Menorca no solo es bella por naturaleza. Fruto de su firme apuesta por la preservación del patrimonio natural que la envuelve, hace un cuarto de siglo logró el reconocimiento de Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Ello fue posible gracias al estrecho vínculo entre sus habitantes y el territorio, que se ha ido transformando de manera respetuosa y compatible con el crecimiento económico. Pero si lo que prevalecía protegida era en su mayoría la parte terrestre, desde junio lo es también la marítima. La ampliación hasta 12 millas mar adentro de la zona que rodea la costa le ha permitido multiplicar por siete sus límites convirtiéndose en la Reserva de la Biosfera con más superficie marina del Mediterráneo.
Tierra de paso y abrigo de numerosas civilizaciones a lo largo de su historia –griegos, fenicios, cartagineses, romanos, musulmanes, bizantinos… y, más recientemente, británicos y franceses– por su privilegiada ubicación geográfica, Menorca es como un oasis de relajación suspendido en las aguas del Mediterráneo. Una isla pequeña en tamaño –apenas unos 700 kilómetros cuadrados de superficie– pero grande en cuanto a la diversidad de hábitats que acoge, especies animales y plantas endémicas. La labor iniciada décadas atrás a favor de conservar estos hábitats y favorecer el desarrollo sostenible le valieron a Menorca en octubre de 1993 el reconocimiento como Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
Era la justa recompensa a una ardua labor por conservar los recursos naturales y el patrimonio cultural y paisajístico de una isla que no deja indiferente a quien la visita y en la que la belleza del entorno rural tradicional queda de manifiesto circulando o paseando por ella, admirando ese entramado de muros de piedra que delimitan sus tierras y constituyen una de sus señas de identidad. Todo ello, perfectamente equilibrado con su actividad agrícola y ganadera.
Los amantes del turismo slow hallarán en Menorca el lugar ideal para una escapada vacacional o de weekend en la que el tiempo parece detenerse para admirar con calma la belleza de un territorio insular cuyo 66 % está protegido.
El epicentro de esta Reserva de la Biosfera es el Parque Natural de la Albufera des Grau, al norte de Maó. 5.006,7 hectáreas que integran una laguna salobre, un tramo costero una zona marina y varios islotes, con humedales que favorecen la nidificación de aves rapaces y acuáticas.
Pasear –a pié, en bicicleta o a caballo– por los 184 kilómetros de su Camí de Cavalls (GR-223), itinerario que bordea todo su perímetro costero, permite al visitante admirar calas vírgenes, barrancos y acantilados que ofrecen un espectáculo visual inolvidable. Y también un paisaje geológico de gran riqueza, con un variado mosaico de rocas con más de 400 millones de años de historia y dos zonas bien diferenciadas: tramontana, al norte, y migjorn, al sur.
Ampliación de su Reserva de la Biosfera
Hasta hace un mes, el estatus de Reserva de la Biosfera solo se aplicaba a la zona terrestre y a una pequeña franja marina alrededor del Parque Natural de s’Albufera des Grau. Pero con la ampliación aprobada por la UNESCO ahora incluye toda la zona marina de la isla, hasta 12 millas mar adentro. Esto convierte a Menorca en la Reserva de Biosfera con más superficie marina del Mediterráneo, pasando de tener 71.191 hectáreas a 514.487, ¡casi siete veces más!
Cabe añadir que Menorca cuenta, además, con dos reservas marinas, delimitaciones que sirven para regular los usos y la explotación del medio marino con objeto de incrementar la regeneración natural de los recursos y de conservar los ecosistemas marinos. Son la Reserva Marina del Norte de Menorca y la Reserva Marina de la Illa de l’Aire, al sureste de la isla. Esta última, como la ampliación de la Reserva de Biosfera, también ha sido aprobada este año.
Con esta ampliación marítima, Menorca atesora una Reserva de la Biosfera mucho mayor que su propio territorio insular, que ahora se convierte solo en la punta del iceberg de este auténtico paraíso natural mediterráneo.
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