Entrevistamos durante casi una hora a Fernando Sánchez Dragó. Nos recibe sonriente y resplandeciente en su casa. Feliz de la vida y lleno de sabiduría, nos habla sobre sus viajes, su infancia, sus recuerdos, nos muestra su lado más paternal, orgulloso de su hijo de 4 años. Charlamos sobre Siria, país que conoce bien, sobre Japón, educación, política, sobre literatura, por supuesto sobre viajes y, en definitiva, sobre la vida.
A continuación reproducimos la primera parte de nuestro encuentro con el autor de libros como “Esos días azules” o “Gargoris y Habidis”. Pulsa aquí para ver la segunda.
Daniel Laseca: Sé que no te gustan las etiquetas ni las definiciones, pero como introducción, muy brevemente, escritor, viajero, cosmopolita, hombre comprometido con la cultura y con las letras, con las ideas y ante todo, parafraseando a Nietzsche, Humano, muy humano.
Fernando Sánchez Dragó: Como no me has llamado polémico ni provocador, acepto.
Dani: Muchas gracias, ¿sería así, el HOMBRE, con mayúsculas, que buscaba Diógenes, farol en mano, por Atenas?
Fernando: Lo intento, lo he intentado toda mi vida, además es una imagen que he utilizado toda mi vida, he hecho todo lo posible por ser ese tipo de hombre.
Dani: Cuando te dieron el Premio Planeta por “La prueba del laberinto”, precisamente usaste el seudónimo de Diógenes, pero del otro Diógenes, de Laercio, ¿por qué?
Fernando: Sí, si te digo la verdad no sé por qué, porque un seudónimo… a veces no es caprichoso pero en aquella ocasión lo fue, el libro de filósofos ilustres de Diógenes Laercio, al fin al cabo, hay muchos filósofos griegos que todo lo que sabemos de ellos es por este libro. Por lo tanto es una lectura que siempre me ha apasionado, pero tampoco hay que buscarle 5 pies a ese gato.
Dani: Has vivido y viajado alrededor de 100 países aproximadamente. Cuánto y cómo te han influido todos esos viajes.
Fernando: Me han influido muchísimo, en el mismo concepto de viaje. Yo suelo decir, parafraseando a otro autor, que como lejos de casa no se está en ninguna parte. Eso es un criterio que he aplicado desde mi infancia, forzado por las circunstancias.
A mi padre lo matan antes de que yo nazca, mi madre se queda atrapada aquí, en Madrid. Cuando yo tengo un año mi madre se escapa en busca de su marido, conmigo a cuestas, acompañada de su hermana, nos metemos en una aventura inconcebible, que está contada en mi libro “Muertes paralelas”, que nos lleva a Valencia atravesando puestos de control de todo dios, de los comunistas, de los anarquistas, de los socialistas. Estas dos mujeres rubias, de buena familia, con un bebé a cuestas. Llegamos a Alicante, ahí pasamos la primera noche escondidos. Al amanecer agarramos una avioneta de los servicios postales que nos lleva a Orán y ahí estamos 3 meses y después agarramos otro avión que nos lleva a Melilla. Ahí cogemos un barco que bombardea la aviación republicana.
Ya empecé a vivir de una forma peligrosa y viajera cuando aún era un lactante. No sé si eso me influyó, pero siempre he vivido así, siempre me he estado yendo. Con el reproche continuo que mis mujeres y mi madre me han hecho, de que “siempre te estás yendo”. Dentro de ese concepto del nomadismo, de no dejar que la arena se pegue a los zapatos, me ha marcado. Es una forma de vivir, de encarar la existencia. Hay países que me han marcado de una forma especial, entre otras cosas porque he pasado mucho tiempo en ellos, y es el caso de Italia. Cuando me exilio voy a pasar 5 años a Italia, son 5 años muy intensos. En segundo lugar Japón y la India son los países que más me han marcado.
Dani: La relación entre literatura y viaje.¿Es la literatura también una forma de viajar, virtual o virtuosa?
Fernando: Para mí la relación entre literatura y viaje es imposible porque es lo mismo. Mi literatura es una literatura viajera y yo siempre he viajado para poder contarlo, como todo lo que he hecho en la vida, porque mi estrella polar ha sido siempre la literatura. Yo he vivido siempre sumergido en una realidad literaria que me parece mucho más real que la real, entonces literatura y viajes son lo mismo, anverso y reverso de una misma moneda. No concibo lo uno sin lo otro.
Dani: Hablando de lo virtual, tienes una web pero no tienes redes sociales. ¿Cuál este tu relación con el mundo digital y cómo crees que influye en los viajes y la literatura?
Fernando: Tengo una web, que la crearon en el año 2005 y que no la he visto nunca, en primer lugar porque no sé moverme en una web. Así que, efectivamente, tengo una web, pero como si no la tuviera. Además de que no me despierta el más mínimo interés. Nada que suceda en la red me despierta el interés. Nunca he entrado en redes ni entraré, soy ajeno a ese mundo.
Relación de este mundo digitalizado, virtualizado en el que vivimos, con el viaje, pues mortal. Se ha cargado el viaje, ya no tiene sentido viajar. No tiene sentido viajar, en parte por la red y en parte por el turismo. Vayas donde vayas ya hay turistas. Si me preguntas qué es lo que más detesto en el mundo -y a mi edad hay muchas cosas que se detestan ya- pues son los turistas. Los turistas han matado todo lo que yo amaba. El turista es lo contrario del viajero, es una horda inicua de borregos que está devastando la Tierra entera y que además va a tener consecuencias impredecibles. Ya en Italia y en España, y en países así, empieza a sublevarse la gente, el hombre de la calle, no ya el escritor hippie como pueda ser yo, sino el zapatero de la esquina, contra los turistas.
El viaje es algo que ha perdido por completo el sentido. Empezó a cargárselo el avión. Viajar es atravesar, no sobrevolar; el que sobrevuela no está viajando. Ahí empieza la decadencia del viaje. Llegues donde llegues, si el viaje era un punto de encuentro, ya no es posible, porque cualquier persona que te encuentres en esos países -hablo de los países a los que a mí me gusta viajar- que no son los europeos, son lo asiáticos, los africanos, los viajes exóticos-, si eres de raza blanca te ven como una bolsa de dinero con patas y lo único que intentan es extraerte en mayor número de dólares en el menor tiempo posible.
Viajar se ha convertido en algo inútil. Antes viajaba para ir a sitios, ahora viajo para huir de España. En primer lugar porque España se ha convertido en un lugar inhabitable, y en segundo lugar porque para mí se ha convertido aún en un viaje más inhabitable porque me conoce todo Dios. Yo no sé cómo me puede conocer todo Dios a mí, un escritor más bien de temas raros. Sí, es verdad que salgo en televisión, pero generalmente en programas que se emitían en la madrugada, de poca audiencia, de libros y, sin embargo, he conseguido que me conozca todo Dios. Me habrás oído decir que uno de mis filósofos favoritos es Epicuro, que decía que la felicidad estriba en vivir oculto. Eso es así seguro. Yo, desde ese punto de vista, he sido un fracaso. Nunca he conseguido vivir oculto, no ahora que soy un escritor conocido y que salgo en la tele, es que de niño en el cole siempre llamaba la atención, porque pienso lo contrario acerca de casi todo de lo que casi todo el mundo piensa. Total que el viaje, en estos momentos, para mí es algo angustioso. Sólo por no someterte a las sevicias, inútiles, hipócritas que no sirven para nada, a las que te someten en los aeropuertos, pues no vale la pena viajar. El viaje ha desaparecido de la faz de la tierra como tantas otras cosas. El viaje es tener sensación de distancia.
Yo tengo mucha añoranza de, cuando estando en Madrid, simplemente ir a Carabanchel era como la diligencia de John Ford: toda una aventura. Tardabas, tenías que coger varios tranvías… entrabas en mundos completamente remotos. Ahora no, coges un AVE y te plantas en Sevilla en hora y media o dos. Ya no tienes esa sensación de distancia que para mí es fundamental. Y luego no tienes la sensación de soledad o de aislamiento. Yo, por ejemplo, los 6 años largos en los que estuve exiliado, hablé por teléfono 2 veces con mi familia, no porque no tuviéramos buenas relaciones. Nos escribíamos cartas a mano. Ahora con los móviles, con internet, no es posible. Por supuesto, cuando viajo, no me llevo… mi único vínculo con la tecnología es este móvil que a veces me da mensajes con tres meses de retraso, pues ni siquiera me lo llevo. Pero a pesar de eso, como me llevo el ordenador, porque lo necesito para escribir, por no ir por el mundo como he ido toda mi vida, trasladando diccionarios, resmas de papel, máquinas de escribir pesadas, estoy accesible. Intento enmascarar mis viajes, les digo a mis hijos que voy a China si voy a Argentina, o que voy Argentina si voy a China, pero a pesar de todo me acaban pillando, se acabó.
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Dani: Escuchando tu definición, la diferencia entre turista y viajero, ¿tendría alguna relación con la lentitud de Kundera, el tiempo, la velocidad…?
Fernando: Sí, claro, naturalmente. El eje de abscisas y ordenadas los cuales racionaliza el ser humano su estar en el mundo son el espacio y el tiempo. El momento en el que viajas estás saliéndote de ese espacio y rompiendo con ese tiempo. Para tener la sensación de viaje es clave llegar a ese tiempo sin tiempo, a esa lentitud.
Dani: Has ejercido de profesor en países como Japón, Kenia, Italia, EEUU, Senegal, Jordania, Marruecos y España, no sé si me dejo alguno. ¿Hay algún país que te haya sorprendido por su sistema educativo?
Fernando: El país que más me ha sorprendido por su sistema educativo, sin duda alguna, es Japón. Porque es un país que tiene un sistema educativo completamente distinto al del resto del mundo. Eso explica que el mundo se divida en los japoneses y los demás. Los japoneses reciben un tipo de educación que forma su carácter y forma su forma de vivir de una forma completamente distinta al resto de la humanidad.
De todas formas preguntarme a mí por los planes pedagógicos es un poco absurdo, porque a mí nunca me han interesado los planes pedagógicos. Yo he dado clases para poder viajar a países, conocer otras culturas, pero no tenía ninguna vocación pedagógica. Yo prefería ser alumno a ser profesor. Paradójicamente, yo tenía mucho éxito como profesor, también con las alumnas. Nunca me he tomado muy en serio la enseñanza, no creo en la universidad. No creo en el colegio.
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Dani: ¿Dónde debería estar el aula, en la calle, en la familia?
Fernando: Evidentemente, las 2 únicas universidades dónde me eduqué… me corrijo, yo tuve la suerte de ir al colegio del Pilar. El colegio del Pilar es algo aparte y me marcó, es de las cosas que más tengo que agradecer a mi madre. De ahí han salido todos los grandes próceres de este país. Pero mis dos grandes herramientas de aprendizaje era que jugaba en la calle, y allí me mezclaba con los golfillos, con gente de clase social muy inferior a la mía y eso me enriqueció extraordinariamente, es lo que realmente me convirtió en un cosmopolita.
Y eso se vio acentuado cuando fui a la cárcel, para mí ir a la cárcel era una fiesta, para un escritor era una fiesta ir a la cárcel. Tú imagínate las personas que yo conocí allí, delincuentes algunas, otras no, con las cuales nunca hubiera podido entrar en contacto. Eso enriqueció mi visión del ser humano extraordinariamente. Y luego hice la mili, la de verdad, zapador, cavando, abriendo trincheras, construyendo puentes. También ahí entré en contacto con la España rural, analfabeta en gran medida, y también eso me enriqueció muchísimo. Esos son mis colegios.
Dani: No sé si conoces la reciente noticia de la niña Pakistaní de 13 años, Aisha Esbhani, que se ha propuesto leer al menos un libro de cada país. ¿Qué te parece? ¿Y qué le recomendarías?
Fernando: No, no la conozco. Pero esa niña es una hermana espiritual mía, porque yo nací con un libro bajo el brazo, porque aprendí a leer a los 3 años. Yo desde que me acuerdo, y me acuerdo desde que tengo 6 años, nunca he salido a la calle sin llevar un libro. Eso me ha conducido a dramas tales -porque es un drama- como tener seguramente la mayor biblioteca privada del mundo, porque tengo 110.000 libros. Nadie tiene eso en su casa. Es un disparate, que además no te sirve para nada. No sé qué hacer con ellos. No puedo ni donarlos, ni tirarlos a un vertedero porque tendría que organizar una caravana, no puedo prenderles fuego, porque lo único que se vería desde la luna, además de la muralla china, sería la hoguera de mis libros. Me he planteado, medio en broma, construirme como Keops, una pirámide para enterrarme yo ahí como un faraón.
Bromas a parte, esa niña, como te digo es un hermana espiritual. Hay libros que siempre recomiendo: la Bhagavad- gita, el Tao Te King, libros de Mishima, El elogio de la sombra de Tanizaki, Huckelberry Finn por irnos a los EEUU, Shakespeare, por supuesto, que es seguramente el mayor escrito que haya existido jamás. La tragedia griega, especialmente Sófocles o la Eneida de Virgilio, libro maravilloso. Si me preguntas por literatura española, ya me pones en un aprieto. No estoy seguro que le recomendara el Quijote.
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