Existen miles de pueblos encantadores en el mundo. Lugares que nos inundan los sentidos con sus aromas, sabores y colores. ¿Colores? En el caso de Chauen, en Marruecos, no podemos utilizar el plural cuando nos referimos al aspecto cromático de la población, ya que un único color lo invade todo: el azul. Estamos en un destino monocolor, donde el azul nos va saliendo al paso desplegando toda su variedad de tonalidades y matices. Calles, plazas, puertas, escaleras, muros… todo aparece tintado de azul celeste, azul turquesa, azul marino, azul pastel…
No hace falta ser muy despierto para adivinar que esta localidad, ubicada en las faldas de la Cordillera del Rif, es popularmente conocida como “la ciudad azul” o “la perla azul”. Incluso se celebra una popular fiesta anual en la que todos los habitantes de esta bella y tranquila población salen a sus calles armados con litros y litros de pintura para encalar toda la ciudad.
Existen diferentes teorías que intentan explicar la fijación por el azul en Chauen, pero quizás la más extendida es tan sencilla, práctica y verosímil como que el azul espanta a las moscas.
Una agradable sensación de paz y bienestar se respira por las calles de Chauen. Incluso en su medina, una zona serena y plácida en la que se mueven con libertad los aromas de la tradicional comida marroquí y el pan recién hecho, y donde nos atraen a cada paso los coloristas puestos de artesanía, actividad que representa una de las principales bases económicas de la ciudad. Tejidos, productos de marroquinería o alfarería son artículos habituales que podemos ver en pequeños talleres repartidos por la medina y por algunas de las callejuelas con nombre de oficio de Chauen: calle Zapateros, calle Lavaderos…
El punto de encuentro y reunión es la plaza central, llamada Uta el-Hammam. Aquí se encuentran lugares en los que disfrutar de un buen té mientras nos relajamos con la visión de la Gran Mezquita y la Alcazaba, rodeada de un bello jardín.
Tras los muros de la ciudad se encuentra un precioso manantial que llega de la montaña llamado Ras al-Ma. Además de proporcionar agua a la ciudad, también hace las veces de lavadero.
Ali Ben Rachid fundó esta ciudad en 1417 con la intención de que fuera la nueva tierra de acogida de los andalusíes expulsados de la península. El nombre original que se dio a la población, Shawen, significa “dos cuernos” y hace referencia a los dos picos montañosos que se pueden ver desde la localidad. Este nombre derivó en Chauen, ya que así era como les sonaba a los españoles durante el protectorado español. Curiosamente, podemos encontrar otras formas de denominar a la ciudad. No nos extrañemos si su nombre nos aparece escrito también como Chef Chaouen, Xaouen o Chechauen. Todos son igualmente válidos.
Esta preciosa población marroquí, elegida en 2016 como la sexta ciudad más bella del mundo, está hermanada con Júzcar, un pequeño pueblo de la provincia de Málaga especialmente famoso por haber pintado de azul todas las fachadas de la localidad con el fin de servir de escenario a algunas de las escenas de las películas de los Pitufos, simpáticos personajes de animación que también son, ¡cómo no!, de color azul.
Revista Viajes y Lugares
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