin abandonar la ciudad. Para tomar cerveza o una copa había que acudir a los hoteles de lujo.
Fue muy divertido ver un partido de Champions entre el Madrid y el Olympique de Lyon. Nos metimos en un café. Los del Madrid a un lado y los que iban en contra de nuestro equipo al otro. Cuando marcó el Madrid nos abrazaron. Cuando marcó el Lyon nos increparon con bastante gracia y buen humor. Es increíble cómo arrastran los equipos españoles en el mundo.
"Dos peregrinos en tiempo de pandemia" narra tu experiencia en el Camino Inglés a Santiago. ¿Qué consejos le darías a aquellos que también desean realizar esta peregrinación?
Cada uno debe de buscar "su Camino". El Camino de Santiago es una experiencia maravillosa porque nos reconduce a lo más profundo de nuestro ser, sea de carácter religioso o de cualquier otra orientación filosófica o vital. José Joaquín y yo la vivimos en ese momento terrible de la pandemia, con lo que nos hizo reflexionar más, hermanarnos más. Fue una gran experiencia.
El peligro es convertir el Camino en una simple excursión, en una pequeña romería. El Camino es mucho más que eso. Sin profundizar es una mera anécdota.
Como consejo práctico, lo mejor es no ir en julio o agosto. Quien haga una semana de Camino con final en Santiago, mejor que no empiece en domingo y que lo haga entre semana. Hay bastante menos gente y es más fácil encontrar alojamiento. Nosotros optamos por el Camino Inglés, poco concurrido.
El libro que le dedicas a la India, "Los saris son el color de la India", es el último que has publicado. Fue un viaje que realizaste con otro de tus sobrinos y que recientemente ha llegado a ser número uno en Amazon en libros de viaje y de fotografías. Háblanos de este viaje y de tus impresiones sobre ese interesante país.
El libro toma como base un viaje con mi sobrino Carlos, el mismo de Dubái o de Nueva York, por indicar algunos de los viajes con relato que hemos compartido. Está enriquecido con la experiencia de un viaje anterior, de 2004, con una buena amiga con la que compartí varios viajes.
Una de las grandes culturas y civilizaciones antiguas es y ha sido la de la India. Curiosamente, le han llegado las influencias desde el oeste y ha influido con mayor fuerza hacia el este. Es el país del misticismo, de los maestros de la meditación. Benarés es un lugar santo y muy especial, un lugar donde sentirás algo único. India es también el país del gran lujo del pasado que se combina con una extrema pobreza. Mucho se ha avanzado en los últimos tiempos en el terreno económico. Lo más apasionante son las aldeas, algunas con impactantes monumentos. Junto a una carretera intrascendente encuentras un templo de hace siglos con unos trabajos increíbles en piedra.
En el libro abundan los diálogos. He querido rendir un homenaje a aquellos maestros del pasado que dictaban sus pensamientos a un discípulo, que luego daba forma a los mismos. He querido dar un tono "oriental" a la narración y combinarlo con pequeñas historias que acercan al lector a ese mundo complicado de entender, pero que nos fascina con facilidad.
¿Estás escribiendo en este momento? Si es así, ¿puedes avanzarnos algo del nuevo título?
Tengo varios proyectos en curso: Albania, Bulgaria, alguno de los viajes que he hecho recientemente o en el pasado a Italia… El siguiente libro será “Viena inspira a ritmo de vals”, una experiencia del año pasado en que recojo también las de mis cuatro viajes anteriores a la ciudad. Espero que salga en noviembre. Irá acompañado por un amplio reportaje fotográfico, como en mis anteriores publicaciones.
Después vendrá un relato sobre Alaska y el sudoeste de Canadá, un viaje también del año pasado.
¿Existe algún lugar del planeta que esté en la cima de tu lista de deseos? ¿Será tu próximo destino viajero?
Como ya indicara, Nueva Zelanda y la Antártida, si pudiera elegir mañana. Pero aún hay mucho mundo que me atrae: Irán, el Delta del Okabango, la Amazonía, Indonesia… sin olvidar muchos lugares de España que aun tengo en el tintero. España es apasionante. Europa es excelente para pequeñas incursiones de una semana o un puente.
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