Conocí al padre Luis Martín Nieto —mi amigo del alma—, durante los años 70 en el colegio de los escolapios de Salamanca. A él se le daban bien las ciencias; a mí las humanidades. Él tomó el camino religioso y del servicio a los demás; yo, el del mundanal ruido y los logros personales. Dos caminos aparentemente diferentes que, sinembargo, mirados con la perspectiva que dan los años, nos ha llevado a la convicción de que siempre convergen en un mismo punto: el de que la vida es un maravilloso proceso de expansión, dirigida —con palabras del poeta y dramaturgo inglés, Alfred Tennyson—por: Un Dios, una ley, un elemento, un divino acontecimiento muy remoto, hacia el que se dirige toda la creación.
El padre Luis viene desarrollando su misión evangelizadora y formativa desde 1997 como sacerdote de la Orden de los Clérigos Regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías —Los Escolapios— en Libreville, la capital de Gabón, siguiendo permanentemente los dictados de su corazón, un espacio donde, según Rumí, el gran místico sufí del siglo XIII, Dios ha puesto nuestro deseo eterno de buscarle y encontrarle.
Actualmente, es el director del Colegio Calasanz en Libreville. Es profesor de psicología, religión y capellán de la Escuela Normal. También ejerce como delegado del Padre Provincial del África Central. En el año 2018, S.M. El Rey, Don Felipe VI le otorgó la Orden del Mérito Civil, como reconocimiento por su incesante labor pastoral y educativa.
Su estancia en Libreville durante 27 años, muy alejado de su querida familia y amigos, no ha sido fácil. Tampoco lo fue en su destino anterior, pues durante su misión en Guinea Ecuatorial —donde tuvo que vérselas con la enfermedad — fue advertido y amenazado de muerte por el Régimen de ese país, por compartir sin miedo a nada y a nadie la buena nueva de que todos somos libres e iguales ante los ojos de Dios. Es que, el dueño de la mies —que siempre es mucha y los obreros pocos— para el que el padre Luis viene trabajando desde muy joven, no suele conceder favores especiales, ni retribuciones inmediatas; antes bien, gusta de proponer a sus obreros diferentes desafíos para que comprendan “Que no sólo de pan vive el hombre”, “Que nunca han de ponerle a prueba” y “Que han de trabajar en exclusiva para él”.
Todos los años, el padre Luis suele pasar su mes de vacaciones en su pueblo natal: San García de Ingelmos, una pequeña población abulense de unos 70 habitantes, a 45 kilómetros de la capital. Para él, San García de Ingelmos, es volver a sus raíces, al lugar donde empezó todo; a su querida tierra castellana, que tan bien supo cantar el poeta Antonio Machado; solemne y siempre callada; con su espectacular cielo azulado y sus noches estrelladas; y sus gentes, austeras, trabajadoras, honestas y sencillas.
Para el padre Luis —los más viejos del lugar le siguen llamando cariñosamente “Luisito”-, San García de Ingelmos es un remanso de paz, un lugar donde aún se pueden escuchar los silencios; un momento para cambiar de aires y reponer fuerzas, y así poder emprender la marcha;una retirada momentánea de la lucha por la vida; un austero lugar que le hace recordar el significado profundo de la primera estrofa del conocido poema “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León, que él escuchó seguramente por primera vez durante sus años de formación en el seminario de los escolapios en Salamanca:
¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido,
y sigue la escondida senda,
por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!
El año pasado, el golpe de Estado en Gabón de 2023 —que tuvo lugar en Gabón el 30 de agosto de 2023—, le sorprendió en San García de Ingelmos, con ciertas dificultades para conectarse a internet y seguir puntualmente el curso de los graves acontecimientos políticos En medio de un contexto de resultados electorales cuestionados y tensión política, finalmente Gabón tuvo que hacer frente a un golpe militar que derrocó al presidente reelecto, Ali Bongo Ondimba, cuya victoria en las elecciones celebradas el 26 de agosto había sido anunciada minutos antes del referido golpe de Estado.
Libreville, la vibrante capital de Gabón, es una ciudad que mezcla modernidad y tradición en una armoniosa simbiosis. Situada en la costa atlántica, esta ciudad ofrece una rica variedad de experiencias culturales, históricas y naturales que la convierten en un destino fascinante.
El Boulevard Triomphal: El Corazón de la Ciudad
El Boulevard Triomphal es la arteria principal de Libreville, donde se concentran muchos de los edificios gubernamentales y monumentos importantes de la ciudad. Caminando por esta avenida, te encontrarás con la impresionante Asamblea Nacional y el Palacio Presidencial, símbolos de la vida política del país. También, en este boulevard se encuentra el Monumento de la Reunificación, una escultura que celebra la unión de las diversas etnias gabonesas en un solo país.
El Museo Nacional de Artes y Tradiciones: Un Viaje en el Tiempo
Para entender la rica herencia cultural de Gabón, una visita al Museo Nacional de Artes y Tradiciones es imprescindible. Este museo alberga una vasta colección de artefactos que ilustran la diversidad cultural del país, desde máscaras tradicionales hasta herramientas y vestimenta antigua. Cada pieza cuenta una historia, ofreciendo una visión profunda de las tradiciones y la historia de las diferentes comunidades étnicas de Gabón. Además, el museo organiza talleres y eventos para promover y preservar las culturas locales.
El Mercado de Mont-Bouët: Un Festín para los Sentidos
Ningún viaje a Libreville estaría completo sin una visita al mercado de Mont-Bouët, el mercado más grande y animado de la ciudad. Aquí, los visitantes pueden encontrar una amplia gama de productos, desde frutas y verduras frescas hasta artesanías locales. Pasear por los pasillos bulliciosos del mercado es una experiencia sensorial, con los aromas de las especias, los colores vibrantes de los textiles y el sonido constante de los comerciantes negociando precios. Es el lugar perfecto para comprar recuerdos y probar la gastronomía local.
Las Playas de Libreville: Un Paraíso Costero
Libreville es conocida por sus hermosas playas, que ofrecen un escape perfecto del ajetreo de la ciudad. Pointe-Denis, una de las playas más populares, es ideal para relajarse, nadar o practicar deportes acuáticos. Sus arenas doradas y aguas cristalinas atraen tanto a locales como a turistas. Además, muchas playas de Libreville están rodeadas de restaurantes y bares donde se puede disfrutar de mariscos frescos y platos típicos de Gabón, mientras se contempla la puesta de sol sobre el Atlántico.
El Parque Nacional de Pongara: Naturaleza en Estado Puro
A solo unos kilómetros de Libreville, el Parque Nacional de Pongara es un paraíso para los amantes de la naturaleza. Este parque ofrece una increíble biodiversidad, con selvas tropicales, manglares y playas vírgenes. Es hogar de una variedad de fauna, incluyendo elefantes, hipopótamos y una impresionante variedad de aves. Los visitantes pueden explorar el parque a pie, en bicicleta o en bote, disfrutando de la tranquilidad y la belleza natural de Gabón.
En fin, Libreville es una ciudad que invita a ser explorada, con su mezcla única de historia, cultura y naturaleza. Desde el bullicio del mercado de Mont-Bouët hasta la serenidad de las playas y parques nacionales, cada rincón de esta ciudad ofrece una nueva aventura.
Este año 2024, mi tradicional encuentro anual para “ponerme al día” con mi gran y perpetuo amigo, el padre Luis, se produjo el pasado miércoles 24 de julio, es decir, el día anterior a la festividad de Santiago Apóstol. Durante el recorrido desde mi casa de Muñogalindo (Ávila) hasta San García de Ingelmos—un breve viaje de unos 45 minutos de duración—, la nostalgia se apoderó de mí. ¡Es que venían tantos y tantos gratos recuerdos a mi mente de mi etapa en el colegio de los escolapios de Salamanca! ¡Es que sigue tan presente en mi mente y en mi corazón la familia escolapia que conocí en aquel momento! ¡Qué tiempos aquellos! ¡Y cuánto ha llovido desde entonces! Aún sigo recordando vivamente todavía los rostros y los inolvidables consejos para la vida de los padres Antonio Zamanillo, Celestino de Santiago, Ignacio Roitegui, Campello, Bernardo y Gómez Santos, así como algunas travesuras infantiles, anhelos, inquietudes y deseos para el futuro junto a mis inolvidables compañeros, Enrique Rodríguez Vara, Daniel Hallado Arenales o el propio Luis Martín Nieto.
Ya en su casa—una vivienda familiar rural inmensa, de las de antes, con muchas habitaciones, una amplísima cocina, un “sobrao” con vistas espectaculares y un patio con diversos árboles frutales y pequeño huertecillo— aeso de las once de la mañana, bajo el cobijo del techado del patio y saboreando una deliciosa infusión de manzanilla con anís, me explicó con todo lujo de detalles sus vivencias, andanzas, aventuras y desventuras durante el último año en Libreville —la ciudad libre— tras el golpe de Estado. En un punto culminante de esta conversación,el padre Luis tomó aire profundamente por ambas fosas nasales y, con la solemnidadde quien pretende a hacer un anuncio muy importante, me dijo:
—Sabes, José Antonio, ¡Ni en mis mejores sueños pensé que algún día podría ver materializado mi mayor deseo!
— ¿Cuál? —pregunté muy intrigado.
—Ver construida una universidad católica en Libreville, dirigida por mi congregación de las Escuelas Pías.
—¡Maravilloso!—exclamé. Tu testimonio me confirma la verdad de la tesis expuesta por el escritor brasileño, Paulo Cohelo, en su libro “El Alquimista” que, Cuando deseas algo de verdad, todo el Universo conspira a tu favor para que lo consigas.
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