La tradición y las costumbres ancestrales ocupan buena parte de la forma de vida del lugar al que ahora nos acercamos. Estamos en un punto del planeta muy especial, muy mágico y lleno de autenticidad. Nos acercamos hasta Myanmar, la antigua Birmania.
Al este del país asiático está nuestro destino, un paisaje singular y lleno de vida. Estamos en el lago Inle, el segundo más grande de Birmania, un bello espacio en el que sucede todo, ya sea a su alrededor o sobre sus aguas. Más de 200 aldeas de diferentes etnias salpican las orillas del lago, incluso muchas de ellas se instalan literalmente en el agua con casas-palafito.
Aquí todo parece brotar de las aguas poco profundas del lago: las viviendas, los mercados, los cultivos y las antiguas barcazas de madera que son un ir y venir constante. La principal base de la economía local es la pesca, un oficio que posee peculiaridades que han convertido al lago en un foco de atracción turística.
Los pescadores del lago Inle proyectan una imagen que nos recuerda a la de un funámbulo, a un acróbata que mantiene el equilibrio sobre un solo pie de forma casi virtuosa. Esto es así porque sus técnicas de pesca no han cambiado desde hace siglos: mientras sujetan con ambas manos una red de forma cónica, reman sirviéndose de una de sus piernas.
En los numerosos canales con los que cuenta el lago nos encontramos otro de los alicientes de nuestra visita. Hablamos de los jardines flotantes, lugares que en realidad son pequeños campos de cultivo –especialmente de tomates- que alfombran las aguas. Curiosamente, no están sembrados en la tierra, sino sobre una base de ramas y palos que se instalan en la superficie del agua.
Como vamos comprobando, aquí existen pocas cosas situadas sobre tierra firme y algunas pagodas no son una excepción, ya que se ubican en la orilla del lago y dan la impresión de que emergen del agua, como la pagoda de la población de Nyaungshwe, un lugar de culto budista y todo un símbolo en la zona.
Aún así, existen lugares realmente interesantes a los que se accede caminando, como la pagoda de la aldea Indein. Se encuentra rodeada de numerosas estupas, estructuras dedicadas al culto budista, que proporcionan al lugar un atractivo especial.
También el monasterio de Nyaungshwe merece una visita. Data del siglo XIX y está construido con madera casi en su totalidad. En él destaca especialmente la decoración de sus paredes repletas de mosaicos y pequeñas estatuas de buda.
Visitar el lago Inle es una experiencia diferente, es como darse un bálsamo de cultura y tradiciones extraordinarias. Es una aventura enriquecedora que nos recuerda que, afortunadamente, existen muchos lugares en el mundo totalmente ajenos al ritmo frenético y a la forma de vida marcada por la tecnología.
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