Ni el temor a lanzarse a lo desconocido, ni las inclemencias meteorológicas, ni las averías mecánicas, ni el cansancio han impedido a Marta Insausti llevar a cabo la gran aventura de dar una vuelta al mundo solidaria y en solitario sobre dos ruedas. Tras varios meses rodando, tan solo la pandemia frenó su periplo en un punto del camino, dejando inacabado su apasionante viaje.
Marta se presenta como “madrileña, motera, peleona, aventurera y empresaria”, y exhibe un gran sentido del humor cuando matiza que “quizás las dos últimas sean lo mismo”.
Superó un cáncer de mama y perdió su empresa prácticamente al mismo tiempo, circunstancias que sirvieron de detonante para tomar la decisión de lanzarse al mundo en moto. También sabía que quería romper estereotipos y demostrar que ni su edad, ni el hecho de ser mujer y madre de dos hijos podían impedirle materializar los sueños.
¿Cómo se fragua un viaje con mayúsculas como el que tú has realizado? ¿Es algo que habías soñado siempre o surgió de repente?
A lo mejor era algo que siempre había deseado, pero como un sueño inalcanzable, como cuando dices: si me tocara la lotería… pero realmente no crees que nunca suceda. Fue la unión de varias circunstancias que se fueron sucediendo a lo largo de varios años.
Soy empresaria y se me juntó un cáncer con la crisis económica. Después de mucho luchar tuve que cerrar y me vi con una hoja en blanco delante. En ese momento tenía tiempo, dinero y mis hijos mayores. Estaba hundida física y anímicamente, necesitaba algo que me despejara la mente y me volviera a insuflar la energía que había tenido siempre.
¿Qué te dijeron los tuyos -tus dos hijos, el resto de tu familia, tus amigos…- cuando conocieron tu idea?
Tardé bastante en contarles mi plan, no quería que tuvieran demasiado tiempo para convencerme de que era una locura y no quería escuchar a nadie que me intentara desanimar.
A los que primero se lo conté fue a algunos amigos -sobre todo de mi entorno de trabajo- y a mis hijos. Como faltaba bastante para la fecha de salida, yo creo que pensaron que era una idea loca del momento pero que al final no lo haría y, por lo tanto, tampoco se hablaba mucho del tema y yo lo sacaba lo menos posible por lo que he comentado antes.
¿Qué ingrediente es más importante para poder llevarlo a cabo: tiempo, ilusión, algunas dosis de locura, voluntad, situación económica holgada…?
En parte lo he contestado antes. Para mí fue muy importante encontrarme sin trabajo y con dinero, pero creo que lo más importante en mi caso era la necesidad de dar un golpe en la mesa, de ponerme por primera vez por delante de todo el resto de circunstancias y hacer caso a mi ¿intuición?, ¿impulso primario?, que me decía: coge la moto y lárgate.
¿Qué sensaciones te invadieron cuando llegó el momento de coger a tu Chiquitina (tu moto) y dejar atrás tu hogar, a tu familia y conocidos y ser consciente de que la aventura en solitario comenzaba?
Difícil de explicar, no me lo creía ni yo. Cuando me subí a la moto pensé que me iba a caer de los nervios que tenía.Según rodaba hacía Zaragoza iba todo el tiempo diciendo: respira hondo, no tienes prisa, no vas a volver hasta dentro de un año… Creo que en el fondo mi cabeza era incapaz de procesarlo.
¿Desde el principio tuviste claro que la moto era la compañera ideal para dar la vuelta al mundo? ¿Qué te resulta más gratificante de viajar sobre dos ruedas?
Sí, la moto es mi pasión. Me saqué el carnet de moto a los 18 años porque en mi casa había una Vespa colectiva y nunca me he bajado. Es cierto que nunca había hecho un gran viaje, tanto por el trabajo como porque mis hijos eran pequeños. Me conformaba, cuando podía, con ir y venir al trabajo en moto. Es difícil explicar qué me da la moto, cuando me subo a ella en el garaje, aun sin arrancar, me entra una alegría inmensa y cuando echo a andar es como si me liberara de todas la ataduras. La cabeza se aísla del exterior con el casco y solo con el movimiento del puño echas a volar. Un viaje como el que hice te permite estar en contacto con el entorno a través de todos los sentidos: percibes el olor, la temperatura, humedad, polvo, luz, ruidos y sientes que formas parte de tu entorno.
¿Qué tal se portó tu Chiquitina? ¿Ha respondido bien a un viaje tan largo o te ha obligado a convertirte en una experta mecánica? ¿Sigue contigo?
No sé nada de mecánica, así que más le valía portarse bien, como así fue. No ha tenido ni una sola avería. Cada 5.000-6.000 Km la llevaba a cambiar el aceite y en una ocasión los frenos. No sigue conmigo, se quedó en Chile. Tuve que volver corriendo por la pandemia.
¿Sientes que has roto estereotipos y que has demostrado que ni la edad ni el género importan a la hora de lanzarse a una aventura como la tuya?
La verdad es que estoy siendo más consciente ahora, cuando veo la cantidad de medios y personas que se interesan por mi historia. Para mí era algo muy personal. Me quería demostrar a mí misma que la edad no era una barrera, ni ser mujer, y algo que me parece súper importante: la carga social que tiene el ser madre. De esto último no se habla. Yo quería que mis hijos me vieran como una persona con sueños, ilusiones y proyectos de vida. En muchos casos nosotras nos cargamos con la casa, la compra, la comida, etc. y nos vamos disolviendo como ser humano. Creo que mis hijos ahora tienen otra mirada hacia mí que espero que les sirva en su vida.
Tu viaje también incluía un propósito solidario bajo el nombre Kilómetros por la igualdad. Sabemos que colaboras con dos ONG’s. Háblanos de todo esto.
Cuando cerré las empresas me propuse hacer un viaje en moto de uno o dos meses y al mismo tiempo pensé que era el momento de cumplir mi sueño de visitar la Fundación Vicente Ferrer en la India, de la que soy socia desde hace mucho tiempo, y todos los años me planteaba hacer una escapada a visitarla, pero nunca pudo ser. Fue en este punto donde se me ocurrió que podía ir a la Fundación Vicente Ferrer en moto. Me puse manos a la obra para ver cómo podía llegar a la India por carretera. Cuando vi los países tan complicados que tenía que atravesar busqué otro lugar por donde volver y de ahí surgió la idea de regresar por el otro lado del mundo. Sin comerlo ni beberlo, tenía ante mí una vuelta al mundo.
Pensé que tal vez algo así podía llamar la atención de algunas personas y decidí ligar esta aventura a la recaudación de fondos para esta fundación, y ya de paso también para la Fundación Cris contra el cáncer, ya que gracias a los avances que esta fundación promueve en la investigación del cáncer estoy hoy haciendo esta entrevista. ¿Porqué kilómetros por la igualdad? Por la igualdad social, ya que ambos proyectos redundan en esto. En el caso de Cris contra el cáncer, todos los proyectos de investigación se realizan en hospitales públicos, por lo tanto nos beneficiamos todos por igual. Soy firme defensora de la sanidad pública y universal. Y en el caso de la Fundación Vicente Ferrer, solo con su lema -no dejar a nadie atrás- está todo dicho.
Por cierto, siguen abiertas las recaudaciones en Kilómetros Solidarios. El dinero va directamente a las fundaciones.
¿Cómo solucionabas tu día a día sobre la marcha? Dónde dormías, te aseabas, comías, etc.
Cuando sales de Europa todo empieza a ser muy barato. Dormía en hoteles baratos, solía reservar a través de Booking, que como sabéis te van dando privilegios cuanto más lo usas, y cada vez me ofrecía mejores ofertas. En Iran son una maravilla las traditional house, son típicas construcciones persas reconvertidas en hoteles, donde además de lo maravilloso de la propia construcción te ofrecen comida típica exquisita. La comida dependía de los países. Normalmente al mediodía, cuando solía estar en la carretera, comía frutos secos y fruta, y por la noche buscaba sitios donde veía que comían los locales. De vez en cuando paraba más de una noche para poder lavarme la ropa y descansar.
Aunque has realizado el viaje en solitario, en un momento del trayecto te encontraste con tu hija. Cuéntanos dónde fue y cómo resultó la experiencia.
Quedamos en Teherán, Irán. Ella llevaba varios años queriendo viajar a Irán pero en el último memento le fallaba algo y se quedaba en tierra. Cuando vi que yo tenía que pasar por Irán le propuse que se uniera a mí y que visitáramos juntas el país. Fue un viaje inolvidable. Dos mujeres en moto en un país donde las mujeres tienen prohibido conducir motos, fue un escándalo. En todas partes se nos acercaban mujeres a hablar con nosotras.
Irán es el gran desconocido, es un país precioso con un patrimonio cultural impresionante, infraestructuras estupendas, muy seguro, la gente es encantadora, las mujeres cultísimas y maravillosas, en fin, recomiendo a todo el mundo que visite el país.
¿Qué país o países te han supuesto un mayor impacto emocional o te han resultado más problemáticos?
Creo que todos y cada uno de ellos te deja un poso emocional, pero claro, Pakistán y la India son punto y aparte. Sobre todo India. Creo que nos queda súper lejos, desconocemos mucho su cultura y estás en un continuo shock porque no sabes decodificar lo que ves, no tienes patrones mentales que te ayuden a entender qué sucede a tu alrededor y te sientes muy agredida e insegura, y eso te desgasta mucho, pero al mismo tiempo es una lección de multiculturalidad.
En Pakistán la circunstancia de tener que atravesar la parte de Baluchistán escoltada por paramilitares, dado la peligrosidad del trayecto, fue una experiencia dura que me dejó mucha huella. Lo cuento con detalle en las Jornadas IATI de los Grandes Viajes. En Bosnia me impresionó cómo están de presentes las cicatrices de la guerra, me sentí muy triste.
¿Qué lugares destacarías como más gratificantes?
Croacia con su maravillosa costa Dálmata, las montañas de Bosnia y Serbia; todo Turquía para mí era como estar en casa, y Tailandia. A Myanmar tengo que volver, tal vez sea el país más auténtico y alucinante, pero las circunstancias de tener que atravesarlo en caravana con otros vehículos y con un guía del gobierno no me dejó disfrutar como a mí me gusta.
En un punto concreto de tu viaje la pandemia apareció y te puso el freno. Háblanos del momento en el que te tocó volver.
Fue como en todas partes. Salí de Santiago de Chile, donde del Covid ni se hablaba, hacia Valparaíso. Hay muy poca distancia y al llegar a Valparaíso me encontré que se había decretado el estado de alarma y a partir del día siguiente se cerraban fronteras, hoteles, comercios, se suspendían las clases, etc. Hablé con el Consulado y me dijeron que buscara un vuelo directo a Madrid rápidamente, que si no me quedaría encallada en Chile y no sabían hasta cuándo. Lo de que fuera directo era porque la gente se estaba quedando tirada en las escalas. Me saqué un vuelo para el día siguiente, volví a Santiago corriendo, contacté con una motera, Marcia Susaeta, que se ofreció a quedarse mi moto. Llegué a su casa, dejé la moto y parte de mi equipaje y a toda prisa me llevó al aeropuerto. Y hasta hoy.
¿Cuándo piensas que podrás retomar tu aventura sobre dos ruedas? ¿Tienes ganas de que llegue ese día? ¿Qué lugares del planeta se quedaron en el tintero?
Hay dos factores para decidir fecha: la evolución de la Covid en los países por los que tengo que circular y el clima, ya que a Chile tengo que ir en nuestro invierno para coger su verano, ya que quiero hacer la carretera austral hacia la Patagonia. Tengo mucha ilusión por retomar el viaje, aunque después de este parón creo que me va a costar un poco coger ritmo. En el tintero se ha quedado Sudamérica, Centro América y EEUU.
En esta pausa obligada, ¿estás planeando nuevos proyectos? Cuéntanos.
La verdad es que me estoy dejando llevar, porque la experiencia me ha enseñado que la vida suele decidir por ti. Estamos en una situación tan insólita que he preferido no pensar ni proyectar nada. Al principio lo hacía, pero solo me provocaba frustración. Entonces me di cuenta de que tenía que aprender a adaptarme a una situación totalmente nueva para mí a esperas de ver cómo se resuelve todo. Otro aprendizaje que me ha aportado mucha paz. Entre tanto, en mi casa relajada y gastando poco.
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