Nos acercamos hasta Noruega, un país con alma vikinga de paisajes espectaculares y ciudades encantadoras en el que el frío es un compañero casi inseparable. Nuestro destino se encuentra en el pequeño y tranquilo municipio de Odda, una población de la ruta de los fiordos que está abrazada por impresionantes glaciares y montañas. Está ubicada a algo menos de doscientos kilómetros de la conocida Bergen, la segunda mayor ciudad del país y el lugar de nacimiento de uno de los grandes compositores noruegos: Edvard Grieg.
Nuestra visita a Odda tiene un objetivo: descubrir uno de los monumentos naturales más impresionantes de Noruega. Hablamos de Trolltunga, una formación rocosa situada a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar que sobresale horizontalmente a unos setecientos metros sobre las aguas de Ringedal, un hermoso y tranquilo lago que se extiende en un área de unos siete kilómetros cuadrados y que es un conocido destino de deportes de montaña y senderismo.
Trolltunga significa lengua de trol, nombre que recibe por su parecido con una enorme lengua. El trayecto desde Odda no es sencillo. Es un itinerario de montaña con una duración aproximada de unas diez horas caminando. No es un camino sencillo por lo que lo más recomendable es realizarlo con un buen equipo y en compañía de un guía experto, conocedor del terreno y de los posibles imprevistos que pueden aparecer, como un inesperado cambio en las condiciones meteorológicas. Debido a esto, la ruta solo puede realizarse en los meses más cálidos del año.
La caminata hasta la cima presenta unos hermosos cambios de paisaje y siempre está envuelta de una fascinante naturaleza. Después del esfuerzo, la recompensa nos espera en lo más alto. Desde la lengua de trol la vista es espectacular. Se alcanza a ver el lago Ringedal en todo su esplendor, así como el glaciar Folgefonna, el tercer glaciar más grande de Noruega.
Además de la emoción que provoca la belleza del paisaje, asomarse al borde de Trolltunga también puede producirnos una gran sensación de vértigo. La aventura siempre vale la pena, aunque la prudencia ha de ser en todo momento nuestra compañera de viaje. Otro detalle que nunca hemos de olvidar es que, tras la llegada a la cima y después de disfrutar de la hazaña, aún nos queda regresar.
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