Estamos ávidos de naturaleza, motivo que nos mueve a acercamos a un país con un patrimonio natural impresionante. La cuna del pájaro kiwi nos espera. Nos disponemos a visitar Nueva Zelanda, un lugar con tantas opciones para disfrutar del aire libre que cuesta decidirse solo por una.
En la región de Mackenzie, a cerca de tres horas en coche de Christchurch, se encuentra en pequeño pueblo que tiene su razón de ser por el lago que lo acompaña. Tekapo es su nombre y también el del espectacular lago de aguas que poseen un color turquesa muy especial, casi mágico, debido a que llegan directamente del deshielo de los glaciares de la zona.
La encargada de poner un toque pintoresco y encantador al lugar es una sencilla iglesia situada a orillas del lago. Es la capilla del Buen Pastor, un pequeño templo elaborado con piedra y con aspecto de casita rural. Fue construida en la primera mitad del siglo XX por algunas de las primeras familias que llegaron a este lugar. Sabedoras de la belleza del entorno, instalaron una amplia ventana con vistas al espectacular Monte Cook.
El majestuoso Monte Cook, que forma parte del parque nacional que lleva su nombre, es la montaña más alta de Nueva Zelanda y el lugar en el que el mítico alpinista neozelandés Sir Edmund Hillary se preparó para finalmente conseguir conquistar el Everest junto al sherpa Tenzing Norgay, a quien también se ha de reconocer un enorme mérito en esta proeza.
Además de disfrutar de la belleza del lago Tekapo, no olvidamos que hemos llegado hasta aquí para contar estrellas. Este lugar se encuentra incluido en la Reserva Internacional de Cielos Oscuros, un listado que reúne a aquellos cielos que no están afectados por la contaminación lumínica. Esto significa que nos encontramos en un área privilegiada para observar las estrellas y, especialmente, la aurora austral –la equivalente a la conocida aurora boreal por estos territorios del sur-.
El Monte John es el lugar idóneo para contemplar el cielo. Aquí encontraremos un pequeño observatorio, a unos 300 metros de altura, muy visitado por los amantes de las estrellas. Ver brillar a miles de ellas es una experiencia indescriptible. La nitidez con la que podemos apreciar la vía láctea, planetas y algunos cráteres de la Luna es increíble.
Otro de los grandes atractivos del paisaje que rodea al lago Tekapo es la abundante presencia de la flor altramuz. Las variadas tonalidades de color violeta de esta flor, en combinación con el azul del agua y el blanco de la nieve en las montañas, crean un juego cromático fascinante que se nos antoja como de una postal.
El período de mayor efervescencia de la flor altramuz comienza por aquí a partir del mes de noviembre. Es en ese momento cuando los amantes de la fotografía encuentran en el lago Tekapo y su entorno un auténtico paraíso para captar imágenes impresionantes.
Escribe tu comentario