Si por una de aquellas nos encontramos en Salzburgo, esa ciudad llena de belleza gracias a su paisaje, a sus numerosos festivales artísticos, a su magnífico centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, a sus famosos chocolates y dulces, a sus cafés con historia y a su figura más reconocida: Wolfgang Amadeus Mozart, no desaprovechemos la ocasión de acercarnos a otra bonita población austriaca que se encuentra a tan solo 85 kilómetros de distancia.
Nos referimos a Hallstatt, un bellísimo destino alpino con aspecto de postal y situado a orillas de un encantador lago en el que se mira como en un espejo. No se puede pedir más. O sí: que tenga el don de la ubicuidad. Pero de ese tema hablaremos más adelante. Ahora nos disponemos a pasear por esta pequeña población en la que nos reciben sonrientes sus menos de mil habitantes.
En este coqueto lugar la protagonista es la sal. Desde hace miles de años, los depósitos de este preciado producto han proporcionado a la ciudad riqueza y bienestar. Recordemos que en tiempos pasados el llamado ‘oro blanco’ llegó a utilizarse incluso como moneda de cambio, circunstancia de la que deriva la palabra salario. Mantener los alimentos en sal era la forma más habitual de conservarlos en épocas en las que aún quedaba mucho para que el ingeniero francés Louis Abel Charles Tellier inventara el frigorífico.
En la actualidad, los antiquísimos yacimientos de sal de Hallstatt se encuentran abiertos al público. Hasta ellos se llega en funicular o a pie y en su interior podemos disfrutar del Museo de la Sal, un espacio que nos ofrece interesantes detalles sobre la historia de la población y su estrecha relación con este producto.
La bonita arquitectura de la localidad es otro de sus grandes atractivos. Se conservan casas alpinas construidas en el siglo XVI, edificaciones con aspecto de cuento y preciosas fachadas con balcones de madera cuajados de flores. La belleza del lugar y el entorno que lo envuelve, con la presencia de imponentes montañas a una parte y el lago en la otra, le han valido a Hallstatt la declaración de Patrimonio de la Humanidad que otorga la UNESCO, además de ser considerada como una de las poblaciones más bellas de Europa.
Aquí todo está muy cerca, porque las dimensiones del pueblo así lo mandan. Si nos situamos en la plaza central, en la que se encuentra una de las iglesias principales, podremos movernos por diferentes callejuelas y descubrir los aspectos más interesantes de la población.
Una de las cosas que llamarán nuestra atención en nuestro paseo por Hallstatt es la llamada Casa de los Huesos, un osario que encontramos junto a la iglesia y que reúne más de 1.000 cráneos colocados de forma ordenada y pintados con símbolos que identifican al difunto junto a su nombre. Al parecer, se trata de una costumbre que nació cuando comenzó a faltar espacio en el pequeño cementerio de la localidad.
No cabe duda de que nos encontramos en un destino realmente interesante y bello. Es tan bonito que una empresa estatal china decidió construir una réplica exacta de Hallstatt en la provincia de Cantón. Llevados por la pasión, ni siquiera advirtieron a las autoridades locales de su intención. Se pusieron manos a la obra y lograron que al Hallstatt chino no le faltara ni un detalle. Desde entonces, esta localidad de Austria también puede visitarse en el país asiático, aunque el recorrido histórico, el increíble entorno y el sabor pintoresco de la auténtica Hallstatt sean imposibles de imitar.
Revista Viajes y Lugares
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