Nos acercamos a una de las ciudades medievales mejor conservadas del mundo y una de las grandes joyas de Flandes. Estamos en una urbe, con cerca de 120.000 habitantes, que guarda un rico legado de los tiempos de su mayor esplendor, período que nos remonta a los siglos XIII y XIV.
Este escenario de cuento, situado en el noroeste de Bélgica, fascina al visitante con sus edificios históricos y sus canales. Hablamos de Brujas, una ciudad que cuenta con un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su nombre, que no guarda ninguna relación con una persona que practica la brujería y vuela sobre escobas, proviene del noruego antiguo y significa ‘puente’. De igual forma, en el idioma flamenco la palabra ‘brug’ significa también ‘puente’, detalle que nos da pistas de que vamos a encontrarnos más de uno a lo largo de nuestro paseo por esta ciudad europea.
Brujas es relativamente pequeña, pero está llena de detalles dignos de ser contemplados y posee un corazón medieval que la convierte en mágica. Además, estamos ante un destino ideal para los amantes del arte, ya que cuenta con un patrimonio impresionante, tanto en sus calles y edificios, como en sus museos e iglesias. Aclamados pintores flamencos, como Jan Van Eyck, supieron plasmar en sus lienzos el encanto de esta ciudad.
Otro detalle que aporta belleza a esta urbe es que en ella aún se conservan algunos de los antiguos molinos típicos de Flandes. Muchos han desaparecido, pero en otros tiempos la muralla de la ciudad estaba salpicada de estos pintorescos edificios con aspas.
Seguimos paseando por el centro histórico de Brujas, núcleo antiguo que gira en torno a la principal plaza de la ciudad, la Grote Markt o plaza Mayor. En esta zona, rodeada de canales, podemos admirar sus edificios más bellos y emblemáticos, entre ellos interesa reseñar la iglesia gótica de Nuestra Señora, que destaca por su altísima torre y por contener en su interior una de las grandes obras de Miguel Ángel: la Virgen con el Niño, estatua realizada en mármol que se encuentra sobre el altar.
El Palacio de la Provincia es otro buen ejemplo de bellísimo edificio en el centro de la ciudad. De estilo neogótico, era la sede del gobierno provincial. Actualmente, ha adoptado una utilidad más ceremonial y expositiva.
En la plaza Mayor también nos encontramos con un buen número de antiguos edificios gremiales del siglo XVII que distinguiremos fácilmente por sus animados colores y que actualmente se han reconvertido en restaurantes, cafés o bonitas tiendas. Esta plaza es gran punto de encuentro de la ciudad, siempre está llena de vida y actividad. Un día a la semana acoge un mercadillo muy animado y durante las fechas navideñas cuenta con uno de los mercados de Navidad más reconocidos de Europa.
Aún hemos de contemplar al gran protagonista de la plaza Mayor de Brujas. Sin duda, el gran símbolo de esta ciudad belga es el Belfort, un gran campanario con más de 80 metros de altura. Su imagen es imponente, aunque lo que más nos impresiona son los más de 350 escalones que hemos de animarnos a ascender para llegar a lo más alto de la torre. El esfuerzo vale la pena, porque una vez en la cima las vistan son increíbles. Incluso cuentan que, si el día está despejado, se alcanza a ver el mar del Norte, situado a unos 20 kilómetros de la ciudad.
Otro de los muchos encantos que nos ofrece Brujas es la posibilidad de pasear por el canal arbolado que rodea la ciudad. El canal Damme ofrece cerca de 7 kilómetros de paisajes encantadores que nos llevan hasta un pequeño pueblo del mismo nombre. A lo largo del recorrido, que podemos realizar pedaleando, también nos encontraremos con algunas terrazas en las que podemos hacer una parada y conversar plácidamente.
Podemos pasear tanto como queramos por esta ciudad belga y disfrutarla al máximo, porque aquí es muy fácil reponer calorías de una forma deliciosa. Cuando en el siglo XVI los españoles llevaron el cacao a Bélgica, los brujenses comenzaron a elaborar el chocolate con tanto mimo que en la actualidad Brujas es conocida como la capital del chocolate. Aún hoy en día son numerosos los maestros chocolateros que elaboran esta delicia de forma artesanal y siguiendo con rigor la receta clásica. El resultado es un producto exquisito que podemos encontrar en todos los rincones de la ciudad.
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