​Santiago de Cuba, parte de la historia de España

Si me preguntaran por una visita ineludible en esta localidad, lo tendría claro: la gran fortificación que defiende la entrada de la bahía, declarada Patrimonio de la Humanidad
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Pocas ciudades en el mundo, fuera de las actuales fronteras españolas, generan tantos recuerdos en nuestro país como Santiago de Cuba.

Desde 1515, cuando Diego Velázquez la fundara, hasta el año 1898 trascurrieron varios siglos en los que los corazones cubanos e hispanos caminaron juntos.

Una historia común que ha quedado reflejada en numerosos aspectos de la vida de esta isla caribeña. Cultura, costumbres, idioma o religión expresan esa impronta, al igual que la huella arquitectónica, palpable en numerosos rincones de esta animada urbe.

Ahora bien, si me preguntaran por una visita ineludible en esta localidad, casi obligada, lo tendría claro: la gran fortificación que defiende la entrada de la bahía, declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Responde a los nombres del Castillo de San Pedro de la Roca o del Morro, y es una inigualable joya de la arquitectura militar.

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Se comenzó a construir en 1638. Gobernaba entonces D. Pedro de la Roca y Borjas. De ahí, su nombre.

Recorriendo esa estudiada sucesión de defensas pétreas, estratégicamente situadas, quien os escribe no dejó de pensar que un 3 de julio de 1898 esas aguas fueron testigo de uno de los grandes desastres navales de la historia de España.

Así es, narran las crónicas que las pérdidas españolas fueron cuantiosas. Cientos de muertos y heridos y multitud de prisioneros. Además de ello, en tan desigual contienda, seis buques de guerra fueron destruidos. Concretamente, el crucero acorazado Infanta María Teresa, el crucero acorazado Cristóbal Colón, el crucero acorazado Almirante Oquendo, el crucero acorazado Vizcaya, el destructor Furor y el destructor Plutón.

Dicen que el almirante Pascual Cerveza, al mando de la Armada española, escribió -antes de partir- una carta a su hermano en la que decía: “Vamos a un sacrifico tan estéril como inútil; si en él muero, como parece seguro, cuida de mi mujer y de mis hijos”.

Deseo igualmente recordar que esas aguas de tan denso pasado –escenario también de otras importantes batallas navales- conforman el “Parque Arqueológico Patrimonio Cultural Subacuático Batalla Naval de Santiago de Cuba”. Os recomiendo este link donde encontraréis información detallada sobre ello.

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No dejo de pensar en lo que estos centenarios muros han visto pasar a lo largo de la historia. Los avatares, las contiendas, las aspiraciones y las preocupaciones de tantos y tantos que allí vivieron y murieron por las causas más dispares. Santiago de Cuba, que durante mucho tiempo fue la ciudad más fortificada de la isla, sufrió numerosos asedios y ataques. Su importancia económica, como gran puerto de la Corona española en esas tierras, y su situación estratégica fueron razones suficientes para que corsarios, piratas y armadas enemigas de otros países lucharan por ella.

Por cierto, en el interior de este impresionante recinto fortificado existe un “Museo de la Piratería” que aconsejo visitar.

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En todo caso, pasear por estas murallas –en muy buen grado de conservación- y recordar el pasado, no deja de ser un homenaje para tantas personas, con independencias de sus ideales y nacionalidades, que lucharon en su momento por lo que ellos consideraban justo.

Conviene no olvidar que Cuba es Caribe, es sol, son playas de fina arena, es gente acogedora, es un apetecible mojito, es un refrescante daiquiri, es baile y es, también, mucha historia de España que no debes pasar por alto.

Dicen que la vida son momentos, sensaciones, experiencias y recuerdos. Ciertamente me gustó conocer Cuba. Holguín, Guantánamo, La Habana, Baracoa, Gibara …fueron algunas paradas de este periplo por la mayor de las islas del Caribe. Me permitió conocer personas hospitalarias que me acogieron con los brazos abiertos y una sonrisa en la boca.

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Necesitaba reposar tanta información y tantas vivencias. Tuve la suerte de tener una excelente guía que me fue desgranando – a veces, acompañando su discurso con simpáticas anécdotas- cada rincón y cada esquina de este fuerte. ¡Qué mejor manera de asimilarlo que reponer fuerzas con un refrescante mojito en uno de los restaurantes panorámicos que se encuentran antes de llegar a la fortificación!.

Un mojito y el azul del inmenso mar como fondo junto al Castillo de San Pedro de la Roca. ¿Se puede pedir más?

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