Puig-reig es uno de esos pueblos que fácilmente lo dejamos atrás cuando circulamos por la carretera, o simplemente nos limitamos a observarlo por la ventanilla del coche cuando pasamos delante de sus casas. En esta ocasión, y más si es amante de la historia medieval y seguidor de la mitología templaria, le aconsejamos que haga un alto en el camino, cruce el puente que le separa del casco urbano sobre el río Llobregat y entre, sin prisas, para ir descubriendo el enorme patrimonio que conserva de tiempos medievales y respire el aroma que flota en el ambiente, testimonio de su pasado templario.
Lo primero que deberá hacer es ir subiendo por sus empinadas calles hasta el sector más elevado de la población, donde se encuentra la iglesia medieval, dedicada a Sant Martí, que conserva restos de un pasado prerrománico; la obra que admiramos en nuestros días es de mediados del siglo XIII, y está realizada con piedra de arenisca y toba roja, extraída de una cantera próxima. El interior es de una sola nave, con capillas laterales, y restos de pinturas murales del mayor interés, relacionadas con los templarios. Sobresale del exterior de la fachada, en el lado del Evangelio, una especie de torreón que fue, en realidad, una linterna de los muertos; la capilla de difuntos se hallaba en el nivel inferior de esta extraña torre, y a través de pequeños ventanucos superior, salía al exterior el alma del caballero templario, tras su fallecimiento.
A pocos metros más arriba, los restos de lo que fue la fortaleza templaria de Puig-reig, recientes obras de restauración le han hecho recuperar gran parte de su fisonomía original; como las cocinas, los almacenes, las cuadras, parte del pasillo de ronda, el portal superior y algunas salas; la cruz de las ocho beatitudes la vemos grabada en algunos dinteles de las ventanas. Desde aquí, el viajero tiene oportunidad de admirar gran parte del valle superior del Llobregat, con algunas de las grandes colonias textiles de los siglos XIX y XX –como “Cal Pons”, o la “Colonia Vidal”-, que llegaron a movilizar y albergar a centenares de operarios, para la fabricación de toda clase de tejidos, instalaciones que formaron parte de la Revolución Industrial en esta zona de la Cataluña interior.
Y, si mira al norte, podrá ver la silueta de una curiosa edificación, que puede confundirse con una amplia masía. Se trata de lo que fue la mayor encomienda templaria del antiguo Reino de Aragón, hoy conocida como “Can Periques”, por los propietarios actuales; a ellos les debemos, precisamente, las ejemplares restauraciones que se han llevado a cabo en este inmueble rural en las últimas décadas, para trasladar al viajero al esplendor de una instalación ejemplar en su momento, como fue una encomienda, donde, a diario, la harina se convertía en pan, las aceitunas, en aceite de oliva, las uvas en vino; además de la fabricación de vidrio soplado, la doma de caballos templarios –mezcla del percherón con la raza árabe-, y en la sala inferior tenía lugar el encuentro entre los magos de su tiempo, donde alquimistas, pensadores, literatos y médicos templarios, compartían sus conocimientos con sabios de otras culturas y otras religiones. Aún se conserva la celda donde residía el comendador, la cual transmitía humildad y nada de lujos; también se conservan los documentos fundacionales, como la Carta de Poblamiento, firmada por el maestre provincial; curiosamente fueron caballeros templarios de la encomienda de Santa María Magdalena, de Palau-Solità i Plegamans (Vallès Occidental), quienes llegaron a Puig-reig para levantar todo este complejo, cuyo conjunto nos llena de admiración; también se conserva el puente que curza el río. Era tan importante todo cuanto aquí se elaboraba, almacenaba y distribuía, que el recinto estaba rodeado por un grueso muro abierto en multitud de saeteras, para defenderlo de posibles ataques, puesto que los alimentos no tardaban en repartirse por todo el territorio de la encomienda, y el sobrante se entregaba gratuitamente a los otros colectivos de la España medieval (judíos y musulmanes). A extramuros, la ermita de Sant Julià, uno de los cuatro santos predilectos del altar templario.
¿Pero cómo pudo producirse este fenómeno en Puig-reig, de haberse reunido en una misma población tantos testimonios templarios que hoy, ocho siglos después, nos llenan de asombro y admiración? La causa es bien sencilla. Resulta que un hijo de esta localidad, el trovador y poeta medieval Guillem de Berguedan (1130-1195) -protector de cátaros, que combatió contra la cruzada albigense y perseguido por la Inquisición-, antes de morir, no dudó en legar todo su patrimonio al Temple; con ello, hasta la caída en desgracia y condena de la Orden, a comienzos del siglo XIV, toda la comarca se benefició notablemente, aumentando la calidad de vida de sus gentes.
Por todos estos conceptos aconsejamos haga un alto en su viaje, cuando recorra estos espléndidos valles, abiertos por el Llobregat o sus afluentes, cuando vaya por la autopista C-16, que enlaza Barcelona y Manresa con Puigcerdà o La Seu d’Urgell, a través del túnel del Cadí, y medite en silencio el peso de una historia que, en Puig-reig, está a flor de piel.
Para saber más sobre Puig-reig, aconsejamos disfrute con el siguiente vídeo del canal “Conocer la historia oculta”, de Youtube:
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