Groninga, la coqueta y juvenil ciudad neerlandesa

Nos acercamos al país de los zuecos, los molinos, las bicicletas y el queso de bola, tópicos que nos sirven para identificar la zona del planeta que ahora visitamos. Buscamos un punto del norte de los Países Bajos, una histórica y antigua ciudad con un espíritu renovado, fresco y muy juvenil.

Nuestro destino se llama Groninga –o Groningen, si queremos mantener el nombre en su idioma original-. Es conocida como la ciudad más joven del país, ya que la media de edad de su población se encuentra sobre la treintena. El motivo de esta circunstancia lo encontramos en el gran número de estudiantes que residen en la población, ya que aquí se encuentra una importante universidad levantada hace 400 años. La presencia de tantos jóvenes propicia un ambiente lleno de vida y actividad que ofrece numerosas opciones para el ocio.

Las formas de moverse por Groninga son variadas. Además de los transportes habituales con los que cuenta una ciudad, esta urbe, como tantas otras neerlandesas, posee coquetos canales bien conectados que nos invitan a paseos en canoa o a realizar pequeños cruceros. La bicicleta también es protagonista por aquí. Con casi 150 kilómetros de carril bici, Groninga se recorre fácilmente sobre dos ruedas.

La plaza central de la población es lugar de cita habitual. Siempre aparece llena de actividad y es un espacio con muchos rincones interesantes que vale la pena descubrir. Es el lugar ideal para disfrutar de las terrazas o de un paseo plácido. También de sus establecimientos comerciales y de sus cuidados restaurantes.

Es en esta plaza en la que se encuentra uno de los edificios más emblemáticos de Groninga: la impresionante torre del reloj, la torre Martini, una construcción de casi 100 metros de altura y más de 500 años de existencia. Se encuentra junto a una gran iglesia gótica, la de San Martín, que también merece una visita. Las vistas desde lo alto de la torre Martini son increíbles.

En uno de los canales de la ciudad, frente a la Estación Central, se encuentra otro de los grandes símbolos de la población. En esta ocasión, se trata de un edificio de líneas vanguardistas que sorprende en esta urbe histórica por su forma y su colorido. Hablamos del museo de Groninga, visita obligada tanto por el propio edificio como por las colecciones de arte que alberga en su interior.

Groninga cuenta con muchos jardines y parques. Pasear por la ciudad resulta realmente agradable. Además, en nuestro camino vamos a encontrarnos con edificios históricos y con numerosas casas de intensos y variados colores que llenan de alegría el paisaje.

Sería imperdonable dejar Groninga sin degustar un típico plato del país que es por aquí especialmente popular: la sopa de mostaza, un placer culinario que nos dejará un delicioso recuerdo de esta hospitalaria ciudad de los Países Bajos.