Una mirada a la iglesia de San Olaf de Tallin

Estamos en Tallin, la capital de Estonia, una bellísima ciudad amurallada situada en el norte del país que cuenta con la declaración de Patrimonio de la Humanidad que otorga la UNESCO. En el corazón de esta histórica urbe se encuentra la plaza del Ayuntamiento, una zona fascinante en la que confluyen calles adoquinadas con edificios que nos invitan a viajar al pasado. Sin duda, una de las construcciones que más llama la atención es la que alberga al consistorio de la ciudad, un impresionante edificio que se ha convertido en todo un emblema de este punto de Estonia.

No nos movemos del centro antiguo de la ciudad para buscar nuestro destino: la iglesia de San Olaf, un edificio del siglo XII con un campanario que impresiona por su altura y desde el que se alcanzan a divisar unas vistas increíbles. El conjunto que forman la torre de la iglesia de San Olaf y su espigada aguja cuenta con 124 metros de altura, por lo que su figura puede verse desde cualquier punto de la Tallin y domina todo el entorno. 

La iglesia se construyó en honor a Olaf II de Noruega, un jefe vikingo que llegó a ser rey de este país escandinavo al que convirtió al cristianismo, por lo que recibió el nombre de Olaf el Santo. Precisamente, en torno a la construcción de este templo existe una curiosa leyenda que nos habla de su supuesto origen.

Según se cuenta, los nobles de la ciudad proyectaron construir una iglesia con la torre más alta del mundo con el fin de atraer a muchos comerciantes a la población. Para realizar el edificio necesitaban un maestro de obras, pero no encontraban candidatos porque todos pedían una elevada e inasumible suma de dinero. Un misterioso constructor aceptó el encargo bajo una condición: si adivinaban su nombre renunciaría a cobrar por su trabajo. Nadie conocía al extraño y parecía imposible saber cómo se llamaba hasta que un día, localizada la casa del maestro de obras, escucharon a una mujer que desde el interior le contaba a su hijo que su padre, Olaf, volvería pronto a casa con mucho dinero. ¡Ahora ya conocían su nombre! Se acercaron a la obra y, cuando el constructor se encontraba en lo más alto de la torre, gritaron su nombre. Al escucharlo, Olaf perdió el equilibrio y cayó al vacío. De su boca salieron un sapo y una culebra, por lo que la gente comenzó a decir que en la construcción del edificio habían intervenido fuerzas oscuras. 

La torre de la iglesia de San Olaf ha sido sometida a diferentes restauraciones. Uno de los principales motivos lo encontramos en su aguja, ya  que en diferentes momentos de su historia ha sido golpeada por los rayos afectando seriamente a toda la estructura. En la actualidad su estado es inmejorable.

El interior de la torre es sencillo y austero, pero llegar a lo más alto es algo que nadie puede perderse, siempre que se esté dispuesto a subir los más de 250 escalones de su empinada y angosta escalera. El premio nos espera en la cima con las mejores vistas de la ciudad, alcanzando a ver la parte medieval con sus impresionantes murallas, el puerto o el nuevo Tallin.