Donde muchos solo ven una fábrica olvidada, un hospital en ruinas o un parque temático en bancarrota, otros aprecian una oportunidad para tomar una buena foto. Como si fuese un museo. Indagar las ciudades y las zonas rurales en busca de espacios en desuso consumidos por el tiempo no es una locura, es una forma de conocer los secretos que guardan las ciudades. Una tendencia que está muy de moda en las redes sociales. Quienes emprenden estos periplos se llaman “urbex”, acrónimo de exploradores urbanos, y “rurex” cuando la afición apunta a las zonas rurales. Su objetivo es llegar hasta lugares abandonados –esos que, a priori, cualquier turista rechazaría visitar-- y vivir la emoción que produce estar en un sitio donde, alguna vez, ocurrió quién sabe qué cosas. Para quienes quieren comenzar en este mundillo de las edificaciones “fantasma”, la agencia de viajes online Rumbo.es recomienda una ruta de lugares abandonados para aprovechar Halloween y convertirse en un “urbex” experto.
El Madrid más decadente
Había una vez un edificio en plena Sierra de Guadarrama que sirvió para tratar a los militares con problemas respiratorios y otras dolencias. Hoy está sumido en el olvido y por eso es una de las joyas más preciadas de los “urbex” en Madrid. El Sanatorio militar de Los Molinos se encuentra en un enclave de más de 60 hectáreas donde, además del enorme edificio de 6 plantas, hay otras edificaciones como casas militares. Todo un tesoro arquitectónico. Para los más aventureros está El Alamín, un pueblo de apenas 3 calles, pero con 40 casas medio derruidas, un convento y una iglesia que le convierten en un pequeño paraíso para los amantes de la decadencia. En la capital, otros lugares que están tomando mucho interés son el Museo La Neomudéjar o La Tabacelera, así como bares y tabernas olvidadas que aún guardan sus carteles y letreros históricos. Bar Madrid, Bar Maracaná, Bar La Muralla, Bodegas Lo Máximo, Bodegas Rosell son algunos ejemplos. Pero para disfrutar del “olor a viejo” no hay nada más que pasear por algunas calles de El Rastro cualquier domingo madrileño.
Barcelona: un encuentro con el turismo olvidado
Como uno de los destinos favoritos, la Ciudad Condal ha visto crecer y caer muchos enclaves que, una vez, reunieron a miles de visitantes y que hoy, irónicamente, atraen a muchas personas, pero no por sus servicios sino por su condición de abandono. Aquàtic Paradís es, literalmente, uno de esos parques temáticos del olvido. En los noventa abrió sus puertas con apenas un par de veranos de experiencia. En la actualidad los toboganes (y sus escombros) sirven de pista de skate para muchos arriesgados del deporte y para quienes aman perderse en este tipo de espacios. Otro caso parecido es el Casino de la Arrabassada, un antiguo hotel que, a principios del siglo XX, era uno de los edificios más emblemáticos. Hoy es todo lo opuesto y se ha convertido en todo un monumento de ruinas que ningún “urbex” quiere dejar de ver.
Galicia: el bosque encantado de los jardines olvidados
Si de algo pude presumir Galicia es de los secretos que esconde su impresionante naturaleza que ha inspirado proyectos como el Parque do Pasatempo, en A Coruña. Enormes jardines decorados para llevar a los visitantes a un viaje por varios destinos: estanques, cuevas, caminos, estatuas… Todo eso hoy vive sólo en el recuerdo, aunque su estructura en ruina es la sensación de los exploradores por esa mezcla entre lo tétrico y los naturalmente vivo. Algo parecido ocurre con la famosa Finca do Rendoal, antes conocida por ser el “bosque encantado” de una familia noble que pasada sus días en un pequeño castillo en medio de molinos. Ahora, su decadencia es un gancho para los amantes de lo olvidado. Salgueiro es otro de los lugares recónditos borrado de la memoria. Este municipio de Muiños está en medio del Parque Natural Baixa Limia-Xures. Sus casas de piedra caliza en medio de árboles le dan un encanto bastante extraño. Un dato importante: para poder visitar este pueblo se requiere de un permiso oficial porque está en zona protegida.
Valencia: la fascinación de los pueblos y las muñecas abandonadas
Uno de los lugares más variopintos para hacer turismo de ruinas es, sin duda, Valencia. Su legado cultural, religioso e, incluso, económico le convierten en uno de los sitios más concurridos por los “urbex”, especialmente, porque existen pueblos enteros completamente abandonados. Hay quienes aún se acercan a la capital atraídos por la que se conoció como “Ruta del Bakalao”. Un caso es Domeño Viejo, abandonado hace 40 años por riesgo a inundaciones. Aunque apenas queda un castillo musulmán y un salto de agua, los curiosos lo visitan atraídos por el camposanto donde, según dicen, ocurren hechos paranormales. La colonia de Santa Eulalia es una microciudad que recorrerla es como viajar por uno de esos pueblos abandonados de las pelis de zombis. Encontraremos casas, fábricas, teatros y hasta un palacio, todo en ruinas y con algunos de sus muebles dentro y hasta carteles publicitarios en la puerta. Pero el lugar más enigmático de la Comunidad Valenciana es la famosa fábrica de muñecas de porcelana, en Castellón. Visitarla es una mezcla de terror con nostalgia. Por todas partes se pueden observar muñecas (o partes de ellas) olvidadas con si nadie hubiese querido nunca jugar con ellas.
Italia: el paraíso de las discotecas sin danza
Italia es de esos países que puede alardear de tener ruinas históricas con un valor incalculable. Pero lo que dejaron el Imperio Romano, los bizantinos o los Borgia no son los únicos restos que maravillan a los visitantes. Edificaciones modernas se han convertido en el centro de visita de los “urbex”, como el caso de la gran cantidad de discotecas abandonadas por todo el país que, una vez, congregaron a los más fiesteros del país, de Europa y del mundo. En Toscana, la discoteca Ozgur Dengiz, cerrada desde 2004, dejó 36.000 metros cuadrados que ahora son explorados por curiosos que quedan estupefactos con sus paredes de colores con caballeros medievales. En Turín, la discoteca Ultimo Impero muestra algunas huellas de lo que pasó antes de 1998, cuando todavía se encontraba activa. Son cuatro plantas enormes donde antes se turnaban famosísimos DJs y donde ahora solo quedan algunos muebles y botellas de licor de la época. César Palace, en Piamonte, un club nocturno que en los años 90 vivió su máximo apogeo y que hace 12 años quedó inoperativo. Las estatuas, que todavía permanecen en la entrada, son lo más emblemático de este local que mezclaba el estilo moderno con lo antiguo.
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