Tenerife es uno de los destinos más deseados del planeta. Esta isla española, la mayor de las siete que forman el archipiélago canario, se encuentra a tan solo trescientos kilómetros de la costa africana. Es un lugar que mantiene vivas sus tradiciones y su historia, valores que muestra en bellos municipios como Garachico, Tegueste, La Orotava o San Cristóbal de la Laguna, entre otros muchos.
Esta isla afortunada es mucho más que sol y playas increíbles. Tenerife ofrece una buena cantidad de atractivos para todos los gustos y auténticos tesoros naturales. Pero, sin duda, el gran símbolo de este territorio bañado por el Atlántico es el volcán Teide, nuestro protagonista en este paseo.
El Parque Nacional del Teide es uno de los lugares más emblemáticos de Tenerife, uno de los monumentos geológicos más espectaculares del mundo. Su paisaje nos hace imaginarnos en otro planeta debido a su aspecto árido y sus caprichosas huellas y formaciones derivadas de su carácter volcánico. Chimeneas, ríos de lava petrificada, cenizas volcánicas… Con estos ingredientes, el espectáculo natural está servido.
El Parque Nacional del Teide, declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO, presenta una rica fauna y flora con ejemplares endémicos y exclusivos de la zona. El Tajinaste Rojo es una de las especies vegetales más destacadas. Presenta numerosas y pequeñas flores de un rojo intenso y puede llegar a medir cerca de tres metros de alto. Otra joya natural única es la violeta del Teide, una especie singular y bellísima que solo vamos a encontrar en las laderas del volcán.
Aquí todo se desarrolla bajo la atenta mirada del autor de tanta belleza: el volcán Teide, la tercera estructura volcánica más alta del planeta con alrededor de 3.700 metros sobre el nivel del mar. Para los guanches el infierno se encontraba en el interior del volcán y allí tenía su morada el maligno.
El Teide es el alma del parque y de toda la isla. Una de las panorámicas más excepcionales que pueden disfrutarse en este punto de Tenerife la conseguimos desde lo alto del cráter, hasta donde llegamos con el teleférico, que también nos ofrece unas vistas que dejan sin aliento.
La relación de los tinerfeños con su volcán en reposo es muy íntima, porque saben que todo en la zona es el producto de los movimientos del gigante. Quizás por ello lo han convertido en su gran monumento natural. Un monumento al que se ha dotado de una red de senderos e itinerarios perfectamente diseñados para recorrer los parajes más atractivos del Parque Nacional. El visitante también puede acceder a rutas guiadas que permiten conocer de forma lúdica todas las características del entorno. Además, cuando cae la noche, la ausencia de contaminación lumínica convierte a este lugar privilegiado en la mejor ubicación para observar las estrellas, un espectáculo que todos deberíamos ver al menos una vez en la vida.
El Teide y el bello territorio volcánico que lo rodea es uno de esos escenarios fascinantes de la afortunada isla de Tenerife que siempre quedará en nuestro recuerdo.
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