José Luis Quiles se define a sí mismo como un “aventurero muy cañero”, cuestión sobre la que no nos queda ninguna duda después de haber conversado con él. Aunque su corazón está dividido entre Motril y Valencia, su lugar de residencia puede estar en cualquier punto del planeta. De hecho, en este momento se encuentra en Islandia viviendo en una tienda de campaña.
En unas pocas semanas iniciará su nuevo proyecto, con el que se ha marcado el objetivo de recorrer setecientos kilómetros en kayak bordeando la costa mediterránea española.
Hablamos con José Luis Quiles para que nos amplíe detalles sobre este proyecto y para conocer las otras muchas experiencias y aventuras que ha protagonizado. Os aseguramos que son apasionantes.
En septiembre vas a embarcarte en una gran aventura. La has bautizado como Horizonte Mediterránea. Cuéntanos en qué consiste.
Es una travesía de 700 kilómetros y 35 días a lo largo de la costa Mediterránea. Mi intención no es solo la de acercar el mundo del deporte al aire libre a la gente, sino transmitir un mensaje muy claro: la vida puede ser una aventura maravillosa. El momento de vivirla es ahora. Mañana ya es tarde.
¿Por qué sales de Motril y llegas a Valencia? ¿Por qué has escogido precisamente esos puntos de partida y llegada?
Las dos ciudades tienen un significado especial para mí. Por un lado, me crié en Valencia. Mi padre estudió la residencia de medicina y viví la mayor parte de mi infancia allí. Motril es el lugar donde nació mi madre y he pasado los veranos más maravillosos que recuerdo en sus playas. Comenzar y terminar una aventura en lugares familiares te da un empujón enorme. Además, ha dado la casualidad de que el tiempo que disponía para hacer la travesía cuadraba con la distancia. Mejor, imposible.
¿Cuántos días tienes previsto invertir en el recorrido y cuánto has planeado remar cada día para conseguirlo?
He calculado unos 35 días para todo el recorrido, lo que implica remar unos 20 kilómetros al día. Es una distancia bastante razonable teniendo en cuenta que voy a estar encima del kayak prácticamente desde que amanezca. Pero claro, esto es sobre el papel, solo es una aproximación. Al final, la duración de la travesía la va a decidir el (mal) tiempo que me encuentre en la ruta. Yo vengo del mundo de la montaña, donde hacer senderismo no suele ser un problema incluso con la peor de las previsiones meteorológicas, pero el mar es otra historia. Si dice de torcerse, más te vale que te quedes en tierra.
¿Eres experto en kayak? ¿Te estás preparando a fondo para iniciar tu aventura?
Por supuesto, es necesaria cierta forma física. No se puede saltar del sofá y las series de Netflix al kayak. Es muy importante fortalecer la espalda, los hombros y la zona abdominal: lo último que quieres es que un tirón dé al traste con toda la aventura. Me ha pasado y es muy frustrante. Sin embargo, una travesía así tiene un componente mental enorme. Tener el aguante para estar con el culo pegado a un kayak durante 35 días remando 8 horas diarias no es fácil. Tienes que llevarte muy bien contigo mismo.
Un kayak no dispone de demasiados compartimentos ni capacidad. ¿Qué has pensado llevar contigo?
Es cierto. Como sucede en la montaña cuando hacemos la mochila, menos suele ser más. Es importante minimizar la carga, pero en mi caso, Zelda (que es nombre del kayak) tiene dos compartimentos estancos suficientemente grandes como para llevar casi cualquier cosa que necesite. No puede faltar un saco y una esterilla, ropa de repuesto, un pequeño set de cocina, una bolsa de aseo… No llevo mucho. Una vez estás en marcha, te das cuenta de que no necesitas prácticamente nada. Acabas llevando todos los días la misma ropa. Eso sí, aunque los compartimientos son estancos, siempre lo llevo todo dentro de bolsas impermeables por lo que pueda pasar: que se moje el equipamiento es un problema, pero que sea con agua de mar puede acabar con él, especialmente si material electrónico.
A parte de lo básico, voy a meter en la mochila la caña de pescar. Me muero de ganas por poner la cazuela al fuego y hacerme un buen caldero con pescado recién sacado del mar. ¡Qué cosa más buena!
Una posibilidad es encontrar mala mar en alguna de las etapas de tu viaje. ¿Cómo te has preparado para circunstancias como esa?
Es más que probable que encuentre mala mar, sí. De hecho, lo raro sería no hacerlo. A media que me acerque a octubre, voy a notar como el tiempo va cambiando: lluvia, viento… Un temporal puede dejarte en tierra durante días.
Aunque no voy a remar si el mar no lo permite, tengo que tener un sistema de emergencia para poder comunicarme con los servicios de rescate en caso de que suceda un accidente. El teléfono móvil es una solución. ¿El problema? Cuando vuelca un kayak lo más normal es que el mar esté muy picado y llamar no sea la mejor solución. Una radio baliza es un sistema por satélite mucho más fiable y sencillo. Es lo que pienso llevar para emergencias.
Sin lugar a dudas, eres un espíritu aventurero. Tu historia es apasionante. En 2011 creaste deRutas, una página que nació con vocación senderista y que con el tiempo se ha complementado con otras muchas experiencias. Háblanos de deRutas.
Sí, comencé a forjar deRutas en 2011. Por aquel entonces venía de recorrer el Camino de Santiago Francés y aquello de caminar por el mundo me pareció una forma maravillosa de viajar. No solo era barato, sino que te permitía acercarte a las personas y los lugares de una forma muy diferente. Cuando caminas, no hay prisa y puedes dedicar todo ese tiempo que nunca has tenido a ti. Comienzas a pensar, a reflexionar y a conocerte. A veces te llevas alguna que otra sorpresa sobre ti mismo, pero es algo que te hace crecer como persona.
A partir de aquí, comencé a trabajar en los libros y a documentar todas mis rutas. Generé tanto material durante los siguientes meses que todavía no me he puesto al día. Pasé casi un año caminando por el mundo con una libreta, un GPS y una cámara de fotos. A aquello lo llamé ‘El año que caminé por el mundo’. Me quedan recuerdos maravillosos de esa etapa.
Con los años, comencé a probar cosas nuevas y deRutas se fue expandiendo para abarcar algo más que senderismo. De repente ya no hablaba solo de montañas, de material o de rutas. Comencé a hablar de aventuras, de experiencias y de exprimir cada minuto al máximo. Aquel nuevo enfoque tuvo muy buena acogida y decidí tomar ese camino.
Hoy en día tengo dos libros publicados, varias guías de algunas las rutas de senderismo más importantes del mundo y otros recursos para senderistas como diplomas o credenciales. Todo está de forma gratuita en la web www.deRutas.es
Trabajaste varios años en el Circo del sol. ¿Cómo fue la experiencia? ¿Cuál era tu función?
Aquella experiencia fue de lo más inesperada. Recuerdo la mañana en la que Rocío, una muy buena amiga, me comentó que el Circo del Sol había venido a Alicante. No tenía ni idea de qué era aquello del Circo del Sol. Por aquel entonces yo estaba en la universidad intentando, sin mucha gana, acabar la carrera de informática mientras limpiaba piscinas de madrugada y trabajaba de diseñador gráfico en un departamento de arquitectura. Iba a casa para dormir, y a veces ni eso.
No lo pensé mucho: me despedí de la universidad, de la carrera, de las piscinas y comencé a vender perritos y palomitas detrás de una barra. El trabajo me gustaba, el ambiente era muy bueno y cuando vi por primera vez es espectáculo, me enamoré de todo aquello. Poco a poco fui ascendiendo en la empresa y, después de un año en el que pasé por tres espectáculos y varias ciudades españolas, me ofrecieron un puesto en EE.UU.
Allí comencé una etapa de Supervisor de Carpa que me llevó por los estados de Colorado, California y Oregón. Fue una época maravillosa. O por lo menos lo fue al principio. Problemas personales me hicieron volver a casa antes de lo que me hubiese gustado o tal vez era mi momento de probar otra cosa.
Llegué a casa en agosto. No duré mucho. A comienzos de septiembre ya tenía las maletas para Nepal hechas. ¿Quedarme parado entre cuatro paredes? Eso no iba conmigo.
Más tarde te lanzaste a viajar y a escribir guías de viaje: Chile, Estados Unidos, Suiza, Italia, Nepal, Japón, Irlanda… Incluso viviste en Islandia durante dos años alojándote en una tienda de campaña. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Una auténtica locura. Cuando llegué a Islandia en verano, venía de haber cruzado Israel andando. Había vendido el coche, y con el dinero que saqué me pagué un billete de avión a Islandia y me aseguré ahorros para unos meses. En aquel momento pensé que Islandia podía ser un buen lugar para salir de los (casi) número rojos: según me habían contado, los sueldos eran altos y era fácil poder cuadrar más de un trabajo.
Me hice prometer que haría senderismo unas semanas y, si todo iba bien, me quedaría allí a trabajar. Fui con lo puesto y una tienda de campaña, un saco de dormir y sin demasiada energía: no había tenido tiempo para recuperarme de un viaje de más de dos meses y ahí estaba de nuevo, listo para otra aventura. O bueno, casi.
El primer mes lo pasé compartiendo habitación con una chica que había conocido en una red social de citas. Compartimos cama, pero nada más. Con el tiempo, la situación se volvió insostenible, y a final de verano decidí dejar la casa.
Mientras todo esto sucedía, había conseguido un trabajo en un almacén semanas alternas. Intenté buscar alquiler, pero no lo intenté demasiado; los alquileres estaban por las nubes. Entonces me surgió la idea: ¿qué pasaría si me mudase a la tienda de campaña y el dinero que ahorrara lo invirtiese en viajar? Dicho y hecho. Ya ves que no soy mucho de pensar.
El primer invierno fue durísimo, con temperaturas por debajo de los -15º y tormentas que hacían saltar las piquetas de la tienda. Después de eso, fue coser y cantar. Como se dice, después de la tormenta siempre llega la calma. Encontré un sitio apartado en un pequeño bosque bajo unos árboles y comencé a hacer vida allí. Cocinaba en el trabajo y me duchaba e iba al gimnasio de las piscinas municipales. A las pocas semanas compré un patinete eléctrico para moverme de aquí para allá. Aquella vida que me había construido parecía funciona (y ha funcionado durante más de dos años, todavía continúo aquí).
Por si tu vida no fuese ya lo suficientemente apasionante, un día decidiste cumplir tu sueño de convertirte en cocinero y viajaste al Sudeste Asiático para descubrir los platos de la cocina local. Imaginamos que eres un amante del picante, ¿no? ¿Sigues cocinando en la actualidad?
Sí, era uno de mis grandes sueños. Por aquel entonces el nombre de Chicote comenzaba a hacerse famoso en la televisión y eso fue el empujón definitivo. ¡Me hice cocinero con 31 años!
No lo dudé y me matriculé en un módulo de cocina. La calidad del centro no fue la que me esperaba, y lo aprendí casi todo trabajando. Pasé de los estresantes restaurantes de las playas alicantinas en verano a un tranquilo hotel a las afueras de Londres. Fue aquel trabajo el que me permitió ahorrar, coger la mochila y pasar 3 meses viajando por Vietnam, Tailandia, Camboya y Japón.
Ya había visitado aquellos sitios años antes, así que no estaba estresado por el síndrome de necesito-verlo-todo. Mi día a día era muy sencillo: a primera hora estudiaba las recetas; después iba al mercado a comprar; pasaba la mañana cocinando; y después me sentaba a la mesa con Lucía, mi pareja por aquel entonces, a disfrutar de todo tipo de comida. Fueron unos meses muy caseros en los que aprendí muchísimo sobre algunas de mis cocinas asiáticas favoritas.
Por supuesto, hoy en día continúo cocinando, pero solo para los amigos. Tengo que reconocer que a veces echo de menos la cocina. Es un lugar fascinante: los sabores, los olores, la creatividad que se pone en cada plato, el estrés del momento de ‘el pase’, la camaradería con los colegas de trabajo, las peleas con los camareros… ese tipo de cosas.
En tus viajes habrás vivido todo tipo de experiencias y momentos. ¿Recuerdas alguna que te marcara especialmente?
Guardo con mucho cariño el viaje de vuelta desde Japón en 2011. No es ningún secreto mi miedo a los aviones. De hecho, aunque he volado cientos de veces, es algo que continúa estresándome. Pocas cosas me ponen tan nervioso como eso. Pues bien. En aquel viaje, el de ida, había sufrido unas de las peores turbulencias que recuerdo. Sucedió cuando sobrevolábamos el macizo del Himalaya. Horas después el capitán me comentó que había sido algo relacionado con el monzón y con unas turbulencias mecánicas creadas por las montañas. ¡Qué sé yo! Aquello me marcó tanto que me negué en rotundo a coger un avión de vuelta. Decidí volver a casa por tierra y mar.
Así que cogí un ferri desde Japón a Corea. Desde allí, otro ferri hasta Vladivostok, en la parte oriental de Siberia. Llegué a San Petersburgo en el transiberiano después de más de una semana metido en un vagón leyendo y compartiendo litera con una señora de Uzbekistán con la que me comunicaba mediante dibujos. Crucé los países bálticos y Polonia en autobús y, al llegar a Alemania, hice autostop hasta que me encontré con Miguel, un camionero fantástico que solo me puso una condición para llevarme: “yo te llevo a España, pero tenemos que llegar para ver la final de la Champions League”. Jugaba el Barcelona que acabó ganando la copa contra el Manchester United. No soy muy amante del fútbol, pero Miguel disfrutó con el partido de lo lindo.
¿Cuánto tardé en hacer todo aquello? Pues entre trenes, autobuses, autostop, paradas y demás, algo más de un mes. Eso sí, menudo viaje.
Sueles describir muchas de tus aventuras como ‘locuras’. ¿Cuál dirías que es la cosa más ‘loca’ que has hecho?
La cosa más loca que hecho fue cuando compré la barca hinchable más barata que encontré en internet y decidí recorrer la costa de Cinque Terre, en Italia, en ella. Lo que comenzó como locura, se convirtió en uno de los viajes más bonitos que he hecho. Hice un montaje de todo aquello y lo subí a Youtube. Podéis ver el resultado aquí:
¿Cómo te sientes ante el inminente comienzo de tu aventura en kayak? ¿Nervioso? ¿Ilusionado? ¿Trabajando al máximo en la preparación?
No suelo dedicar demasiado tiempo a pensar en mis aventuras. Nunca las llego a interiorizar del todo ni las anticipo demasiado y dejo que sea el recorrido el me sorprenda. Simplemente las preparo, voy y las hago. Vivo mucho al día y voy trabajando sobre la marcha.
¿Podremos seguir tu aventura Horizonte Mediterránea en directo? ¿Cómo?
¡Por supuesto! La página www.deRutas.es es el centro neurálgico de todo el proyecto. Ahí tenéis los enlaces a todo. Si sois de redes sociales, publico mis aventuras en la cuenta de Instagram: territorioderutas, y muy pronto me pondré manos a la obra con Twitch donde podréis ver la ruta en directo en el enlace: www.twitch.tv/territorioderutas.
Gracias, José Luis. Te esperamos a la vuelta para que nos cuentes cómo ha ido tu aventura.
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