Comienza el día con un cielo límpido en Río Gallegos, capital de la provincia de Santa Cruz. Nos dirigimos hacia el sur, a 62 kilómetros de la ciudad. Se nos presenta por delante la Ruta Nacional 3, entre los cerros bajos que constituyen la geografía del lugar, desgastados por el paso del tiempo, alisados por el viento y aplastados como si estuvieranagobiados de soportar su propio peso.
Santa Cruz es sinónimo de inmensidad. Es la segunda provincia más grande de Argentina, con una superficie en kilómetros cuadrados tan grande como la del Reino Unido. Y es también al mismo tiempo la más deshabitada. Y para el viajero eso se nota a la legua.
Pocos lugares quedan en el mundo donde uno puede apreciar en toda su plenitud la magnitud de la naturaleza; en la que se tenga la sensación de ser único testigo del despliegue de la flora, fauna y geografía al unísono, en acordes que parecen formar parte de una composición de música sacra.
Basta con salir apenas de cualquier poblado o ciudad para toparse con un horizonte de planicies interminables totalmente vacías, cubiertas por un tapiz irregular de pastos ralos llamados coirones y casi nada más, excepto las cadenas montañosas que se levantan en la lejanía.
Cuando Charles Darwin recorrió Argentina durante casi un año en 1832, dejó plasmado en su Diario de Viaje sus impresiones de esta parte de la Patagonia.
“Este es un paisaje solitario y aislado. No hay árboles. Todo lo que puedes encontrar, si tienes suerte, es un guanaco que parece estar en guardia, vigilando en lo alto de un cerro. Aunque casi no se ve ningún otro animal ni siquiera un pájaro, atravesar este desierto donde no se encuentran objetos para mirar te da un gran placer y te hace preguntarte: ¿qué edad tiene esta meseta? ¿Alguna vez se ha visto de esta manera? ¿Cuánto durará esta desolación?
¿Quién puede responder estas preguntas? Todo lo que nos rodea parece eterno. Sin embargo, las misteriosas voces que se escuchan en estas inmensidades suscitan terribles dudas”.
Hay algo atractivo en las cosas que no tienen explicación, los misterios, lo secreto. Un arcano, que es otra forma de decir lo que la mente humana no puede descifrar. Es lo que uno siente al llegar a la Reserva Geológica Laguna Azul, entre volcanes y ecos ancestrales.
La primera impresión es que estamos en un lugar donde el tiempo se detuvo. Las rocas y la lava volcánica dan cuenta de lo que fue antaño esta parte de la Patagonia Austral.
Por estas tierras, solitarias y barridas por el viento, caminaron los aonikenk o tehuelches, nómadas que se desplazaban por la Patagonia, entre el río Santa Cruz (Argentina) y el Estrecho de Magallanes (Chile). Buscaban guanacos, ñandúes y otros animales que conformaban su dieta alimenticia. En pleno corazón de la fría estepa patagónica, donde pareciera no haber nada, la tierra atesora muchas historias.
Campo Volcánico Pali Aike
Pali Aike, “lugar desolado de los malos espíritus”, es como los tehuelches llamaron a esta inmensa zona de 4500 kilómetros cuadrados. Debido a sus formaciones, los tehuelches creían que el lugar era frecuentado por espíritus oscuros. El campo volcánico Pali Aike está ubicado entre el límite de la provincia de Santa Cruz y la región chilena de Magallanes. Según los expertos, se estima que las últimas erupciones volcánicas ocurrieron hace más de 10000 años.
El campo volcánico Pali Aike está formado durante tres ciclos geológicos diferentes. El más antiguo sucedió hace 3.8 millones de años, formando una meseta de lavas basálticas, con aproximadamente 4500 km2. Mientras que el segundo formó conos como Pali Aike, hace 130000 y 17000 años. Por otra parte, el último ciclo ocurrió hace 4000 a 3000 años y fue el que dio origen al cráter donde se encuentra la Laguna Azul.
La sensación de infinitud de la estepa uniforme se disipa en esta región extrema, donde se dibujan las geométricas siluetas de volcanes apagados, conos de escoria (fragmentos de lava apilados alrededor de las chimeneas volcánicas), crestas y coladas de lava sobre rocas de basalto.
Tras un período de convulsiones telúricas, 8000 a 7000 años antes del presente, llegaron nuevos grupos humanos que posiblemente fueron los antecesores de los tehuelches, nómadas, cazadores recolectores que vivieron hasta entrado el siglo XX. Los indicios del poblamiento humano en la zona, se evidencian en rastros culturales hallados, como instrumentos óseos y líticos, pinturas rupestres y sepulturas.
Del otro lado de la frontera, en territorio chileno, es posible ver las cuevas que los tehuelches utilizaron como refugio. Excavaciones en los sitios arqueológicos “Cueva Pali Aike” y “Cueva de Fell” han demostrado la temprana presencia humana en esta parte de la Patagonia. Los restos encontrados permitieron a los arqueólogos estimar que el ser humano habitó esta zona hace más de 8000 años.
Laguna Azul provoca que la imaginación vuele. Me viene a la mente el célebre aviador francés Antoine de Saint-Exupéry, el autor de “El Principito”, quiénvoló por la Patagonia cumpliendo servicios para la Aeroposta Argentina, inaugurando el vuelo a Río Gallegos. Al volar por la zona, le llamó la atención las abundantes evidencias de actividad volcánica. Describe en su libro “Tierra de hombres” los centenares de cráteres que imagina arrojando en el pasado grandes cantidades de lava.
La caminata por el campo volcánico de la parte superior se vuelve un imprevisto desafío, que demanda superar las afloraciones puntiagudas de lava, gruesas capas de basalto, manchones negros dejados por fogatas y las amenazantes espinas de pequeños arbustos, como coirón y calafate.El sol acentúa el intenso color de la superficie del agua, un fenómeno originado en la ausencia de piedras en el fondo. Caminamos por un sendero unos 100 metros hasta bajar hasta la laguna.
Laguna Azul tiene también sus mitos. Uno de ellos sostiene que la laguna no tiene fondo y que está conectada con el Océano Pacífico. Sin embargo, geofísicos indicaron que tiene una profundidad cercana a los 100 metros.
Por otra parte, hay quienes también aseguran que el lugar es visitado en ocasiones por ovnis y también otras personas mencionan que en la laguna existe un pez ciego, al que denominan Epuyén y lo consideran un pez monstruo, porque cuando es pescado por una persona, se deforma debido a la diferencia de presión.
En los últimos años, la belleza del lugar atrae fotógrafos y amantes de la naturaleza por igual. Es también considerado un campo magnético, donde personas relacionadas con lo esotérico y místico llegan para contemplar el paisaje y conectarse con lo espiritual. Nada es casual por estas tierras y todo tiene una razón. En el caso de Laguna Azul hay muchas razones para visitarla y dejarse deslumbrar por su belleza.
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