La Catedral, el Museo Diocesano, la judería, el castillo del Rey, la iglesia de San Lorenzo… más allá del legado arqueológico de la Tarraco romana, Tarragona propone una fascinante inmersión en la Edad Media. Casi todos los lugares de esta ruta están agrupados en la Part Alta –el casco antiguo– excepto uno que se encuentra en la cercana villa de Tamarit: su recinto amurallado, con restos de un antiguo castillo.
La Edad Media dejó su sello en Tarragona que, tras la ocupación árabe (siglos VIII-XI), resurgió y se consolidó con la expansión cristiana. En esta época se construyó el Muro Viejo –muralla del siglo XII donde destacan las torres de Morenes y de Arandes– sobre el fuerte muro romano que separaba el Foro Provincial del Circo romano. Y en el siglo XIV se amplió el área amurallada con la construcción de una Muralleta reforzada por varias torres, de las que se conservan la de las Monjas y la de Tintoré. También en la zona amurallada era de origen medieval el castillo de Paborde, hoy Palacio Arzobispal.
El Pla de la Seu, frente a la Catedral (y su claustro), es uno de los espacios donde mejor se conserva la esencia medieval. También llaman la atención la porticada calle Mercería, que acogía un mercado de verduras y, ahora, un mercadillo de antigüedades; la Casa Balcells, por su fachada exterior; y la calle Mayor, donde está el edificio del Antiguo Ayuntamiento. Asimismo forman parte de esta ruta el Museo Diocesano, las capillas de Santa Tecla la Vieja y San Pablo, la iglesia de San Lorenzo y el antiguo Hospital de Santa Tecla. La judería enlaza con las afueras del casco antiguo, donde una antigua torre romana, el Pretorio, fue reconvertida en el siglo XII en el Castillo del Rey. Y a unos 15 kms de Tarragona, en Tamarit, su castillo, bello icono de una villa medieval amurallada.
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