La mezquita de Ibn Tulun, un tesoro cairota

Nos disponemos a visitar uno de los países más enigmáticos del planeta, un lugar atravesado por las poderosas aguas del Nilo. Estamos en Egipto. Aquí todo nos remonta a un fascinante pasado faraónico y nos habla de leyendas milenarias que nos invitan a soñar. Nuestro destino nos espera en la capital del país: El Cairo, una de las ciudades más interesantes del planeta. Llamada por los árabes “la madre del mundo” y “la ciudad de los mil minaretes”, su centro histórico cuenta con la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, detalle que nos deja claro que estamos en un lugar en el que vamos a encontrar numerosas e impactantes maravillas. Una de esas maravillas es nuestra protagonista. 

Visitamos la mezquita de Ibn Tulun, una construcción del siglo IX y uno de los tesoros islámicos más antiguos y mejor conservados de la ciudad. De hecho, es uno de los monumentos más emblemáticos del centro histórico de El Cairo y uno de sus lugares turísticos más visitados. 

La mezquita se creó coincidiendo con la dinastía Tuluní, la primera independiente del Egipto islámico, fundada por el entonces gobernador Ahmad Ibn Tulun. El edificio está rodeado por una enorme muralla y cuenta con un gran patio en el que pueden verse pórticos con un buen número de arcos. Está situada sobre una pequeña colina en la que, según la leyenda, aterrizó el arca de Noé después del diluvio universal. 

El antiguo edificio ha sido sometido a diferentes restauraciones. Quedó especialmente dañado en el siglo XII, momento en el que solía servir como refugio a los peregrinos. Actualmente, su aspecto es inmejorable. 

El minarete es uno de los elementos más destacados de la mezquita de Ibn Tulun. Se cree que su construcción fue posterior a la creación de la estructura principal de la mezquita y su principal característica es la escalera de caracol que posee en su exterior. El ascenso a lo alto del minarete está permitido y es una visita realmente recomendable para disfrutar de las impresionantes vistas que se alcanzan a contemplar. 

En los alrededores de la mezquita, los barrios tradicionales llevan hasta esta gran construcción aromas de especias y de pan recién hecho, sensaciones que se unen a la que sentimos entre los muros de la mezquita de Ibn Tulun, en la que tenemos la impresión de que en algún momento se paró el tiempo en una época remota.