A menos de una hora por carretera de Siena, en el corazón de la siempre fascinante región italiana de la Toscana, nos encontramos con un lugar que nos promete abrazarnos con un ambiente plácido y bucólico. Un paisaje bellísimo repleto de viñedos rodea a esta localidad, entorno que nos anuncia que uno de los pequeños placeres de este punto de Italia es el buen vino.
Vamos a disfrutar de la luz optimista y envolvente de una población que conserva su esencia y nos regala un patrimonio arquitectónico impresionante. Estamos en Montepulciano, pequeña ciudad situada a unos 600 metros de altura sobre el nivel del mar y que reposa entre dos valles: el de Chiana y el de Orcia.
Los amantes del paseo están de suerte en Montepulciano. Callejear por la localidad es una de las actividades más atractivas que podemos poner en práctica. La Vía del Corso, su larga y principal arteria, nos llevará hasta rincones y lugares tan emblemáticos como la Piazza Grande y en ella encontraremos tiendas, heladerías, restaurantes… El paso de vehículos está prohibido en buena parte de la población, detalle que añade un plus de tranquilidad a nuestro caminar. Sin embargo, debido a que la población se encuentra en una colina, la Vía del Corso supone un ascenso empinado hasta la cima, cuestión que pondrá a prueba nuestra resistencia física.
En la Piazza Grande, centro de la población, se concentra un buen número de los edificios históricos de la localidad, es un impresionante conjunto monumental que incluye la sede del Ayuntamiento, una bella construcción del siglo XIII, algunos palacios y la catedral.
Precisamente la catedral, un templo que proyecta una imagen más austera que el resto de los edificios que lo acompañan, alberga en su interior obras de gran valor artístico e histórico.
Otro de los puntos de interés de Montepulciano lo encontramos en pleno campo junto a la ciudad. Hablamos de la iglesia de la Madonna de San Biaggio, una impresionante iglesia que por sí sola justifica una visita a esta ciudad de la Toscana. Revestida con mármol travertino blanco, está considerada una obra maestra renacentista. Cuenta con dos campanarios y una alta cúpula octogonal.
Montepulciano ha sabido conservar sus tradiciones y costumbres. Una de ellas se ha convertido en la principal fiesta de la localidad. Se celebra el último domingo de agosto y consiste en realizar una carrera por la vía principal hasta la cima del pueblo empujando enormes barriles de vino, cuestión nada sencilla porque se realiza cuesta arriba y bajo el sol de la Toscana.
Montepulciano tiene la virtud de provocar amor a primera vista en aquellos que la visitan. El recuerdo de sus encantadoras calles estrechas y sus bellos monumentos nos acompañará durante mucho tiempo.
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