Hace unos meses un tal coronavirus alteró nuestras vidas. Primero nos confinaron, después nos desconfinaron y ahora hay confinamientos selectivos. El ser humano es un animal de costumbre, por eso se adapta a todo. Hemos sobrevivido a guerras, hambrunas, desastres naturales… ¡No vamos a sobrevivir a la Covid-19! Pues sí, claro que sí. Y la mejor forma de hacerlo es viajando.
Ya hemos asumido la mascarilla, el gel, la distancia de seguridad y las nuevas pautas de convivencia de la “nueva normalidad”, por tanto, siguiéndolas podemos viajar, disfrutar y resetearnos, porque, finalmente, la vida es un viaje eterno. Puestos a viajar, me armé de coraje y gracias a TAP realicé mi primer viaje en avión en meses. Tengo que decirles que con toda la cautela, el cuidado y respetando cada norma, de las nuevas normas, al máximo. Y salió muy bien. Los vuelos no van llenos, con lo cual la paranoia actual de estar en un lugar cerrado con nuestros semejantes y exponernos se disipa.
Elegir bien el destino es muy importante, porque ya que viajamos, vayamos a un lugar que nos dé confianza, no digo que esté libre de virus, porque lamento decirles que vivimos rodeados de virus, ahora, antes y siempre. Por tanto, hay que convivir con ellos con el máximo respeto posible, guardando todas las medidas personales de seguridad. Y saber que si todos lo hacemos, respetamos al otro y nos respetamos a nosotros mismos.
¿Y qué ciudad queda cerca del paraíso en el que vivo -que es la Costa del Sol-, tiene vuelo directo, el viaje es corto y hay disponibilidad? Lisboa. La capital de Portugal es mi destino recurrente ya que tengo a mi mejor amiga allí, por lo que tengo la tranquilidad de hospedarme en un departamento familiar. Además, al lado del Castillo de San Jorge, una de las visitas obligadas que hay que hacer en el barrio de Alfama. Otro de los barrios que hay que recorrer. A metros de la Plaza del Comercio y de la peatonal, que es obligatorio conocer, pasear y disfrutar.
Si algo tiene Lisboa es que es la capital de un pequeño gran país, cuyo ritmo es más el de un lugar residencial que el bullicio de una gran capital. Lisboa ofrece todo a precios accesibles y con el encanto de la humildad, el respeto y la educación de la que hacen gala sus habitantes. Resulta fascinante ver como hablan varias lenguas, casi todos el español y el inglés, y muchos otros idiomas, con lo que consiguen que el turista sienta la cercanía que nos produce que nos hablen en nuestro idioma.
Hay miradores emblemáticos como el de San Pedro Alcántara, el de Santa Lucia, el de Gracia, el de Santa Catalina, el da Senhora do Monte, el das Portas do Sol o el del Arco de la Rua Augusta. Las vistas son imponentes y hacen que uno se enamore como si Cupido le lanzara un flechazo en esta preciosa ciudad, que en mi caso, perdura por siempre. La ciudad tiene unas dimensiones totalmente manejables, por lo que se pueden hacer varias actividades, todas cercanas. Se puede cruzar en barco el río Tajo desde Cais de Sodré y llegar a Almada, a la estación terminal de Seixal o Cacilhas. En el trayecto se ven unas vistas espectaculares del famoso puente 25 de Abril. Si queremos cruzar en ferri y hacer un viaje un poco más largo, tenemos que tomarlo en Belém, no sin antes conocer su emblemática torre con su propio nombre, el Monasterio de los Jerónimos ,el Monumento a los Descubridores y, por supuesto, probar los famosos pasteles de nata. Si tomamos éste Ferri nos deja en Brandao o Trafaria. En todos estos sitios, podemos tomar un autobús para que nos lleve a las hermosas y gigantescas playas de Caparica, que comienzan en Sao Joao -para mí en una de las mejores playas- y llegan hasta Fonte da Telha. Son de arenas finas, como si fueran de talco, con colores ocres, amarillentos y blancos y con un mar en tensa calma. Dispone de opciones desde playas familiares, solitarias y hasta nudistas en los más de 15 kilómetros de extensión.
También desde Cais de Sodré se puede tomar el tren que nos lleva hasta la hermosa Cascáis, pasando por las siguientes paradas: Santos, Alcántara-Mar, Belém, Algés, Cruz Quebrada, Caxias, Paco de Arcos, Santo Amaro de Oeiras, Oeiras, Carcavelos, Parede, Sao Pedro do Estoril, Sao Joao de Estoril, Monte Estoril y Cascáis. Ideal para disfrutar las numerosas playas lindas, de fácil acceso, familiares y en solo minutos. Y a la vuelta la recomendación es que lleguen a pie, callejeando hasta la estación Baixa Chiado, no sin antes sacarse la típica foto en el elevador de Santa Justa y asciendan a través de unas largas escaleras mecánicas que los llevarán hasta el barrio Alto. Aquí podrán encontrar todo tipo de tiendas y de restaurantes, además de lugares de ocio o ventas de suvenires. Es alternativo, bohemio y moderno.
Siempre les costará creer, por su tranquilidad y seguridad, que están en una de las más lindas capitales europeas como es Lisboa, a la que vuelvo una y otra vez, y nunca dejaré de volver.
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