Vamos a disfrutar de uno de esos lugares que conservan la esencia del Japón más tradicional. Visitamos Kioto, ciudad que fue la capital del ‘país del sol naciente’ durante más de un milenio y que en la actualidad es uno de los mayores centros turísticos de este punto del planeta. Estamos en una gran urbe, aunque su aspecto es el de un plácido pueblo tradicional, con casas de baja altura, calles tranquilas y pintorescos barrios de geishas. Los habitantes de Kioto utilizan un protocolo estricto y sus maneras están envueltas de una gran ceremonia.
La ciudad está situada en medio de un valle rodeado de montañas, una ubicación que provoca un calor sofocante durante el verano y un frío extremo en invierno. Kioto es el centro cultural y religioso de Japón, cuestión de la que dan fe sus numerosos templos. Uno de ellos es el que nos ha traído hasta aquí.
Nuestro protagonista es el templo Kinkakuji, nombre que significa ‘pabellón dorado’ y que hace referencia a un detalle que lo convierte en diferente y muy especial: las finas láminas de pan de oro que cubren sus plantas superiores y que crean una imagen bellísima con el brillo del sol y el reflejo que el edificio proyecta sobre el estanque en el que se encuentra el templo.
Kinkakuji está rodeado de las montañas del norte de Kioto y es uno de los edificios más emblemáticos de esta ciudad asiática. Además de contar con la declaración de Monumento Histórico, este antiguo santuario zen también figura en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
El templo se construyó a finales del siglo XIV con el objetivo de servir como residencia de descanso de un importante shogun de la época, título y autoridad que se otorgaba a una persona que gobernaba en nombre del emperador del Japón.
El templo Kinkakuji cuenta con tres alturas y como remate de su techo destaca la presencia de una figura que representa al ave fénix, todo un símbolo que hace referencia a los incendios que ha sufrido el edificio y a la capacidad para renacer de sus cenizas.
No solo el templo es una construcción bellísima, también su entorno cuenta con una magia especial. El estanque de aguas cristalinas que lo rodea acoge pequeñas islas con árboles y rocas. Por su parte, los fascinantes jardines de Kinkakuji es otro de los grandes atractivos del lugar. Se mantienen fieles a la tradición japonesa y cuentan con una casa de té en la que podemos disfrutar de todo el ritual y la típica ceremonia con la que suele degustarse esta bebida en el país nipón.
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