Palma de Mallorca cuenta con una amplia y variada oferta de bares y restaurantes en los que degustar lo mejor de la cocina nacional e internacional. Asimismo, su red de mercados municipales, cada uno con personalidad propia, apelan a todos los sentidos, por su color, su ambiente, su olor y sus delicias culinarias. En ellos, la mezcla de vecinos con turistas, de amigos que degustan vinos o cervezas con los que vienen a comprar para cocinar luego en casa, es insuperable.
Mimar el paladar en la capital mallorquina resulta muy sencillo, pues su apuesta gastronómica va desde el producto local y de kilómetro cero hasta una fusión y complementariedad con cocinas de todo el mundo. Los barrios de La Lonja, más castizo; Santa Catalina, con aires bohemios; y Portixol que riega las terrazas con la brisa marina, son perfectos para descubrir el lado más foodie de la ciudad.
Santa Catalina, aires bohemios y variedad gastronómica
Aunque este barrio aún conserva su espíritu de antiguo barrio de pescadores, especialmente en su arquitectura con casas bajas de coloridas fachadas, Santa Catalina cuenta con un ambiente bohemio y cosmopolita. Su oferta culinaria tiene como protagonista el mercado más antiguo de la ciudad; cuya proximidad con la Lonja hace muy recomendable probar el pescado. Los sábados es un lugar muy concurrido para tomar algo o degustar vinos y quesos.
Paseando por la calle Fábrica se puede elegir entre numerosos establecimientos en los que comer, ir de tapas o sentarse a cenar. En esta famosa calle peatonal se pueden encontrar desde lugares más sencillos para tomar una tapa hasta restaurantes y bares de diferentes estilos, que ofrecen cocina típica mallorquina, española y de diversos rincones del mundo.
La Lonja, donde prima lo clásico
Situado en el casco antiguo de Palma y en torno al majestuoso edificio de La Lonja —una de las obras maestras del gótico de la isla—, el barrio con el mismo nombre es un hervidero de vida nocturna. Un bonito laberinto de callejuelas con diversidad de restaurantes y bares en el que confluyen desde templos culinarios con estrellas Michelín hasta bares típicos españoles. Uno de los grandes clásicos de la ciudad, con 20 años de historia, es el Forn de Sant Joan.
En la calle Apuntadores es donde se concentra la mayor actividad culinaria del barrio y, por su gran cantidad de restaurantes, puede resultar algo abrumador. Un consejo es aventurarse por las calles del barrio menos conocidas, pues muchos locales con una cuidada oferta culinaria, suelen estar escondidos. Aunque no está de por sí en el barrio de La Lonja, el cercano paseo Mallorca, una avenida arbolada paralela al canal del Torrente de Sa Riera, cuenta con restaurantes de todo tipo. En él no hay que perderse uno de los restaurantes con estrella Michelin de la ciudad; Adrián Quetglas, cuyos menús de degustación resumen la esencia de las experiencias vividas por el chef en Mallorca, Londres, París y Moscú.
Portixol, comer bien a orillas del mar
Este antiguo pueblo pesquero se ha convertido en uno de los lugares cerca de Palma más populares entre locales y visitantes. Su ubicación, a pocos minutos del centro de la ciudad, así como su variopinta mezcla de restaurantes y bares, con un marcado interés por el pescado fresco y los mariscos, logran que sea una de las paradas obligadas de la capital.
Sentarse en uno de los restaurantes situados cerca al puerto de Portixol tendrá casi garantizada las vistas a la bahía, acompañadas de un buen arroz de mariscos o alguna tapa marinera. Además, esta zona con aires cosmopolitas es perfecta para dejar que la sobremesa se extienda hasta la puesta de sol y, así, dar lugar a tomar una copa frente al mar al caer la noche.
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