Nos acercamos al sur de Inglaterra, al condado de Sussex, uno de los territorios más emblemáticos del país gracias a sus pequeños pueblos junto al mar y a su rico patrimonio histórico y arquitectónico.
Nuestro destino es un castillo inglés en toda regla, una construcción que ofrece más un aspecto romántico que una imagen férrea e inexpugnable. Una fortaleza que se nos antoja un decorado medieval. Hablamos del castillo de Bodiam, levantado en el siglo XIV siguiendo la orden de Edward Dallingridge, veterano de guerra e importante caballero perteneciente a la nobleza de la época, quien pudo disfrutar solo unos pocos años de su flamante castillo, ya que murió al poco tiempo de estar listo para ser habitado. Sir Edward mandó construir esta fortaleza con dos objetivos: defenderse de posibles invasiones francesas que, por cierto, nunca llegaron e impresionar a la sociedad del momento.
Bodiam contiene todos los elementos que ha de poseer cualquier castillo que se precie de serlo: foso, patio central, almenas, murallas, torres… El foso se encuentra lleno de agua, formando una especie de pequeño lago sobre el que parece flotar el castillo y en cuyo centro se encuentra el edificio -conectado a tierra a través de varios puentes-, circunstancia que hacía totalmente imposible que alguien pudiera trepar por los muros del castillo y acceder a su interior.
Esta fortaleza dispone de diferentes estancias, como el gran salón en el que se reunían para comer, las cámaras privadas de los señores del castillo, las cocinas con varios hornos para elaborar diferentes alimentos, numerosas chimeneas y baños –cerca de 30- y la capilla, lugar de oración de la familia. Además, en su interior encontramos un pequeño museo que nos ilustra sobre la historia del edificio.
Ya que estamos de visita en el castillo de Bodiam, parece buena idea acercarnos a la casa Great Dixter y sus bonitos jardines, ubicados a unos 3 kilómetros de la fortaleza. El lugar nos inundará la vista de los cientos de vivos colores de las flores y plantas que se encuentran en este jardín tan especial. La casa fue la residencia de Christopher Lloyd, escritor, paisajista y maestro horticultor que dedicó su vida a cuidar este pequeño paraíso floral, aunque su casa familiar, en la que vivían sus padres, se encontraba en Manchester.
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