Cuando el ser humano se anima a agudizar su ingenio los resultados suelen ser espectaculares. Es el caso de la creación de una típica construcción del norte de España, diseñada ante la necesidad de almacenar y conservar los alimentos alejados y protegidos de la humedad y de los animales. Nos referimos al hórreo, una edificación que se caracteriza por su sencillez y resistencia. Esta construcción está sostenida en el aire por pilares y provista de orificios de ventilación, y no es cosa de meigas.
Lo que comenzó construyéndose con un fin práctico, que aún conserva, hoy es elemento esencial del paisaje de una localidad gallega que nos saluda desde el corazón de las Rías Baixas. El pueblo marinero de Combarro, a escasos kilómetros de Pontevedra, posee una de las mayores colecciones de hórreos del norte del país. Treinta de estos bellos exponentes de la arquitectura popular de la zona se encuentran mirando al mar, circunstancia que dota al paisaje de una belleza especial que atrae a numerosos viajeros y turistas a lo largo de todo el año.
Este pueblo de pescadores es una pequeña joya que se ha ganado la declaración de Conjunto Histórico Artístico, no solo por sus hórreos, también por su casco antiguo medieval salpicado de cruceiros, monumentos religiosos construidos con una cruz de piedra sobre un pilar, puntos clave de la localidad que antaño protegían cruces de caminos, enclaves que, según se cuenta, eran mágicos y en los que solían reunirse las meigas o brujas.
Caminamos por la calle de San Roque. Queremos llegar a la iglesia del mismo nombre, edificio de siglo XVIII y otro de los atractivos de esta localidad marinera. Existe gran devoción por este santo protector al que los combarreses honran a través de las celebraciones que le dedican en el mes de agosto.
Este pueblo, esculpido en sólida piedra gris, también presume de sus características casa marineras, otro de los encantos que convierten este punto de Galicia en una villa singular que también nos regala con otro de los grandes placeres de la vida: la buena gastronomía. Tratándose de un lugar ligado al mar, vamos a disfrutar muchísimo de manjares frescos como el pulpo a feira, los mejillones y las almejas a la marinera. Otros excelentes productos de la zona, como el queso o el chorizo, regados con un buen vino gallego, completarán nuestro suculento homenaje culinario.
Revista Viajes y Lugares
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