Nos disponemos a visitar uno de los países más enigmáticos del planeta, un lugar atravesado por las poderosas aguas del Nilo. Estamos en Egipto. Aquí todo nos remonta al pasado faraónico y nos habla de leyendas milenarias que nos invitan a soñar. Nuestro destino es una ciudad situada a menos de 100 kilómetros de Luxor. Estamos en Edfu, una población ubicada en un valle fértil que la protege y mantiene a salvo de las devastadoras crecidas del Nilo.
Edfu no es una ciudad extremadamente turística, como sucede con otros muchos puntos del país, por lo que nos ofrece la oportunidad de recorrerla plácidamente y descubrir sus pintorescas calles y mercados tradicionales. Pero, sin duda, el gran atractivo de este punto de Egipto es la presencia de su gran templo dedicado a Horus, uno de los dioses más poderosos de la antigua civilización, representado por un cuerpo de hombre con cabeza de halcón.
El templo de Edfu es uno de los mejor conservados del país y el más grande después del famoso templo de Karnak. Su construcción comenzó en el año 237 a.C., por lo que ya cuenta con una edad considerable. Sin embargo, en la actualidad su aspecto sigue luciendo impecable, y eso que llegó a sufrir serios ataques por parte de los cristianos en la época en la que se prohibieron las religiones de naturaleza politeísta.
Esta magnífica construcción permaneció sepultada por las arenas del desierto durante cientos de años hasta que fue descubierta por un importante egiptólogo francés a mediados del siglo XIX, quien consiguió liberar al templo de las toneladas de arena que lo cubrían, dejando a la vista de todos la maravilla que podemos contemplar en la actualidad.
Este gran santuario egipcio está repleto de detalles y de inscripciones que ofrecen interesante información de la forma de vida, las costumbres religiosas y aspectos mitológicos de la época en la que fue construido. Al margen del gran caudal de referencias históricas que nos ofrece el templo, cabe decir que estamos ante una de las construcciones más bellas de Egipto, un lugar que mantiene la estructura típica de los templos egipcios. Posee una entrada monumental que nos da acceso a un patio rodeado de pórticos y, una vez en su interior, la presencia del poderoso dios halcón nos va saliendo al paso a lo largo de todo el recorrido. Sin duda, una experiencia fascinante que nos remonta al corazón del Antiguo Egipto.
Escribe tu comentario