Existe una pequeña ciudad de la India, en el norteño estado de Rajastán, que reclama nuestra atención. Para llegar hasta ella es preciso adentrarse en el desierto del Thar, muy cerca de la frontera con Pakistán. Su ubicación, sobre una roca con tierra de tonalidad amarilla, es muy atractiva y le ha proporcionado el sobrenombre con el que es conocida: la ciudad dorada.
Estamos en Jaisalmer, una población con un estratégico emplazamiento que favoreció en el pasado su prosperidad, ya que era punto de paso de la ruta de las caravanas y fue el lugar que buscaron para residir mercaderes y comerciantes. Sus considerables fortunas levantaron un buen número de lujosas viviendas con ricas decoraciones. La belleza de esta ciudad es indudable y su encanto milenario le proporciona un exotismo especial.
El gran símbolo y mayor reclamo de Jaisalmer es su imponente fortificación. Sus dimensiones son tan espectaculares que está considerado uno de los fuertes más grandes del mundo. Su edad también es considerable, pues fue construido en el siglo XI, convirtiéndose en la fortaleza habitada más antigua del mundo. Y es que, al contrario que suele pasar con otros muchos fuertes, el de esta ciudad india está lleno de vida y permanentemente habitado: viviendas, templos, negocios, hoteles, restaurantes, algunas vacas de paseo…, todos ellos conviven en un escenario de estrechas callejuelas y en un ambiente medieval en el que el tiempo parece haberse detenido.
La fortaleza, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con cerca de medio kilómetro de largo y posee cuatro puertas principales de entrada. Dentro de las sólidas murallas la edificación que más destaca es el Palacio Real, además del templo y las casas con patio de los vecinos más adinerados, que en muchos casos son descendientes de aquellos que en el pasado comerciaban con las caravanas que cruzaban el desierto del Thar.
Nos encontramos muy cerca –a unos 20 kilómetros- de Kuldhara, una antigua ciudad abandonada a principios del siglo XIX, por lo que es recomendable no perderse una visita a este lugar. Se cuenta que los habitantes la abandonaron en una sola noche y nunca nadie volvió a residir en ella. Los motivos de esta huida repentina aún son un misterio, cuestión que dota de un atractivo especial a un paseo entre las construcciones en ruinas de la ciudad de Kuldhara.
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