Nos acercamos al condado de Clare, en Irlanda. Buscamos las fascinantes sorpresas que nos aguardan en uno de los territorios naturales más espectaculares del país de los tréboles. Nuestro destino nos espera en la región de El Burren, un nombre cuyo significado –lugar pedregoso- ya nos avanza mucho de lo que aquí vamos a encontrarnos, aunque no todo.
El escarpado terreno de El Burren se formó hace millones de años y está repleto de matices. Aquí las rocas de tonos grises son protagonistas y algunos tramos el paisaje parecen de otro planeta. Sin embargo, no olvidemos que estamos en Irlanda, por lo que los terrenos alfombrados de verde intenso y los grupos de relajadas ovejas transitando por ellos también van a acompañarnos en nuestro paseo.
Los asentamientos humanos en esta zona se remontan a miles de años. Son muchas las huellas de la presencia del hombre, especialmente visibles en los diferentes yacimientos arqueológicos que existen. Los dólmenes son los ejemplos más evidentes. De todos ellos, quizás el gran protagonista es Poulnabrone, una estructura de piedra milenaria, enigmática y llena de un simbolismo que nos evoca antiguas tradiciones celtas.
Tras dejar el vehículo, un sendero de alrededor de 100 metros nos acerca hasta el dolmen, un monumento envuelto por un paisaje de piedras. Poulnabrone nos muestra toda su grandeza a través de sus dos imponentes rocas verticales que sustentan una tercera, ésta a modo de techo, de 3 metros de largo. Las excavaciones realizadas bajo el dolmen sacaron a la luz algunos restos humanos y diferentes utensilios, como armas y pedazos de cerámica.
El paisaje de El Burren no deja indiferente. Este lugar cuenta con una vegetación única en la que destacan las coloridas flores silvestres que asoman para respirar entre las grietas que forma el suelo de roca. Un elevado porcentaje de las especies de plantas autóctonas de Irlanda se encuentran en este territorio.
La localidad de Doolin es nuestra siguiente parada, porque aún nos espera otra sorpresa dentro del condado de Clare. Este pintoresco y pequeño pueblo nos ofrece un plácido paseo y la oportunidad de tomar algo y descansar antes de acercarnos a nuestro siguiente destino: los acantilados de Moher. Doolin está situado a unos 7 kilómetros de este bello paisaje y es considerado su puerta de entrada. Desde la población salen pequeños barcos que recorren toda la zona.
Ya se aprecia la maresía, el aliento del mar, su aroma… La vista de los acantilados de Moher es fascinante y nos invade una sensación que nos hace sentirnos insignificantes ante la grandeza de la naturaleza. Tenemos ante nosotros cerca de 8 kilómetros de enormes paredes con una altura que, en algunos puntos, llega a sobrepasar los 200 metros. Las zonas altas de las negras rocas están alfombradas de verde, colores que contrastan con el intenso azul del mar.
Esta maravilla natural es una de las atracciones turísticas más visitadas de Irlanda. De hecho, existe un centro de visitantes y caminos señalizados que nos indican la ruta para no perdernos ni un detalle de este paisaje privilegiado.
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