La gran mayoría de los kiwis, que es como se denomina a los neozelandeses, se saludan entre ellos juntando su nariz y su frente con los ojos cerrados, resultando una expresión social muy simpática, aunque imaginamos que con las precauciones impuestas por la pandemia es un gesto que no se habrá prodigado mucho últimamente. Este saludo tradicional maorí se llama hongi.
Ahora que ya hemos aprendido a saludar, es el momento de adentrarnos en este fascinante país, un destino ideal para todos aquellos que quieren experimentar una nueva cultura, que adoran la naturaleza y que buscan nuevas experiencias y aventuras. Es la tierra de los mil paisajes y todos ellos nos dejarán boquiabiertos: selvas tropicales, impactantes montañas, volcanes, playas de postal…
Nuestro destino se encuentra en la estrecha península de Coromandel, en la isla norte de Nueva Zelanda. Buscamos una espectacular reserva marina llamada Te Whanganui-a-Hei -en idioma maorí- y conocida internacionalmente como Cathedral Cove.
Junto al área protegida destaca un fabuloso y enorme arco de piedra natural que separa dos playas de arena blanca, un paisaje espectacular que recibe a miles de visitantes todos los años y que resulta muy popular porque sirvió de escenario en la conocida película Las crónicas de Narnia. Se llega a través de un sendero que parte de la zona superior del acantilado y desciende hasta la gran y majestuosa arcada.
Una de las actividades más emocionantes que pueden realizarse es explorar la ensenada de Cathedral Cove mediante un recorrido en kayak o en pequeñas barcas, desde el que obtendremos una perspectiva espectacular del paisaje. También es posible contemplar algunos delfines. Además, gracias a las transparentes aguas del lugar es fácil observar la rica vida marina de la zona, en la que destacan peces de mil colores, algo que también resulta apasionante practicando buceo.
A tan solo un corto trayecto de Cathedral Cove nos encontramos con Hot Water Beach. Su nombre es muy descriptivo, ya que esta zona de playa nos invita a cavar en su arena hasta crear una pequeña piscina cuyas aguas pueden llegar a alcanzar los 60 grados. Un agradable baño caliente para poner la guinda a este paseo por una de las muchas joyas naturales de Nueva Zelanda.
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