Nos acercamos al suroeste de Francia, a una región histórica del país galo: el Périgord, un territorio que se divide en subcomarcas que destacan por su color. Así pues, existe el Périgord Blanco, el Verde, el Púrpura y el Negro. En este último se encuentra nuestro destino.
El Périgord Negro recibe esta denominación por los oscuros y densos bosques que lo pueblan. Está alfombrado de pequeños y encantadores pueblos medievales, muchos de los cuales lucen con orgullo su antiguo castillo. En el corazón del Périgord Negro se encuentra Sarlat, su capital, una población medieval repleta de pintorescas callejuelas y un patrimonio arquitectónico y monumental que nos habla de una historia milenaria. La ciudad es conocida por poseer una gran cantidad de edificios y construcciones históricas protegidas –más de sesenta en un municipio de solo diez mil habitantes-, detalle que nos da pistas de los atractivos que la población ofrece.
Sarlat, como otras muchas poblaciones del Périgord, también enamora al visitante con su intenso y agradable aroma a trufa, uno de los productos más apreciados del lugar e ingrediente fundamental en la gastronomía tradicional de la localidad. No es el único producto de la tierra que inunda los platos de Sarlat: los níscalos y los boletus, las fresas, las castañas y los frutos secos forman excelentes combinaciones en las sabrosas recetas campesinas de la zona.
A poco más de diez kilómetros de la población nos encontramos uno de los jardines más conocidos y apreciados de Francia: los jardines de Eyrignac, visita obligada si nos encontramos en Sarlat. Este pequeño paraíso tintado de bonitas tonalidades verdes es una propiedad privada que ha pertenecido a la misma familia a lo largo de más de veinte generaciones, y su residencia principal está catalogada como edificio histórico de Francia.
El lugar es un espacio ideal para los amantes de los jardines. Aquí todo parece guardar un especial equilibrio y todos sus elementos naturales aparecen esculpidos creando una armonía fascinante con el entorno. Es como un museo al aire libre de esculturas vegetales que recrean un escenario espectacular.
Los jardines de Eyrignac son un bello ejemplo de jardinería ornamental al más puro estilo francés.
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