Descubrimos una de las joyas que baña el mar Egeo, una pequeña y encantadora isla de casas blancas que contrastan con el intenso azul del entorno. Estamos en un diminuto paraíso griego, salvaje y auténtico, ubicado en el sureste de las Cícladas y muy cerca del archipiélago del Dodecaneso.
Amorgos es nuestro destino, un lugar que reposa plácido y bello lejos del bullicio y que nos regala la contemplación de impresionantes acantilados y fascinantes playas poco transitadas. Este pequeño trocito de tierra sobre el mar está salpicado por algunos pueblos pintorescos y zonas en las que permanecen las huellas arqueológicas de un pasado que se remonta a época prehistórica.
El lugar más emblemático de la isla es el monasterio de Panagia Jozoviótisa, un templo blanco ubicado en la pared de un acantilado que se eleva unos 300 metros sobre el nivel del mar. Cuenta con mil años de historia, aunque a lo largo del tiempo ha necesitado algunas remodelaciones. En este santuario vive un reducido grupo de monjes que se encargan de su mantenimiento. Además, solo permiten el acceso a aquellas personas cuyo atuendo se ciña a las normas de respeto que marca el templo, como pantalones largos, hombros cubiertos, faldas que oculten las piernas, etc.
Chora, situada en el centro de la isla, es una de las poblaciones más destacadas de Amorgos, una pequeña localidad blanca de encantadoras y estrechas callejuelas en las que nos salen al paso pintorescas ermitas. Toda la población está construida en torno a un antiguo castillo que se encuentra en ruinas y que fue levantado en época veneciana. Las vistas desde lo algo de esta antigua fortaleza son impresionantes.
El paisaje que envuelve a este pueblo griego de menos de 2.000 habitantes es fascinante. Los olivos y los antiguos molinos dibujan una imagen bellísima con el mar de fondo. Por cierto, si sentimos curiosidad por conocer las raíces, historia y costumbres de Amorgos podemos acercarnos al pequeño museo de la localidad, en el que también encontraremos muchos utensilios y objetos antiguos hallados en la isla y pertenecientes a la civilización minoica.
Un ambiente de constante armonía y tranquilidad nos acompaña por toda la isla, un territorio que, debido a sus pequeñas dimensiones, puede recorrerse en un corto paseo. Podemos descubrir caminando o sobre alguna pequeña motocicleta todos los rincones de este punto de Grecia. Uno de los lugares que no podemos perdernos se encuentra en el extremo más al sur de la isla. Nos referimos a los restos de un naufragio, una imagen que aparece en una de las escenas de la película El gran azul del cineasta francés Luc Besson.
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